sábado, 18 de julio de 2015

DESENTERRANDO A SIMÓN BOLÍVAR.

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 Amigos invisibles. A partir de este momento estimo cometer cualquier  pecado mortal para algunos incrédulos de lo que voy a dirigir como cruzada, aunque para otros pensantes y analistas de la realidad  en que vivimos mi intención supone adentrarnos en ciertos aspectos vitales que antes eran como inconcebibles y llenos de peligros o tabúes hacia quienes los trataban porque las ciencias históricas en medio de críticas retorcidas por amañadas y alegres no habían aterrizado  en los meandros evolutivos de Carlos Darwin o bien porque el pavor  quedante de la Santa Inquisición con aquella frase eterna de “delenda est Carthago” servía para de inmediato impedir cualquier estudio de envergadura que se pretendiera realizar.  Ello desde luego devino en un cambio sustancial de la realidad a veces debido a que en boca cerrada no entran moscas, y otras tantas  para ganar puntos  a  favor en la búsqueda de ciertos privilegios o arrimos, y desde luego que las más deleznables razones estribaron en eso que se llama torpeza, aunque no sea supina, porque de falsas circunstancias que se manipulen plenas de compadrazgos y de otras  no menos interpretaciones excedidas a lo largo del tiempo se han elevado argumentos fútiles sobre hechos de la realidad mal concebidos y hasta encima de bases fuera de contexto que hacen mal sin saberlo, tomando así  el rábano por las hojas para sentirse mejor en el equívoco, mientras crece el galimatías y se enreda más el papagayo.  Por ello esta cruzada que ahora voy a emprender y que con anterioridad lo he expresado dentro del blog no intenta deslucir a nadie sino al contrario poner los puntos sobre las íes porque es absurdo que a estas alturas del almanaque se sigan acumulando textos cargados de irrealidades infantiles salidas desde mentes afiebradas y hasta drogómanas como ustedes habrán podido apreciar oportunamente, que en vez de esclarecer confunden cada vez más el espíritu profundo de los hechos y la presencia convulsa de los personajes contradichos.
Pues bien sobre esos caminos tortuosos y llenos de otras dificultades presumibles comenzaré a referirme en varios trabajos para meditar ustedes sobre la vida y misterios, los desaciertos y los triunfos del más importante de nuestros personajes a historiar, o sea  del nombrado caraqueño Simón Bolívar Palacios, y como la Santa Inquisición a la cual me he referido ya no existe, puedo con amplitud discrepar dentro de  una sociedad  ajena de complejos en la cual vivimos y sin que desde luego todos no comulguen con las ideas y conclusiones que se expondrán porque ello sería como pedirle peras al olmo ya que  cada uno anda por el lado más conveniente a sus intereses en este inmenso valle de lágrimas de diversa procedencia y porque muchos con aquello de la ley del menor esfuerzo se dejan convencer en las primeras de cambio, convirtiéndose luego en apóstoles de lo absurdo y siguiendo por esos caminos innobles que han deformado nuestro verdadero ser y de cómo por supuesto el país y su historia es otra, debido una vez más a tantas debilidades de raciocinio que mal interpretan, o lo que es más crítico, al tener otros compromisos que sin saberlo y dentro de la filigrana tejida cambian el ritmo musical de la Historia cuando los arúspices se entrometen y casi prohíben que la verdad sea dicha aunque duela, como se ha insistido en tantas ocasiones.    De donde sobre estos parámetros del buen sentido social y aunque todavía pudieran existir aquellos que en el eufemismo llamaron “vacas sagradas”, vamos a irrumpir contra ese pensamiento caduco, caudillista y totémico que tanto daño causara sobre todo a partir del siglo XVIII cuando el gobierno de las tribus se alza en demasía, lo que provoca desde luego los contrasentidos del siglo venidero para bañar con sangre hasta inocente tantos desaciertos alocados acaso tenidos en el equívoco por simbológicos, que llenaron las páginas de América Latina de una desolación incontrolable y que aún hoy dentro de ese panorama falto de espíritu conmovedor trata de robustecer una presencia que mucho daño ha causado a nuestra colectividad donde algunos pontifican sobre hechos  escasos de mesura y otros por compromisos ideológicos de amaño en escuelas de terror e ignorancia con tendencia a proventos posteriores, juegan en ese charco de la estulticia convencional aislados del temor olvidándose al tiempo que tantas faltas puedan sancionarles en el decurso de sus vidas actuales y futuras.  
