jueves, 26 de junio de 2014

UN VENEZOLANO PRESIDENTE DE COLOMBIA.



Francisco De Paula Santander.
 Amigos invisibles. Hurgando entre papeles importantes me he topado con un trabajo que publicara en el diario El Nacional de Caracas el 23 de diciembre de 1988, y que por su importancia vuelve hoy al tapete de las noticias a tomar en serio, porque con esto de la nacionalidad del presidente de la república  Nicolás Maduro Moros en que tanto se discute si es venezolano por nacimiento, o colombiano, y por ende si su firma tiene la validez requerida para dirigir el país, o como igual si lo encerca la norma constitucional que le impide ejercer tan alto cargo porque al no aparecer su partida de nacimiento pone en tela de duda y lo declara inhábil, o porque su madre es colombiana  con los resultados inherentes, y en fin, con toda esa parafernalia a que se ha sometido tal nombramiento  sin llegar hasta ahora a nada, y  por ello vengo a traer  de nuevo dicho artículo periodístico a la actualidad donde se demuestra que Venezuela y Colombia desde tiempo atrás guardan estrechos lazos que son indisolubles por tantas razones entre las cuales un nacimiento viene a ser cotidiano, ya que como lo explicara antes y para el caso recuerdo el hecho coincidente ante los miles de venezolanos que ahora viven en Colombia y están allá sembrando familias, y los cuatro millones de descendientes neogranadinos que habitan en Venezuela según estimaciones del último censo electoral (en Zulia, Táchira, Apure, Barinas, Valencia, centro del país, etc.), todo ello da pues motivo a refrescar el trabajo premonitorio de aquel tiempo hecho realidad y que como repito por la importancia que de él se desprende a los momentos actuales es bueno de tomar en cuenta una vez hecha la lectura correspondiente a objeto de sacar tantas cuentas y refrescar la historia tan necesaria para la tranquilidad común.  Y así lo digo, comienzo y termino.

  
Rafael Urdaneta.
   
Entonces no existían problemas sobre el “golfo”, ni Castilletes, ni la navegación fluvial compartida, ni el doloroso tratado López-Santos de 1941. Ya el maracaibero general Rafael Urdaneta había pasado por la presidencia de Colombia, la Grande, y estaba por ejercer la primera magistratura de Venezuela el general Ignacio Andrade, a quien llamaban popularmente “El Colombiano” o “El Cucuteño”, porque como se decía en comidillas nace en San José de Cúcuta y por no haber entonces partidas de nacimiento solo apareció su fe de bautismo  en aquella ciudad fronteriza, de fecha 31 de julio de 1839, y dado que no existieran actas  de fe natal  en Venezuela por aquella época, eludiendo el documento bautismal con justificativos y declaraciones juradas en Mérida se dio valor y mérito a que Andrade fue alumbrado por su madre en la Ciudad de los Caballeros. Eso sí, el mismo caudillo general Joaquín Crespo, que lo puso en el camino del poder, sabía de su origen colombiano, como lo expresó burlonamente en cierta ocasión y está escrito. Otro personaje a relacionar aquí por su valor es el colombiano que fue Presidente de Venezuela en 1868, o sea el general Manuel Ezequiel Bruzual, alto, de fuerte complexión y bigotes, costeño del Caribe natural de Santa Marta y nacido allí en el mismo año del fallecimiento de Simón Bolívar o sea en 1830, quien herido de combate falleció en la isla de Curazao por gangrena en 1868, valiente liberal de pensamiento y experto en los asuntos náuticos que tuvo una distinguida carrera política y de las armas antes de morir. En efecto Bruzual participa activamente en la Guerra Federal y sus presillas correspondientes al generalato las gana de manera honrosa en la cruel batalla  llanera de Santa Inés, por lo que con sobrada razón se le llamó “el soldado sin miedo”.

Ignacio Andrade.
            Tampoco vamos a referirnos a la legión de leguleyos, generales y retóricos que de aquel país fronterizo tuvieron influjo en el ejercicio de la Presidencia de la República de Venezuela, como los casos de Diógenes Arrieta, Alirio Díaz Guerra, José María García, Ricardo Becerra, Benjamín Ruiz,  (que llegó a ser Presidente de los estados Carabobo y Zulia), y hasta del propio José María Vargas Vila, intelectual de influencia palaciega (era su secretario privado) que pudo escribir de encargo una “autobiografía” de Joaquín Crespo, publicada sólo en dos ejemplares y para la cual el autodidacta llanero le pagó la suma de treinta mil bolívares, cantidad enorme para aquel entonces.

