viernes, 22 de abril de 2016

GENERAL GREGORIO Mac. GREGOR, ENORME ESTAFADOR.



Amigos invisibles.  !Caramba¡,  cuando escribo este trabajo con la intención de desenmascarar hechos pasados  que se tienen como en el olvido eterno para no dañar imágenes preconcebidas pero que andan sustentadas apenas mediante el argumento del silencio cómplice ayudado por la falta de saberes al respecto (ignorancia nada supina) y porque  el siglo XIX con sus vaivenes trágicos permitió la aparición  de personajes dudosos y hasta con doble cariz,  ya que “sin querer  queriendo” al estilo mexicano y ante la falta de medios adecuados para descubrir a los tramposos y culpables, ello trajo por consecuencia  y para colmo de la realidad que muchos  aventureros se hicieron pasar por quienes no eran varones de rectitud acrisolada y, en consecuencia, para aclarar  el currículo de tantos caballeros de industrias que andan haciendo de las suyas  como falsificando personajes y hasta con historias que parecían cuentos de la irrealidad más obtusa pero que por esos acasos del destino desconocido y sin fuentes certeras pasaron a volverse personajes reales y que hoy ya sosegado el tiempo de la intriga o la sin razón  mediante algunos documentos aparecidos se viene a comprobar la mentira sustentada  con el daño correspondiente para el proceso vivencial de los pueblos.


Sin  embargo en nuestro caso el hecho histórico planteado es aún más grave porque toca claves  de nuestro pretérito irregular que aún anda en pañales o la inopia, creyendo por tanto no en la mala fe de quienes desde antaño se refirieron al personaje que ya voy tratando en el recuento y hasta con dolor dado el daño ocurrido o por lo incauto de nuestros antecesores  que vivieron muy juntos de aquel extraño cuanto enorme estafador. Y no lo digo yo sino por las investigaciones que se han hecho  para demostrar la calaña de este caradura quien de tantas engañifas oportunas se rió cruelmente y que hoy pueden compararlo sin excusas nada menos, porque así está escrito y estimado, con el célebre  Bernard Madoff (uno de los grandes estafadores inversionistas que han existido entre los diez primeros, como igual se hace con nuestro temible Mac Gregor) y quien recluido tras rejas de protección cumple hoy condena en cárcel segura americana por la bicoca de 150 años.  Nada menos. Y que no se olvide al rufián Carlo Ponzi, célebre por sus estafas piramidales.

Vamos ahora a razonar por partes, pues encontrándome en lecturas de valía sobre casos posibles en tal escenario imprevisto me hallé con la presencia escrita  de la psicóloga, periodista,  investigadora rusa de Harvard  y PHD interesada en el atrayente tema policial de nombre María  Konnikova (quien trabaja en BBC. Future), la que de entrada asegura en su escrito al respecto que el escocés Gregorio Mac Gregor, “héroe venezolano” de la guerra  independentista, como gran vendedor de ilusiones que lo era  desarrolló una psicología suficiente a fin de permitir  caer en su trampa a muchas personas incautas, con la técnica y el impulso de la motivación humana persuasiva, disminuyendo así resistencias opuestas para desinhibirlas en sus frenos, con la promesa por ende  de atractivos paraísos adornados con falsedades históricas, llegando a convencer con este ingenio  característico a tantos crédulos que con el atractivo de la riqueza fácil se dejaron  llevar por la corriente y el interés  sobrepuesto de embaucadoras  ganancias.


Por tanto,  siendo oportunidad para razonar  algo sobre el personaje y su entorno fascinante  hoy conocido en el mundo entero,  haremos hincapié  en sus orígenes remotos, que proceden de un férreo clan familiar escocés de poder regional, de familia cristiana con gallardía mantenida por eso en dispersas  disputas con los anglicanos dentro de guerras  sin final  y dada la descendencia irlandesa de sus ancestros, llegados a esa tierra neblinosa y fría desde las intranquilas costas de Eire para sentarse en la historia local con importancia y también por un valor histórico, pues el ya dicho clan Mac Gregor a punta de combates guerreros y otras disputas  salpicadas de sangre  se granjeó un puesto de importancia en la historia de la norteña Escocia y más cuando él era de religión protestante, igual que nuestro  recordado general masón Francisco de Miranda, como también lo era del rito escocés el prenombrado general Mac Gregor.