Precisamente sobre esas falsías y superabundancia errónea de los hechos es que voy a tratar en este cuaderno de detalles que puede usted considerar un libro (25 trabajos a publicar aquí), porque a lo largo del tiempo y del trajín en que incursiono he podido encontrar cierta verdad necesaria no para destruir sino para ir colocando en su justo pedestal a ese personaje pétreo que llevamos por dentro llamado Simón Bolívar, tan lleno de equívocos temporales como producto de la audacia o en la interpretación, según  lo digo ahora, cuanto de triunfos  hasta sortarios, porque aquello de los dislates sostenidos por más de dos siglos fueron enterrados mediante malabaristas oportunos  para no dañar su divina presencia, pero que en estos días y por fuerza de la verdad analizada con la aparición de trabajos de diversa factura y ahora más copiosos como los de Herrera Luque, Carrera Damas, Sañudo y otros más que recuerdan su presencia y aquí reseñaré, incluyendo mi contribución escénica a tanta realidad dolorosa, donde se ha podido ir abriendo paso  la trémula realidad en medio de esa selva oscura a que aludiera el visionario Dante florentino, para decir lo cierto, elemento vital que nos conmueve y que a partir de ahora será el estandarte de nuestro mayor problema indagatorio.  Pues bien, según he podido encontrar fuera de otros conceptos atinentes a la figura de este caraqueño libertador (aunque otros no lo consideren así) como  dije algunos veinticinco estudios  sobre el personaje recojo en las páginas de este blog, donde al movido actor de nuestra trama  trato de pintarlo de frente y perfil, o sea con sus éxitos bien calculados cuanto de posibles desaciertos de todo lo cual dejo que se encarguen a completar los buenos críticos históricos y no comprometidos (emanados muchos en la nueva cosecha de ese cenáculo o sancta sanctorum caraqueño llamado Instituto Pedagógico), desechando incluso algunas teorías incrédulas según sea mi opinión  del momento, siempre de acuerdo con lo poco de humildes conocimientos que mantengo.
Y como para la muestra basta el botón en este sentido con el pensado título parcial “LA TIRRIA DE MARX CONTRA BOLÍVAR” iniciaré el análisis presente trayendo a colación la figura paradigmática de Carlos Marx y el combo ideológico portador a la cabeza, con sus largas tenidas metafísicas para de esta manera amparar lo filosófico de las propias creencias esotéricas de lucha, pensador éste prusiano decimonónico  nada creyente del caraqueño  que por antonomasia adversaba de corazón a nuestro Simón Bolívar (en ello al  no estimar las ideas bolivarianas dada la condición mantuana del caraqueño y por ende ciertas concepciones poco liberales de sus planteamientos, o sea  a  causas conocidas con que chocaban sus pensamientos políticos) y otras tendencias oportunas que le dieron de comer mediante encargos editoriales por cierta temporada tanto a él como a su empobrecida familia, cuando  se comprometió a sustentar una columna de opinión especializada en la “Nueva Enciclopedia Americana”, donde demostrando con detalles ubicuos el desconocimiento sobre la realidad de nuestro continente en vía de revueltas, como ya estaba en trance de enterrar un imperio ultramarino y de soslayo descubrir otro más impositivo siendo buen heredero del inglés, teóricamente esclavista.   El ideólogo y teórico sistemático  Marx admirador en cierta forma de Hegel y con ayuda de su alter ego adinerado Federico Engels, al digerir interpretando en conciliábulos oscuros  la historia que de manera equivocada se escribiera en América y a contraluz podía analizarse en Europa, se dio a la tarea de estudiar por contrato la figura de este capitán histórico y cargado de ilusiones, en cuyo trabajo erró algunas veces por la distancia  de sus conceptos y la visión subestimada que se tenía entonces de  la América española, convirtiendo aquellos escritos especiales que produjo en algo endeble, mal informado pero que causaron conmoción momentánea en esa época de cambios industriales y del pensamiento fosfórico a la par que se desarrollaba un siglo XIX europeo lleno de contrastes y como afirmo, de equívocos, dudas y rodeos, mientras Marx seguía sin descanso en los empeños de construir sus palabras sobre tantos aconteceres americanos a veces de cuestionable interpretación, de cuyas resultas  inexplicables provino, por ejemplo, la sarcástica idea de comparar a Bolívar con el siniestro gobernante de origen africano conocido como emperador mandinga haitiano Faustino Souluque.