            ¡No¡. Ahora voy a referirme al ilustrado doctor Manuel María Ramírez Fortoul, un raro ejemplar de político binacional que trabajó tanto en el país hermano como en Venezuela, a donde llega a ser Gobernador de la Provincia de Mérida , en 1849, y en la que además ejerció el magisterio y el profesorado universitario por varios años, así como su profesión de abogado, siendo miembro de colegios profesionales de ambos países. En este tiempo y durante la época del cuarenta decimonona casó en Mérida con la mantuana  Teresa Monreal Roth, mujer blanca, de origen trujillano y pariente cercana  del ilustre político y escritor Ángel Carnevali Monreal, con ascendencias de Italia y Escocia, en quien tuvo dos hijos, que se sepa.

Manuel Ezequiel Bruzual.
El doctor Ramírez nació el 5 de mayo de 1817 en el actual estado Apure, entre  las anchas sabanas guerreras situadas en los bordes ribereños del los ríos Arauca y Apure y posiblemente por Achaguas, cuando sus padres Antonio María Ramírez, de ancestro barinés, y la viuda  Dolores Fortoul Jaimes,  trashumantes vivían en esos llanos cálidos cerca de las campañas militares  de José Antonio Páez y debido a la emigración de las familias patriotas, contándose allí el contingente andino. Vivió muy joven este liberal entre Bogotá y Cúcuta, y en el colegio jesuita y cundinamarqués  de San Bartolomé hizo el doctorado en jurisprudencia. Trabajó luego en aduanas, asambleas departamentales, como Gobernador de Santander y fue revolucionario (por lo que se asila en su propio país venezolano,                         -dígame- en 1841). Magistrado del Tribunal Superior y de la Corte Suprema de Colombia, era Procurador General cuando por ausencia  del santandereano presidente Aquileo Parra, autodidacto y enfermizo, debió ejercer la Presidencia de la República colombiana con todas las de la ley sentándose en silla virreinal para gobernar, convocando reuniones ministeriales y disponiendo órdenes a objeto de cumplirlas, entre el 22 y el 24 de diciembre de 1877, horas de mucho trajín aunque don Aquileo presuroso quiso comer tamales y ajiaco bogotanos en esa Nochebuena, otra vez como Primer Magistrado Nacional.

Alto, flaco, de ojos hundidos y frente despejada, la barba en cierre, al estilo francés, despierto y capaz, el llanero venezolano Manuel María Ramírez Fortoul tuvo el raro privilegio de ejercer el Poder Ejecutivo de Colombia, sin ser cuestionado, y murió tranquilo, en fría casa de parquet y maderas, en Bogotá, a los setenta y cuatro largos años de agitada vida, “rindiéndosele entonces las honras correspondientes, en ese día luctuoso que fue el 3 de marzo (mayo) de 1891”. Hasta aquí el trabajo publicado hace 26 años en el diario El Nacional, que por su interesante contenido de visión a futuro parece que fue ayer impreso. Pero dado que este recuerdo tiene una proyección más amplia voy a comenzar diciendo que así como colombianos por multitud  desde los tiempos perezjimenistas vinieron a Venezuela hasta el momento de la crisis venezolana que coincide con el despertar económico del hermano país, por otro campo del cuadrante y debido a los riesgos mantenidos en el hermano país por diversos conceptos como para criar familias, hoy muchos venezolanos que se calculan en trescientos mil han decidido instalarse en sitios tan importantes de Colombia como Bogotá y la ya numerosa colonia, llena de negocios venezolanos como de productos que allí fabrican (Polar, Locatel, etc.), o en la costa Caribe colombiana, con el geocentro de Barranquilla y las industrias venezolanas allí establecidas, o Medellín, Barrancabermeja, Cúcuta y la empresarial Bucaramanga, para no citar más, sin dejar el regocijo que sentimos en lo interior cuando conocemos que la capacidad de producción petrolera en Colombia ha duplicado (más de un millón de barriles diarios  de petróleo, sin contar el gas) en los últimos tres años debido al apoyo pujante de los técnicos venezolanos allí establecidos.