Nacido el 12 de julio el año 1786  en la urbe escocesa Grendyle y de familia antigua militar,  durante su infancia crece corpulento, guerrero carismático y amante  del espirituoso whisky escocés, siendo entonces de poca formación estudiantil y ya en su juventud   actúa temprano dentro de  la armada británica, alcanzando el grado de teniente. Con cierta rapidez, y aquí comienza parte del misterio intrigante, en 1804 se desposa  con María Bowater, huérfana de un almirante inglés , “y en 1805 se volvió rico”, o sea un año más tarde, circunstancia que desde luego nos deja qué pensar. Nada he podido saber sobre el origen de esta pronta riqueza que presumo, aunque se queda en duda, por parte de dicho almirante.  Con esa condición de la Fortuna fácil  asciende a capitán y Jefe de Compañía, mientras estudia un breve año (1809-1810) en la Universidad de Edimburgo, de donde sale “por problemas  con sus superiores” (wikipedia dixit).  Como este es un trabajo amplio y para todo público me eximo de colocar detalles al margen o datos parciales  y notas técnicas que en nuestra oportunidad entorpecen el interés aleccionador de la reseña).  Y siguiendo con nuestro personaje mediante ese ímpetu personal el inestable escocés actúa con los militares ingleses  en el peñón de Gibraltar y en Portugal, “servicio que abandona poco después” “de manera también obligada”.  Así las cosas dentro de algunas elucubraciones juveniles que ya marcaban su existencia para decir verdad  asombrosa, a partir de aquel tiempo formativo “vivió con un supuesto título nobiliario de Coronel” en Edimburgo, y por ocurrir la temprana muerte  de su esposa María, en 1811,  Mac Gregor “perdió el apoyo social y financiero de su familia”, en este caso de los ricos Bowater.  Saquen ustedes cuenta de ese Mac Gregor liberal, de buena presencia, corpulento, robusto, comelón, dicharachero, arriesgado, perseverante,  ingenioso masón del rito escocés, agudo, hábil,  amigo de los tragos y  observador, que anda sobre las 25 primaveras, en el caso o reacción de la adinerada familia Bowater.


Viaja entonces a Venezuela, epicentro de guerra sin cuartel que comanda  el masón grado 33  general Francisco de Miranda, quien pronto le contrata, llegando entonces  este militar escocés a General de Caballería , mientras el despierto oficial de quien hablamos con astucia demostrada  saca cuentas y  nuevamente contrae nupcias  en Caracas con la linajuda y esbelta señorita Josefa Aristeguieta Lovera, prima cercana del adinerado Simón Bolívar, quien desde luego le abre sus puertas familiares. Pero como en la recia campaña  que realiza el español canario Domingo Monteverde es derrotado el ejército patriota, para evitar la cárcel Mac Gregor con su esposa Josefa va a Cartagena de Indias, actúa de nuevo en Colombia como militar y está en la toma de Bogotá, capital del virreinato de Nueva Granada, luego anda en Pamplona, Cúcuta y reitera su presencia en Cartagena de Indias, permanece en Rio Hacha donde se hace llamar “Inca de Nueva Granada”,  está en Portobelo en rencillas armadas prosiguiendo a Haití en la expedición de los Cayos, dirigida ella por el propio caraqueño Bolívar.  En este trashumar de las campañas  vuelve  al oriente de Venezuela, donde combate en  otras acciones militares. Durante  1817 con el apoyo de Simón Bolívar (a quien conociera en Londres, en 1810) viaja a los Estados Unidos para lograr la Independencia de Florida (“efímera república de las Floridas”), siendo ya General de División (sería bueno consultar dicha  pasantía histórica en mi trabajo de este blog  (8-2-2013) sobre la toma de la  Isla Amelia).  Y en ese andar liberador norteño queda por poco tiempo, pero rodeado de pomposo título,  “hasta que no consiguió más  el apoyo de sus mecenas”, dejando entonces el poder insular “en manos de un corsario francés” (Luis Aury).  Durante  1820 encontramos a Mac Gregor en la isla de Margarita, donde le nombran Diputado al Congreso republicano de Cúcuta, cuestión que obvia ejercer por un mejor interés ocurrido, viajando entonces a la caribeña isla de San Andrés para unirse al corsario galo  y amigo Aury, sin conseguir entonces el supuesto objetivo de ir a Panamá para buscar fortuna.