 Dentro de los desaciertos habituales el hebreo prusiano Marx consideró a Bolívar  como “el canalla más cobarde, brutal y miserable” conocido (carta a Engels del 14-2-1858), continuando con su concepto adverso al alegar que el caraqueño era “un mito de la fantasía popular”, y siguiendo por esa vía  lo designa claramente dentro de lo peyorativo que era “un mantuano español”, cuando todavía se interpretaba el mantuanismo clasista  y su descenso de valor como algo en vías de perecer. De aquí prosigue la posición bolivariana entonces mantenida cuando este caballero teutón exclama que en la revuelta  de 1810 (19 de abril) rehúsa Bolívar adherirse a la causa del Rey (ya antes lo he explicado aquí con detalles suficientes), y que solo le interesó tal contienda revoltosa para salir de la apatía cuando por mediación de su exaltado primo hermano José Félix Ribas dadas las condiciones económicas y sociales en curso lo buscan para que encabece una misión especial enviada a Londres en solicitud de ayuda política y militar, la que por su inmadurez para encarar este tema difícil terminó en un fracaso, pues como era de suponer y hasta de esperar  Londres no quiso indisponerse con la Casa Real española, porque a ella le unían fuertes lazos de diversa índole y entre ellos sanguíneos, de donde temerosos de perder capital luego impagable  a los fanáticos solicitantes apenas se permitió la venta de algunas armas  pagadas de contado  con fuertes tributos impositivos.  
Y dentro de lo que escribiera Marx en aquel tiempo lleno de contrastes como reitero hablando en general sobre Bolívar, a este joven e inexperto caraqueño el prusiano le achaca la pérdida de Puerto Cabello (julio de 1812) una vez emprendida la guerra, e incluso Marx afirma que para paliar ese desastre  Don Simón en la derrota  huyó a esconderse en sus propiedades  de San Mateo (Aragua) , y que luego de pasado el peligro personalmente va al puerto de La Guaira para lleno de ira detener sin mayor respaldo de certeza a ese gran venezolano cultivado y guerrero o sea el general Francisco de Miranda, a quien traiciona igualmente creyéndolo vendido, y por ende en la madrugada con oscuros subalternos del momento arresta sin otras consideraciones a su antes admirado amigo y lo entrega sin más a las autoridades españolas, o sea al feroz canario Domingo Monteverde, analizando Marx que este favor a la causa real fernandina con la rendición del ilustre guerrero caraqueño, en recompensa el gobierno en funciones a Bolívar le entrega pasaporte español para poder viajar a Europa, según lo consigna Iñaqui Anagasagasti.  Y de esta misma forma a discutir aunque mediante pruebas suficientes y no calcadas en notas alusivas a pié de páginas con que se pretende distorsionar la realidad entonces viviente, el poco conocedor de esta etapa americana que fue Marx asegura de igual manera que Bolívar por disgustos supuestos con el cartagenero Manuel del Castillo y Rada entregó la ciudad combatiente de Santa Marta al pillaje o rapiña de la soldadesca ansiosa, en 1814 y ya rendida dicha  capital  samaria colombiana, produciéndose luego un saqueo general que duró 48 horas, con los desastres consiguientes. Otros datos más resaltantes para el esclarecimiento del suceso no aporta este prusiano Marx, cuando el caraqueño tenía órdenes a cumplir para actuar desde Bogotá.  Y sigue en la discusión el tan amigo de Engels al tiempo de  sostener que el viaje de Don Simón a Caracas es una suerte de huida hacia adelante por un período de ocho meses, queriendo todo ello justificar luego con la acomodaticia y frívola conocida Carta de Jamaica, todo lo cual requeriría un estudio más detallado porque pareciera que los datos que aportase no concuerdan con la realidad. De igual modo ligero también lo explica el alemán tratando el año 1816, al Don Simón escaparse de la “diminuta” fuerza que comanda el canario Francisco Tomás Morales en Valencia, cuando este  caraqueño  retrocede de Ocumare de la Costa rumbo al mar  y se embarca con rapidez junto a la “señorita Pepa”, su amante de entonces,  dejando a  los que se quedan, como opina  Bideau, por falta de capacidad “sin el menor auxilio”, lo cual no es del todo verdadero y lo ignora el señor Marx, según antes explico en este blog investigativo.  