Manuel Ramírez Fortoul.
Pues bien, todo ese intercambio sanguíneo y laboral productivo que desde la formación de Colombia existe, arranca a partir de tiempos pretéritos, o sea desde el propio nacimiento bolivariano de Colombia y los desplazamientos familiares, porque si a ver vamos comenzando con el río Esequibo hasta las encumbradas y níveas montañas bolivianas una legión de tropas americanas se juntaron para morir viviendo en los escenarios de la libertad de nuestros pueblos, y pongo como ejemplos cimeros de colombianos aquí muertos en la defensa de sus principios a Ricaurte en San Mateo y a Girardot en Bárbula, haciendo patrias como las hizo Bolívar siendo Presidente primero de Colombia, o Rafael Urdaneta que fue el último Presidente de la llamada Gran Colombia, y así siguiendo hacia el Sur venezolanos al mando libertario del propio Bolívar y de Antonio José de Sucre que organizan al Ecuador, con la conocida gesta independentista de venezolanos en Guayaquil, y las presidencias hasta vitalicias de Bolívar en Perú, y de Sucre en Bolivia, aunque en ese camino tuvieran ribetes dictatoriales. Para cerrar este párrafo histórico entendible dentro de la vida siamesa que ambos países han mantenido bueno es recordar la tesis sustentada con fundamentos sólidos sobre que el rayano general Francisco de Paula Santander era venezolano de nacimiento, pues fue alumbrado en San Faustino de los Ríos (situado en la banda del río Táchira “forma propiamente una incrustación anómala  sobre el territorio venezolano”. Arbitramento, límites, 1887), territorio que entonces era parte de Venezuela, y después dicho general llegó a ser Presidente de Colombia.    Por manera que nada es de extrañar dentro de los cambios e interpretaciones legales y hasta constitucionales que ocurran sin conocer el fondo de lo pisado sobre el tema, pudiendo así tener como actual Jefe del Estado a un paisano político de oriundez humilde, autobusero de ocasión y ahora sentado con las prerrogativas de Miraflores, sin saber a ciencia cierta de éste si nació  más acá o allá de la línea fronteriza, lo que en el fondo salvo en lo constitucional no tiene la relevancia que pueden darle algunos, si es que lo hace bien, a favor de todos, reitero todos, los venezolanos porque lo que importa es la eficiencia en la gestión pública y aquella riqueza de las naciones tan pregonada por Adam Smith, bien entendida para ayudar al desarrollo del venezolano y sin injerencias extranjeras como el caso  patente de Cuba, que tanto se pregona.

José María Vargas Vila.
Por manera que hoy dos o tres décadas transcurren con suma ligereza y el derecho que tienen todos los venezolanos a aspirar mejorías es inalienable e imprescriptible, de modo que cuando nuestros nietos,  los de todos ustedes se pongan a cavilar allá por mediados de siglo sobre lo bueno o lo peor que haya ocurrido, no esperemos un trágico recuerdo que a nadie va a gustar sino a destruir, para que nuestra conciencia esté tranquila, porque así se los escribe un hombre que ha recorrido muchas partes del mundo viendo y cavilando desde su larga infancia y juventud, para con voz propia ayudar a que el país salga adelante sin traumas ni odios o rencores de ninguna especie.

NUESTRA GUAYANA ESEQUIBA (1).


            Área geográfica. Porque forma parte indisoluble de Venezuela es una extensa zona que abarca desde las aguas medianeras del río Esequibo, al Este,  hasta la cima del  turístico monte Roraima, al sureste del estado Bolívar, con una amplitud de 160.500 km2. que se agregan a los 916.445 km2 de su para unos total área geográfica, o sea 1.076.945 km2  (mutatis mutandis) desde la partición territorial con Colombia (Gran Colombia), por este lado fronterizo, sin contar aquí las divisiones territoriales y plataformas acuáticas por el lado Caribe y el Atlántico, que abarcan una suma mayor con la extensión marítima orinoquia. Esta es la realidad del territorio, sin afeites políticos, aunque algunos por diferentes causas piensen de manera distinta, lo que hasta prueba eficiente en contrario y sin atajos se respeta. De este extenso territorio esequibo solo en 1966 se recuperó la denominada isla de Anacoco, sobre el río Cuyuní.

miércoles, 11 de junio de 2014

ASESINATO VIL DEL PRESIDENTE DELGADO CHALBAUD.