Meses más tarde el escocés se encuentra  en las costas de Mosquitos (Honduras y Nicaragua), las que visita con cuidado y atención, aunque al momento aquellos sitios andan vacíos de colonos europeos (ingleses entre otros) por la insalubridad  y el poco interés económico de dichos lugares.  Sin embargo  Mac Gregor planificando como estaba  por aquel sitio a futuro, entonces con su facilidad de entrada el sortario escocés convence y  firma allí  un tratado  con el rey indígena de aquel entorno, o sea el cacique George Frederick I°, negro originario de África colocado allí por los ingleses, con lo cual el incauto cacique  se convence del plan esbozado por Mac Gregor,  cediéndole desde entonces  122.000 kms2 de esa época en propiedad (vid. Wikipedia) para la colonización del territorio ”de los indígenas “poyais”.  Y aquí es cuando comienza la parte más pícara de esta historia estafadora, porque en 1822 con la máscara seductora  que ya posee  el farolero Mac Gregor proclamó falsamente en Europa  que era hijo de un banquero y cacique  o Príncipe de Poyais , tierra paradisíaca que según él existía  a lo largo del río Negro, en Honduras, o sea en territorio centroamericano.  La por demás fértil Poyais, que así se llamaba,  según inventos  engañosos producía tres cosechas de maíz  al año y su agua como  cuenta tranquilo  era pura y refrescante, que no había sed a la que no pudiera saciar, y que además las pepitas de oro forraban el lecho  de sus ríos, llenos de árboles desbordantes de frutos y los bosques lucían cubiertos de verdor, por lo que aquello era un Edén en comparación con la oscura  y lluviosa Escocia, y así fue como Poyais con la campaña desatada perseguía inversionistas  a fin de  desarrollar  proyectos  en tierras y colonos para el provecho de sus recursos , en este tiempo en que los empresarios  en América hispana buscaban esos destinos inexplorados para la inversión extranjera, tal el caso del nombrado e inexistente Poyais.  Viéndose ya como dueño de esa parte costera (Nicaragua y Honduras) Mac Gregor con el instinto psicológico que posee comienza a preparar  todo un tinglado de expertos entrenados para convencer a tanta gente incauta  que con el apoyo del  ingenuo rey indígena caen  en la trampa engañosa que Mac Gregor elabora sutilmente, dejándose seducir por tan capaz timador.   Y pronto  este escocés caradura, que era buen dibujante,  comienza a diseñar su estrategia de ventas donde incluso para engañar a cientos de escoceses  edita un atractivo y amplio folleto aleccionador en que resalta las bellezas insólitas de ese territorio etéreo que él denomina Poyais,  y tan sinvergüenza fue que además a fin de  una mayor confianza de posibles compradores  entrega este  libro de 350 páginas  sobre las virtudes del lugar referidas a tal paraíso encontrado que para más grande embuste fue  escrito  por el acucioso investigador  capitánThomas Strangeways, quien en la sorpresa de la falsedad  sin límites  resultó ser su  autor el mismo Mac Gregor.  Y así muchos cayeron en la trampa. Como comerciante amoral del ramo especulador dicho  escocés  además falto de vergüenza como nato o experto vendedor tenía el don del convencimiento y la motivación humana para desinhibirlos en sus frenos  sobre gentes tolerantes , educadas pero codiciosas sujetas a riesgos, como buenos británicos de su época, por lo que el tal Gregorio  aplicó una sicología suficiente a fin de hacer creer su trampa en la mente de muchas personas  con la técnica y el impulso  de la motivación humana, de donde incluso llega a dibujar  una bella estampa  de la supuesta Poyais, llena de lagos y montañas idílicas.  En los tantos viajes que realiza  de regreso en Inglaterra  Mac Gregor  ofreció entrevistas  a diarios locales (Escocia) y nacionales, demostrando los beneficios  de invertir  estableciéndose incluso en el fabuloso Poyais a estos hombres  duros, aventureros y valientes, como reto y regalo a la vez, mientras dentro de la osadía y sed monetaria en Escocia el astuto Gregorio diseñó e imprime  billetes de dólares para su país de mentira, como también moneda de uso y curso legal (cuyo lema fue “Gregorio, cacique de Poyais”) y una bandera con escudo incluido donde resaltan  la cruz de San Andrés sostenida a los lados por dos indígenas  empenachados y  lugareños.