Por esos desafueros tan controversiales  del general Manuel Piar, que era familia del Libertador mediante fundadas noticias genealógicas y ya con esperanzas de suceder al caraqueño, ofreció llevar a este pariente a un Consejo de Guerra “por deserción y cobardía” (“Marx dixit”), siendo para entonces Piar “héroe singular” y Bolívar “dictador, traidor y cobarde” que abandona en la isla de Margarita  para poner en manos españolas al general Juan Bautista Arismendi, según así lo aprecia el referido Marx.      Cosa parecida ocurrió en Barcelona con el general Pedro María Freites cuando el sitio de la Casa Fuerte  (1817), por cuyo motivo este valioso militar del Oriente venezolano  tiene que inmolarse peleando en aquel encuentro traidor, aunque como sabemos que el fondo del problema era una disputa  permanente entre ambos guerreros y sobre todo desde cuando el valeroso y aherrojado Piar llamara a Bolívar ante un grupo nada discreto que este caraqueño al que cita en ese momento, era el “Napoleón de las retiradas”, por cuya causa considero Piar de entonces firmó su propia sentencia de muerte, que en poco tiempo y mediante artificios oportunos permitieron a Bolívar con justa razón para el momento ordenar la prisión de su pariente, seguirle un juicio militar y pasarlo por las armas a este digno soldado entre los más valientes de nuestra Guerra de liberación pero que falto de prudencia y a través quizás del engaño se enfrentó con valentía ante el pelotón militar en Angostura. De eso nada sabemos por escrito del filósofo y entendido, que no en todo, Carlos Marx.
     
Carlos Marx
   Yéndose por entre otros senderos de su astucia intelectual e histórica el llamado Padre del Socialismo Marx afirma también que la conquista de Nueva Granada en buena parte se debe a las tropas inglesas, lo que en el fondo es una verdad a medias al dejar afuera a tantos soldados y oficiales no británicos sino irlandeses católicos y escoceses, sin cuya colaboración la sangre hubiera corrido en mayor cantidad.  Y aguijonea luego de  quien trato cuando el filósofo barbudo y comunista hebreo agrega con sorna que luego de estos hechos guerreros tratados y por marcharse a Pamplona el caraqueño “pasó dos meses en saraos y fiestas”, lo que es otra verdad a medias pues con los suyos en el laboratorio militar que instala en esa ciudad serrana se dio a reconocer futuras operaciones en la guerra emprendida que de contraparte tenía al Conde de Cartagena y futuro Marqués de La Puerta, uno de los grandes militares españoles que lucharon en esta guerra de Independencia.   E igualmente  continúa en el empeño del descrédito contra el señorito mantuano de Caracas al escribir que Bolívar no quiso avanzar sus unidades de ataque  en el llanero Calabozo (campaña de 1819) y frente a las tropas inferiores de Morillo (maniobra de dispersión, supongo en cantidad, aunque lo dudo por el apego a la figura real borbónica que aún se mantenía en esos terrenos), afirmando entonces como hecho cumplido que “ello prolongó la guerra un tiempo más”, lo que no se puede prejuzgar dado lo complicada y engorrosa  de esa campaña bolivariana tan compleja.     En parecida duda por demás errónea viene a caer el prusiano en este caso inexperto en materias históricas, cuando agrega que la tregua acordada en Trujillo (11-820) fue hecha “a espaldas del Congreso de Colombia”, lo que representa  otro sofisma de baja estirpe, una falacia más, pues es sabido con amplitud las maniobras aportadas por Bolívar y su Estado Mayor para convencer a Morillo sin que ello implicara un desbalance en cuanto a la campaña emprendida, para lo cual tenía la autorización suficiente, como cheque en blanco, de las autoridades neogranadinas y del Congreso de Colombia. “Deseando los Gobiernos de España y de Colombia…”. Así comienzan los documentos firmados en Trujillo que contradicen los supuestos marxistas. Y siguiendo con la misma insidia Marx afirma en el trabajo mandado a escribir sobre la batalla de Carabobo (24-6-1821) que dentro de la estrategia bolivariana el Libertador quería una nueva tregua guerrera “la que rechazaron sus subalternos”.   Para mis adentros considero que aquello no pudo ocurrir como el prusiano lo da a entender, sin saberse las causas, ya que la campaña de Carabobo fue planeada con tiempo suficiente, en  sus pros y las contras, hasta los detalles, lo que no obsta que discutieran y se tomaran en cuenta las opiniones de algunos subalternos para el plan y ejercicio de la batalla, en lo que ya tuvo importancia estratégica y preciosa el admirado general llanero José Antonio Páez. Luego, en la continuación de los capítulos guerreros en que interviene Bolívar el alemán alega que los éxitos de la Campaña de Quito (1822) “se debieron a los oficiales británicos”, lo que en el fondo no llena los extremos de la verdad, pues para aquel entonces la guerra se había extendido de Colombia al Perú y por tanto muchos oficiales de diverso origen y rango (colombianos, venezolanos, peruanos, chilenos, bolivianos, argentinos, etc.) luchaban