(IMPORTANTE ACLARATORIA).   El trabajo histórico anterior de fecha 27 de mayo de 2.014 (“Un verdadero y grave enigma histórico”),  también de vil manera ha sido hackeado, en la primera vez, por manos interesadas, donde destaco los novedosos aportes internacionales de los  tratados de Trujillo de 1820. De manera muy sucinta me referiré a ello: 1) Se translitera y desvirtúan opiniones; 2) Se omiten más de diez lugares donde pueden existir las Actas  de los Tratados. 3) Se acortan explicaciones hechas; 4) En página entera eliminada se omiten los envíos de correspondencias probatorias de Actas y los despachos de información dirigidos al Sur continental; 5) Se desnaturaliza el sentido enigmático del trabajo; 6) Se eliminan datos  alusivos  como el de la Universidad de Indiana; 7) Se cambian detalles con sutileza y el aporte fundamental precursor de los tratados a los derechos humanos y el internacional humanitario. Por si acaso guardo copia del importante blog señalado y pido a GOOGLE  (Silicon Valley, Mountain Wiew, CA. USA) en favor de la ética averigue sobre este  ataque de piratas cibernéticos, por su importancia mundial como empresa reconocida.   

Ramón Urdaneta.

Amigos invisibles.  En verdad que recordar historias terribles ocurridas en nuestra patria, por obra de desaforados o de la política, además de ser vergonzoso enluta y da tristeza sobre aquellas épocas sanguinarias en que imperaba el salvajismo tan característico en Venezuela desde los tiempos de las guerras  incontenibles con que se fue formando un país y una  extraña manera de pensar. Porque sin lugar a dudas el hecho de haber muerto la mitad de los venezolanos en el tiempo de la revolución inicial que nada bueno trajo sino una república insegura, cuajada de caudillos sin rumbo y deshecha en el ser social  por obra de los desmanes, a las claras demuestra el disgusto de una vida plena de sinsabores, de modo tal que a partir de una investigación seria con conclusiones necesarias puedo afirmar que Venezuela dentro de su formación accidentada con todo un tránsito difícil ha vivido doscientos años de tráfago escabroso caracterizados por una etapa formativa que corre desde 1810, porque el año siguiente ya fue constitucional, en el camino andado lleno de precipicios nada menos que hasta el cambiante año 1936 cuando por consecuencia de generaciones nuevas que pudieron entrar en el retardo social aún viviente por obra y gracia de la incomprensión consuetudinaria, al fin y valga repetirlo,  a la muerte del tirano Juan Vicente Gómez se pudo encontrar un camino en zigzag novedoso por el que debió proseguir la nave del país una senda corta y formativa pero llena de angustias hasta cuando el 18 de octubre de 1945 con una inesperada revolución que allí se forma puede entenderse el desvelo ideológico aparecido y acorde con su tiempo, de la primera generación pensante  y ajena de mandones sobre lo que podía ser el diseño de un nuevo país  compuesto ahora por ideólogos y políticos de diversas tendencias, entre los que descollaban, por ejemplo, Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba.

Delgado Chalbaud y Rómulo Betancourt.
            Este despertar de un pueblo amodorrado  que inicia los pasos necesarios con la aparición de las nuevas tendencias provenientes de caminos sociales escogidos entre utopías dogmáticas como las que se corren con la instauración de aquello llamado comunismo, suerte de cortina de humo que desde 1917, incorporó a muchos incautos confiados en falsedades revolucionarias y montajes excluyentes, cuya repetición con prontitud decepcionante ocurrió igual en tiempos del fidelismo dictatorial, esa masa gelatinosa de ideas en curso promovida por la llamada en Venezuela generación del 28  se incorpora al país una vez instaurado en la silla presidencial de Miraflores el presidente general Eleazar López Contreras, quien ya venía de otro pasado trágico como fue la comedia del castrismo (Cipriano) en Venezuela, por lo que el conservador militar López Contreras no caía en trampas urdidas por aquellas mentalidades afiebradas que de un  principio quisieron embochinchar (alborotar) el país, aunque con el regreso de algunos exiliados valiosos se podía presumir que en esa materia de carácter político se estaba a las puertas de un verdadero cambio. Desde luego que desmontar el desgobierno retrógrado o no del período gomecista se hizo difícil por lo enmarañado de los planteamientos, donde no faltaron la aparición de odios escondidos, los deseos de venganza y toda esa suerte de dificultades por las que se debió andar en la difícil década de los cuarenta a los cincuenta, del historiado siglo XX.