Mac Gregor mediante esta tramoya  infernal no solo recibió directamente  287.000 dólares americanos en sus locas vivezas convenidas, sino que los bonos garantizados que emitiera por el reino Poyais  (1822) con intereses del 6% mediando el apoyo por supuesto del inexistente enclave hondureño, llegaron a valer cada uno en el mercado 3.600 dólares de hoy, como indica la mencionada investigadora Konnikova, desconociéndose el destino final  de aquella enorme suma para entonces en manos del soñador Mac Gregor.  Si nos atenemos a lo escrito sobre el particular y por el enorme interés que desarrolló en Londres y París  para estas ventas, el negocio fraudulento de Poyais  en tal momento  le dio a Mac Gregor ganancias montantes a 5.000 libras esterlinas, porque además  en esta trampa de inteligencia fraudulenta  emitió bonos certificados  montantes a 1.300 millones  de las libras famosas, ganancias que se esfumaron, supongo, con la molicie y la vida principesca que el escocés mantuvo por un largo tiempo.  Para aquella época de esplendor en los negocios y cuando proclamó falsamente  que era hijo de un banquero y cacique o príncipe de Poyais,   Mac Gregor tenía a su lado de asistente y conocedor de intimidades financieras al también astuto y mayor William John Richardson, que sabía interpretarlo y acomodar las finanzas a su gusto, como en el  mantenimiento de las extensas  relaciones sociales, al extremo que pronto y en su visita a Escocia el soberano monarca del Reino Unido Jorge IV en momento oportuno y oficial lo inviste con el título honorífico de “Sir”, o sea en lo adelante  llamado Sir Gregor, con las prerrogativas cortesanas correspondientes, lo que más le abre puertas en el mundo de los negocios grandes, como las finanzas y los bancos, ampliando así su cartera de colocaciones  de tierras en el mítico Poyais, a un precio de venta montante a  cuatro chelines por unidad de lote, que cambia en moneda corriente inglesa  a objeto de colocar estos  ingresos en las personales cuentas bancarias del  Honorable Sir Gregor.  