en pro del ideal libertario esforzándose para ello en la búsqueda del fin deseable. Igualmente el equivocado Marx  y refiriéndose a Bolívar sobre su actuación en el altiplano boliviano dice que para congeniarse más  con el general Antonio José de Sucre, a quien algunos por sus manera de ser cordial le llamaban “Toñito”, el caraqueño Don Simón a objeto de mejor avenirse con este oriental y admirable guerrero lleno de tantas cualidades personales que contrae matrimonio con la marquesa de Solanda, “permitió más las tendencias despóticas que el cumanés  utilizaba”, lo que considero infame asentar, porque cualquiera que conozca sobre la vida de este honrado, servicial, gentil, laborioso, diplomático, y de tantas otras cualidades que portaba, como en el caso previo a la batalla de Ayacucho, sabe sobre la falsedad y desconocimiento que tenía Marx en referencia a la figura del llamado con honor Gran mariscal de Ayacucho. Ahora, que pudo ser en la guerra duro de carácter, como debió pedírselo Bolívar, por ejemplo en Pasto, él obedecía órdenes no pudiendo dejar de cumplirlas. Pero esto es harina de otro costal  y para nada enturbia la figura abierta, íntegra y liberal del cumanés.
Ahora escribiendo de nuevo sobre Bolívar Marx repite ideas propias fuera del contexto real dentro de sus parlamentos con Engels y otros seguidores de la intimidad, afirmando por tanto que con la  “mise en scene” que pusiera Bolívar en el Congreso de Panamá (1826), donde muchos dirigentes se oponían a sus propuestas  al pretender unificar a Suramérica en una república federal “cuyo dictador sería el propio Bolívar”, por cuanto asentaremos que para aquella época ya andaban en curso corrientes antibolivarianas  diversas  y por distintos factores cuyo líder en eso que pretendía llamarse Colombia era el general Francisco de Paula Santander, aunque el caraqueño por causa de aquel conflicto sangriento y tan difundido permitió desviarse de los cauces para defender otros intereses propios que enseñaban apetencias y poderes dictatoriales, según deja entrever el  filósofo alemán. Pero cuando en 1826 intenta y luego realiza la marcha sobre  Venezuela proveniente desde Bogotá, para someter nada menos que al general Páez, quien como se dice en criollo tenía el toro cogido por los cachos (cuernos), es decir entiende que gran parte de Venezuela seguía al llanero Páez alegándose que el país ahora por cuenta de Bolívar era apenas un departamento de la Colombia construida por el terco Don Simón, por cuya causa en  mayoría eran opuestos a sus planes, lo cual  entonces “asusta” al caraqueño una vez que conoce esta realidad inocultable y bien coteja al ejército de que dispone Páez,  por lo que analizando a fondo  la crisis instalada Bolívar piensa retirarse  al extranjero con una pensión anual.
 Quiero dejar sentado ya para concluir este primer trabajo sujeto a una mayor profundidad en un futuro porque es claro comprender que tantas divagaciones, inexactitudes, errores sustanciales y otros defectos del texto que señalo no pueden interpretarse en su justa medida mediante un artículo como este falto del espacio suficiente y de la profundidad a tener, con que algunos ya lo han intentado y dejando para  mí cierto sabor agridulce necesario de explicar.         No es que yo quiera y menos aspire a deslucir la figura intelectual y desde luego teórica del empeñoso prusiano cuyas tesis ya han sido más que superadas, quien con sus ideas extremas  cambió la historia de la humanidad desde los trabajos iniciales del siglo XIX, que desgraciadamente dieron término en guerras continuas y millones de muertos, como ocurre en estos mismos días por obra de las confrontaciones  religiosas permanentes  según se puede entender. Porque ese tema así enfocado para estudiar y por demás extenso no fue de mis cabales pretendidas, de donde  se lo dejo a otros amantes de esos exámenes históricos. Para finalizar esta cuestión marxista sobre un hombre tan lleno de problemas y miserias que entonces lo entornaban y que ello en algo debió penetrar la pluma con que escribiera, aclararé que el texto de Marx por mí señalado y para todos, estuvo en abandono  cuanto como desconocido por tantos investigadores acuciosos entre legajos y papeles insertos en su pérdida, pero por obra de la casualidad fue descubierto en 1935 entre legajos mal puestos o acaso escondidos bajo  los conflictos sociales de aquel tiempo.   El texto finalmente fue publicado en Buenos Aires, en 1936, donde se demostraba esta tendencia antibolivariana, carácter de fondo y opinión que  cambia a favor del caraqueño cuando por obra de los sucesos ocurridos  con ribetes de tragedia interior sucedieron mutaciones dentro del pensamiento político de la URSS,  manteniéndose así los criterios de nueva factura hasta 1959, época con viraje sustancial  de mayor amplitud en que se critica confesando entonces esa posición absurda o antihistórica venida desde atrás y por ausencia de conocimientos y profundidad suficiente sobre la figura paternal de Simón Bolívar.