Delgado Chalbaud.
            Pero lo que sí viene a despejar algunas dudas sobre el rumbo que seguía Venezuela para entonces, es la llamada Revolución de Octubre de 1945, inspirada por algunos y de acuerdo al momento del país, con ciertas líneas y proyectos de la ocurrido en la revolución rusa de 1917, desarrollados ya en parte mediante planteamientos foráneos de líderes de izquierda como Carlos León, Rómulo Betancourt, Salvador de la Plaza, Rodolfo Quintero, Pío Tamayo, Eduardo Machado, Juan Bautista Fuenmayor, José Antonio Mayobre y otros servidores de aquellas ideas socialistas que ya sabemos como fue su desastre final en tiempos de Mijail Gorbachov, entonces máximo exponente de la otrora Unión Soviética.  Y como producto de este nuevo cambio que se avecina con la desaparición del general Gómez aparecen en Venezuela nuevas figuras, entre ellas militares de escuela, que pronto tomarán relevancia en el seno de las fuerzas armadas y en la política actuante del país, cuando Marcos Pérez Jiménez y otros oficiales de trascendencia y no de montoneras aprovechan ese momento de despliegue para ver hacia el futuro de Venezuela, en cuyo caso óptimo encontramos al general Pérez Jiménez, que como todos saben y ahora se reconoce abre la puerta de una tercera Venezuela, la grande, la de las industrias y las minas, que en poco tiempo pudieron transformar con ímpetu el porvenir de la patria, aunque ahora, por causas ajenas a este trabajo de estudio los ímpetus han sido detenidos en el curso de su desarrollo.


Pruebas del magnicidio.

            Ya adentrados en el tema específico que ahora trataremos señalaré que dos figuras aparecen para hacer historia en este período de cambio por el que penetra el país en momentos en que dentro de principios democráticos sostenidos mediante una Carta Magna constitucional, andan en el tapete de los acontecimientos, y ellos son y descuellan desde luego los oficiales Marcos Pérez Jiménez, de quien ya me he referido aparte en este blog sugiriendo su relectura complementaria, y Carlos Delgado Chalbaud, el sacrificado dentro de este período de conflictos, hombre por efectos del destierro familiar formado en Francia y poseedor de una cultura polifacética que le hacía ver las cosas pendientes con cierta profundidad, como fue el caso patético de la traída del arquitecto francés Mauricio Rothival, quien sobre planes elaborados y estudios necesarios con su término diseña el plan de una Caracas del futuro, que comenzó a ser grande en esta época y luego fue detenida  por varios pecados capitales, de donde hoy Caracas en insufrible, agotadora, invivible, y todos los “in” que usted se pueda imaginar, en un marasmo e imposibilidad, casi sin solución, por ahora. Pues bien, Carlos Delgado Chalbaud, como producto de este acompasar histórico nació en Caracas, el 20 de enero de 1909, en casa de familia media alta y de reputación donde se distingue su padre andino en el mundo de la marina, y su madre caraqueña. Por efectos de ese nacimiento y seguida educación escolar el joven Carlos va consustanciándose con el medio que lo rodea, en una Venezuela entonces feudal y cerrada al desarrollo, mientras al padre del infante, militar Román Delgado Chalbaud, por varias causas cae en desgracia política en el seno de aquella sociedad asfixiante por el mando férreo gomecista, de donde la familia para resguardar intereses vitales debe salir con cierta rapidez del país y establecerse en París, donde habrá de vivir por largos años, mientas el padre Román continúa preso y el hijo se educa en los mejores colegios de Francia. Solo al cabo de una larga temporada y por mediación de la Iglesia venezolana el andino Román fue puesto en libertad por el astuto Gómez, cumpliéndose la predicción ante este generoso gesto, que Román iría al extranjero para preparar una invasión a Venezuela, lo que con letra exacta pronto ocurrió. Y tal cual había previsto el zamarro autodidacta Gómez, en Europa el padre de Carlos Delgado Gómez, o Chalbaud como firmaba en honor a su padre, va formando un equipo heteróclito por demás dispar, donde para el regreso a Venezuela abundan mentalidades de variada especie, apasionados aventureros y pocos del sentido castrense, ansiosos de pisar las playas del oriente venezolano, grupo al que se une desde luego el hijo Carlos Delgado, en desagravio de su padre, mientras al lento y viejo barco de transporte con dificultad se acerca a Venezuela, sin calcular aquellos ilusos que el gobierno gomecista a través del espionaje que maneja con detalles conoce lo del desembarco de esos comprometidos en tan loca faena, y cuando pisan tierra aquellos patriotas en Cumaná al oírse las primeras descargas de máuser y fusiles el jefe del armamento que se trae y sin recibir órdenes, novelista José Rafael Pocaterra, acaso con el terror de caer prisioneros decide lanzar fuera de borda  para perderse y hundirse entre las aguas  el valioso equipo de ataque que portaban, con lo que se inhabilita la posibilidad de avituallar algunos grupos ávidos de munición o armas que esperaban pacientes ese arribo, como los Aristiguietas, por lo que el desastre comienza con las fuerzas del régimen que se les oponen y termina el caer herido de muerte en Cumaná  Román Delgado Chalbaud, momento preciso en que todo se acaba, pudiendo replegarse algunos hacia el barco de espera, y entre ellos el joven Carlos Delgado, quien de inmediato con el resto de los tripulantes en derrota regresa a la base europea.