Pero como siempre todo no es Jauja pronto se corrió la voz en cuanto a que  los negocios  de Sir Gregor no andaban tan bien como se suponía, por algo que restaba creencia a la realidad,  en cuyo caso y para frenar dudas con la  posible avalancha de demandas el escocés mediando rápida acción y palabras lisonjeras avanza en su proyecto especulativo de Poyais en cuanto a la necesidad  del presto envío de colonos compradores de lotes hacia  aquel territorio escogido, por lo que con la celeridad necesaria y  con su imaginación desbordante comienza la preparación colonial de un primer despacho  de los incautos compradores rumbo a la capital San José (Saint Joseph), incluidas sus familias, que sumaron 70 colonos (entre ellos iban doctores, militares, abogados, y un banquero convencido), todos viajeros ansiosos de fortuna, dándose por ello a la vela desde el Támesis londinense  en el “Honduras Packet” con alborozo, en septiembre de 1822 y rumbo al inaudito espejismo del nombrado  Poyais.  Así pudo llenar las naves  de emigrantes  rumbo a la mítica Poyais  en dos barcos de colonos escoceses salidos entre agosto de 1822 y enero de 1823, con 250 colonos a bordo, pero cuando los escoceses en el primer viaje de setenta pasajeros  dos meses después llegaron a la tierra prometida por Mac Gregor la realidad fue otra, de terror, pues  en el sitio no había nada salvo una selva inhóspita, plagada de mosquitos y nativos hostiles, ni pueblo, ni colonos ingleses como se había dicho, de Banco de Poyais,  Palacio Real, ni hasta el proyectado “hebreo colonia”, ni inmuebles , sin el oro prometido,  ni las 12.500 millas cuadradas  convenidas para fundar un estado monárquico, ni la supuesta amistad de los indígenas con los británicos, ni nada, y pronto  los recién llegados comenzaron a enfermarse y morir, algunos de tristeza, sobreviviendo una tercera parte al ser luego rescatados  por un barco inglés que los llevó a Belice (Honduras Británica).  Y ante el temor que el desgraciado envío de colonos provocara peores consecuencias sobre sus negocios o su libertad personal, Sir Gregor esperando mejor ocasión huye a Francia aunque poco después desde París intenta  de nuevo engañar con el mito de Poyais y mientras el arte de la persuasión la mantenía intacta, de donde meses más tarde reúne otro grupo de inversores ultramarinos y colonos con el fin de trasladarse  rumbo a Poyais desde Francia, pero para emitir numerosos pasaportes requeridos el gobierno galo toma precauciones  por esa oleada de solicitudes rumbo a un país desconocido (Poyais),  de donde se opta por  abrir una comisión investigadora sobre el caso que  entra en sospechas, y así las cosas pronto se detiene a Mac Gregor abriéndose juicio  por fraude en 1826, que le lleva a la prisión parisiense  La Force (sitio en que anduvo preso Francisco de Miranda), aunque por los contactos que mantiene Sir Gregor  no tarda ser puesto en libertad regresando de nuevo a la natal Escocia (Edimburgo),  donde huye de nuevo ante la ira de los compradores  originales de bonos de Poyais, estableciéndose otra vez en Francia y mientras todavía tiene el valor de vender acciones  de Poyais en 1825 y 1826, convertido ahora dicho supuesto reino en república, y así por sus altas relaciones  internacionales en 1822 el sortario escocés  obtiene de un banco de Londres  200.000 libras esterlinas  para continuar en el desarrollo del famoso y fantasmal Poyais, por lo que se viaja a París, donde funda asociaciones para promover  esta alocada mentira, mientras  el Banco de Londres  entonces le presta 300.000 libras esterlinas, al 2, 5% de renta. De vuelta en Londres (1827)  Sir Gregor es detenido nuevamente y sin mucho aspaviento, por el delito de “falsas promesas” aunque por sus relaciones  masónicas, empresariales y dado el título real que ostenta, como por los amigos masones y bancarios de importancia, supongo, pronto es liberado y exento de cualquier pena posterior. Así regresa a Francia para vivir de sus riquezas y fama ahora intachable, aunque como buen comerciante siempre ofreciendo acciones de Poyais, volviendo a Escocia en 1834 para negociar otras acciones de aquella inmensa estafa, como si nada hubiera pasado. En mayo de 1838  lamentablemente cerca de Edimburgo fallece su esposa caraqueña Josefa Aristeguieta Lovera, prima de Bolívar, que le diera tres hijos y quien lejos de esta enorme comedia delictiva  nunca hizo  parte de las finas trampas preparadas por Sir Gregor.  Pero en verdad esa desgracia familiar cambia el destino cierto del adinerado escocés, que en el transcurso de estos años ya no es el hombre de antes, por lo que haciendo nuevas cuentas que le producirán dinero y títulos decide regresar a Venezuela  y en agosto de 1839 vuelve a Venezuela, donde de inmediato luego de recibir la nacionalidad  recupera su rango militar, su pensión consiguiente de alto oficial y el pago de todas las prebendas  que se le adeudan desde los tiempos de la Independencia, en lo que se le complace  dado que además es pariente de los Bolívar por su esposa Josefa Aristeguieta y porque el Presidente de la República, general Carlos Soublette, amigo desde los tiempos guerreros, está también casado con una Aristeguieta.


Sir Gregor, que así por un respeto no se le llama en Venezuela, pronto entra en relación con la distinguida colonia inglesa que  luego de la guerra se ha establecido en el país, y como no puede andar tranquilo, fuera de los oficios protestantes a que asiste anda en buena amistad con los ingleses residentes  y además como hobby placentero  provisto de mucha paciencia se dedica a la sin igual cría del exótico gusano de seda.

Finalmente el extraordinario por raro ser falleció en Caracas casi ciego por parte de la vista, valga la redundancia, casi sexagenario,  el miércoles 3  de diciembre de 1845,  siendo enterrado en la Catedral dada su condición de prócer, aunque fuese de religión protestante y con la asistencia de ilustres personalidades, entre ellos el tren ejecutivo oficial.  Y ahora yo me pregunto: ¿es posible todavía que esta figura tan extraviada por la irrealidad de sus hazañas delictuales aquí descritas dentro de lo que cabe, pueda continuar sepultado en el Panteón Nacional de Caracas cerca del libertador y padre de la patria Simón Bolívar?.


En la bondad de ustedes dejo abierto el enigma sapiente para descifrar tamaño error que fue obra de la improvisación momentánea y porque además  para ese tiempo  la masonería venezolana tuvo mucho poder, cuyo conductor principal venía a ser el presidente de la república general Antonio Guzmán Blanco,  ilustre masón que como dije ordena construir el referido Panteón Nacional. Y lo demás es cosa de bien entender.