Para concluir esta suerte de réquiem frente a tanto de lo que se ha escrito en materia histórica añadiré algunas opiniones sobre Bolívar que en el siglo XIX se paseaban por las mentes extremas y liberales de Europa, como el caso significativo del anticapitalista Marx y su íntimo Engels, cuando el prusiano dice que las campañas castrenses de Bolívar “fueron un alarde de mediocridad”, o los arrebatos de ira que sufre el caraqueño, “que entonces se pone como loco”, siendo “incapaz de todo esfuerzo de largo aliento” (sic), y que su dictadura degeneró  en una anarquía militar.   El comentarista José Toro Hardy recoge también  fuertes expresiones marxistas sobre el oligarca caraqueño, cuando este prusiano expresa que era “bribón, inescrupuloso, aristócrata, y que las campañas exitosas que tuvo en Colombia y Ecuador se debieron a las tropas inglesas y no a Bolívar, remachando así lo de este “pequeño burgués de ideas reaccionarias”. Por su parte el economista y político José Guerra aclara que Marx considera a Bolívar como un traidor, cobarde, desleal, militarmente inepto, racista y dictador. Veremos, pues, cómo reaccionan los testarudos panegiristas de Marx sobre esos conceptos propios del silogismo y quién daña o confunde a quien en este torneo de gladiadores temperamentales. Porque la verdad sea dicha, aunque dure rato para comprenderla.
Ya de sobremesa para la buena digestión  de lo entendido agregaré que el famoso creador de “El Capital” tuvo una vida por demás agitada, donde fuera de ser dipsómano lleno de controversias, procreó tres legítimas hijas a quienes maltrataba por ser hembras y no les dio educación, que se suicidaron. Además, para sorpresa de todos y de quien aún no  lo sepa, tuvo una esclava fiel a su orden, “secretaria” sin ningún sueldo, que le dio un hijo natural (Freddy Demuth, al que nunca tomó en cuenta), llamada ella Helena Demuth (1820-90), agraciada, natural de El Sarre, a quien trató en tal condición servil y le dio ese hijo natural a escondidas de todos.
Ojalá ustedes apreciados lectores repasen algunos aspectos vitales del señor Marx para que se enteren por sí mismos de estos tremendos datos que aquí inscribo.
                                       
Caricatura de Bolívar y Chávez 
 Por lo que sé  con respecto a la devolución de nuestro Territorio  Esequibo ojo pelao con la Corte Internacional de Justicia, organismo que está controlado por Inglaterra. Recuerden el caso reciente sobre la increíble repartición acuática en Nicaragua.
También  estoy de acuerdo y por lo que represento en este mi país, con la creación inmediata del Estado Esequibo, el número 25, pues su no erección  sería como un contrasentido de la lucha desatada y ya emprendida con total augurio. Recuerden nuestros representantes diplomáticos  igualmente el cuidado a tener con la imperial Brasi, el caso de Roraima  y el tratado de Pirara (1904) que le dio luz verde a la vieja pretensión de ellos en en su salida atlántica (que se las dio el Presidente Caldera), el caso de Rupununi, como lo que pasó fijando límites con Venezuela  (dejan tres años esperando a la comisión encargada), ahora  la grave cuestión financiera de  Odebrech, la jugarreta  y otras salidas diplomáticas delicadas que luego trataremos  para apropiarse del río Branco. Recuerden pues que en eso Brasil son peligrosos. Ojo pelao, con las sonrisas de doble intención, cuando de un millón de kilómetros cuadrados de territorio ahora tienen ocho, y lo que se espera.  Gracias.