Marcos Pérez Jiménez.
            El joven Delgado Chalbaud no desperdicia esta circunstancia, porque de inmediato se inscribe en colegios superiores para seguir la carrera de Ingeniería que era la escogida por él, al tiempo que profundiza en su  cultura y hasta tiene tiempo de enamorarse de una muchacha enfermera de origen rumano, Lucía Devine, algo alocada por cierto, con la que luego contraería matrimonio. Los pormenores de la vida que ahora lleva coinciden con la desaparición física del dictador Juan Vicente Gómez, y como su sentimiento era el regresar a la patria vuelve a Caracas en tiempos presidenciales ya del general López Contreras,  y por propio deseo dada su inclinación familiar el 15 de septiembre de 1936 ingresa al ejército del país como capitán asimilado y desde luego que también como ingeniero graduado en Francia. López Contreras, hombre de ideales modernos, con la intención de mejorar las fuerzas armadas y excluir  aquellos oficiales que llamaban “chopo’e piedra”, resuelve enviar de nuevo a Delgado a París para que perfeccione estudios militares, siendo alumno de la Escuela Superior de Guerra, en Versalles, y con el diploma respectivo regresa a Venezuela  para enfrentarse a la ignorancia y la brutalidad, trabajando en el batallón de Ingenieros, en el Estado Mayor del Ejército, y como profesor en la Escuela Militar, siendo ascendido a mayor el 5 de julio de 1945. Con el carácter reservado y por demás culto, Carlos Delgado sabía que no podía ser bien visto por algunos trogloditas que figuraban en el ejército de entonces, lo que comienza a ceder guardando las distancias porque otros oficiales venezolanos son enviados a escuelas superiores con fines de una mejor instrucción, y en especial a la de Chorrillos en Lima, mientras comienza a hablarse de una suerte de internacional de las espadas promovida por el propio general argentino Juan Domingo Perón, quien se contagia de los planteamientos  fascistas de Benito Mussolini y del imperio colonial que éste fundara en África, por lo que luego de regresar a la Argentina  Perón comienza a regar ideas social militares por América con el fin de tomar el poder acorde con sus intereses. De allí que quienes retornan de aquellas academias militares latinoamericanas vienen contagiados con el virus y logias de esa subversión. Así las cosas estos oficiales del regreso pronto entran en contacto con políticos izquierdosos que aspiran derrocar el viejo sistema patriarcal, incluso al sacrificado general Isaías Medina Angarita, provocando de inmediato la llamada Revolución de Octubre, que con sus más, sus menos y la inexperiencia, viene a ser el primer movimiento de importancia social habido en la Venezuela inquieta, que en ello cambia la faz de aquel país en nebulosas, regado de petróleo aunque aún añorando las viejas estructuras medievales. Atrás como cabeza de todo ello emerge un político de nuevo cuño, coloreado en las intenciones que esconde, pero que debe buscar con rapidez y junto con las cabezas militares de la revuelta, a los nuevos hombres que piensan manejar los hilos del poder. Este va a ser primeramente un gobierno de transición, dirigido en lo político por el duro y curtido Rómulo Betancourt, mientras por otro lado existe la genuflexa  logia y casta militar, se crean nuevas organizaciones de servicio y aparece un personaje ligado a Rómulo Betancourt aunque achacoso y confiado que es el novelista Rómulo Gallegos, a regañadientes suerte de mampara para los intereses betancuristas, pero al que se escoge por su nombre público y así gana así la Presidencia de la República, quien de inmediato y para componer el Gabinete Ministerial en calidad de Ministro de Defensa designa al mayor “Carlitos” Delgado, joven inteligente que conociera durante el exilio por haberse hospedado en su casa catalana de Barcelona, cuando vino a visitarlo desde París.

Rafael Simón Urbina.
La situación en Venezuela continúa tirante estando los adecos (Acción Democrática) en el poder, con el malquistado Betancourt y su clique política, el bienquistado Gallegos, quien vivía del pensamiento mágico de sus novelas y un carácter a menudo colérico, confiando en Betancourt y Carlitos mientras en la calle corrían ya rumores de alzamiento de cuarteles entre toda esa caterva de militares desubicados, aspirantes a los negocios personales y deseando más trozos de poder, por lo que visto tal peligro el Ministro de Defensa Delgado Chalbaud se hace vocero de la situación ante el confiado Gallegos, explicándole poder llegar a algún entendimiento pacifista que se cifraba en ciertos cambios de estructura y el alejamiento político y necesario de Betancourt, a lo que se opone rotundamente el novelista de Doña Bárbara aduciendo que él era inamovible mientras tras bambalinas Pérez Jiménez comandaba el alzamiento a punto de estallar y el propio Carlos Delgado finalmente se adhiere a la situación imposible de retener, de donde el ser detenido Gallegos con los cuidados necesarios él y su esposa pronto son enviados al exilio, en La Habana. Entonces Delgado Chalbaud guardando la jerarquía militar fue designado por los complotistas insurgentes a la cabeza de la Junta Militar que se conforma el 24 de noviembre de 1948, sumando así Delgado y en su contra el rencor de los oficiales montoneros y de los adecos defenestrados. Carlos Delgado asume las riendas del poder militar en esta barahúnda inexplicable, llena de dificultades, haciendo planes de categoría hacia el futuro, mientras permanece tras al verdadero poder militar  Marcos Pérez Jiménez y su grupo allegado, como también regresan del exilio algunos venezolanos distinguidos y otros peligrosos como el llamado general Rafael Simón Urbina, coriano hombre de montoneras dentro y fuera del país (Santo Domingo, Curazao, Centroamérica, etc.) nutrido en las peleas de machete, revoltoso y macho a la vez, con pretensiones absurdas de poder, inescrupuloso, con deseos de que le devolvieran al dinero mal habido que le ha incautado la anterior Junta de Gobierno y por cierto conocido en los vaivenes políticos por Delgado Chalbaud y el recuerdo de su padre Román. Mientras tanto el sobrio y prudente teniente coronel Delgado Chalbaud habita una pequeña quinta de Chapellín, teniendo como vehículo propio un francés citroen que él mismo conduce, de otra cuenta se manejan otros hilos de poder, con los adecos expulsados queriendo retornar a la política, el avance de grupos partidistas como el de Jóvito Villalba, y una sorda pelea de todos conocida entre distintos militares en el que sobresale desde luego Marcos Pérez Jiménez, aunque Delgado en esto quiere permanecer, digamos, de bajo perfil.   

Aquí comienza  una nueva trama de este horrible y posterior asesinato por capítulos, porque las más bajas pasiones dinerarias  y hasta de complejo social se irán sucediendo como en el libreto de una impactante película de acción, pues el famoso “general” Urbina quien era conocido del padre de Delgado Chalbaud mediante las correrías antigomecistas que ambos dirigieron, para acercarse más a ese poder presidencial pretendía hacerse compadre del sereno Carlos Delgado, mientras que conocedor éste de quien era aquel personaje en mientes al pedirle que asistiese como “padrino” bautismal de uno de sus hijos, lo evadía en ello cortésmente porque comprende las intenciones negociales y monetarías que había tras del anzuelo, como se excusó Delgado otras veces en ese sentido, e incluso en nuevas ocasiones por cuestiones más apremiantes lo deja en espera de la cita en el palacio de Miraflores, de donde el irredento Urbina ante el desaire continuado entra en furia posterior que pronto se vuelve cólera enfermiza y casi de inmediato sin pensarlo dos veces piensa en asesinar a Delgado Chalbaud, para de esta forma cobrar la afrenta de desprecio que a su mente dislocada se atribuye. En esta fase diabólica de la trama mortal aparece otro complicado en la intentona que viene a ser el corrupto y nonagenario maracaibero Antonio Aranguren, amante de jovenzuelas, millonario por obra de amiguismos, bienes raíces y de las regalías petroleras,  ansioso aún de una tajada del poder político (incluso propone a Delgado un negocio sucio para la compra por el Estado de los vetustos ferrocarriles ingleses a punto de perderse), mientras Urbina cargado de hijos aún reclama los bienes quitados a él por Betancourt a través del Tribunal de Responsabilidad Civil y Administrativa. Toda esta bajeza de negocios sucios aproxima más a Urbina con Aranguren, quien posee entonces un record de conocidos del bajo fondo empresarial y profesional capaces de cualquier cosa cuando se antepone la famosa frase de “¿cuánto hay pa’ eso?”, lo que da como resultado que ambos tramen el secuestro de Delgado Chalbaud, para hacerlo renunciar expulsándolo a París.

Así las cosas con el dinero de Aranguren Urbina reunió a 23 asesinos a sueldo, y el 13 de diciembre de 1950 cuando en la mañana el presidente Delgado Chalbaud deja la modesta casa alquilada por el sector de Chapellín,  más adelante Urbina y los sicarios detienen el cadillac presidencial donde viaja Delgado, un edecán de apellidos Bacalao Lara,  y el simple fiscal de tránsito de escolta, al tanto que a punta de pistolas el presidente fue cambiado de vehículo, tirándosele en el fondo del asiento trasero del automóvil, mientras que con fuerza brutal  le arrancan las charreteras de sus hombros al tanto que irradiando rabia salvaje Urbina llama a Delgado con el despectivo nombre de “cabrón francés”, al tiempo que le espeta “tengo seis meses cazándolo, carajo”, mientras  Delgado y a sabiendas del destino corto de su vida le responde, sereno, “!asesinos, cobardes, así no se mata a un hombre¡”.  Al llegar a la quinta Maritza (propiedad de Antonio Aranguren) del siniestro magnicidio, en la urbanización Las Mercedes, se precipita el desenlace porque un sicario imprudente hiere en el tobillo a Rafael Simón Urbina, y el magnánimo Delgado a su lado con un pañuelo trata de contener la hemorragia, pero ante la furia de lo sucedido otros asesinos empujan a Delgado al interior del inmueble y a su edecán y allí mismo con rapidez el principal Domingo Urbina y otros le disparan cuatro balazos mortales, mientras Delgado se lleva la mano al estómago y cae de bruces hacia adelante, en cruz, boca bajo, muriendo casi de seguidas al tanto que cualquier reloj preciso marcaba la nueve y media de la mañana. Urbina luego se desplaza  a la mansión del abogado y compinche Franco Quijano, y de allí busca asilo en la embajada de Nicaragua, mientras que  a las dos y media de la tarde por la presión oficial  y el problema de la herida el coriano se entrega a la policía, que luego lo lleva a la cárcel del Obispo, para ser trasladado a las nueve de la noche a la Cárcel Modelo, pero como durante el viaje “opuso resistencia”, en el cerro El Atlántico fue muerto por los custodios de tal asesino magnicida.  Con este episodio final y en el mayor silencio se saldaron tantas traiciones y rencores habidos. Treinta días de luto nacional,  el collar post mortem de la Orden del Libertador y su ascenso a coronel no pudieron redimir todos los cabos sueltos con que aparecieran los lenguas al desgaire entre muchas conjeturas luego amañadas, como aquello de que quien lo mandó a matar fue Pérez Jiménez. Delgado Chalbaud amó ser mujeriego porque no era feliz en el matrimonio y dejó un buen recuerdo de su vida, a pesar de las envidias que además lo mataron a los 41 años de edad. Delgado Chalbaud es un ejemplo craso de la ignominia constituida y de la brutalidad imperante, en un país donde en verdad nunca había existido un magnicidio y pocos los intentos, pero dado que el tiempo pasa, se cuecen habas y somos amigos de personajes como Al Assad y Gadafi, no se sabe qué nos depara el destino. Como reza el proverbio romano sobre el hijo adoptivo ¿Tú también Bruto, matas a César?.


OJO: CON LA PRÓXIMA PUBLICACIÓN DE ESTE BLOG VAMOS A INAUGURAR UNA SECCIÓN PATRIÓTICA Y PERMANENTE LLAMADA  “NUESTRA GUAYANA ESEQUIBA”. ESPERO QUE USTEDES CON FERVOR LA DISFRUTEN.