miércoles, 19 de marzo de 2014

LARGO VIAJE POR EL MUNDO COMUNISTA.

        Amigos invisibles. 1. Para entrar de lleno en cuanto al nombre atractivo de este artículo de información vivida quiero dejar constancia que si bien refleja algo de mi postura intelectual y los conocimientos adquiridos, para nada tiene que ver con la política que viviera oportunamente y menos la que pude haber desarrollado con el transcurso de los años, porque como independiente de visión razonada en cuestiones que obligan a cualquier pronunciamiento interlineado soy capaz de asimilar hechos de actualidad y del pretérito, para poder vivir en paz con mi modesto entendimiento, sin estridencias ni menos acomodo, donde la imagen del vocablo amistad prevalece en lo íntimo expuesto, aunque para muchos esa razón personal antiestresante ahora es poco requerida, más cuando aún tal modo de ser lo considero como un baluarte imprescindible a tomar en cuenta para acceder a una paz interior, donde todos caben en igualdad de circunstancias, resultado que me ha permitido alcanzar algunas etapa de salud ideológica tanto como para en la barca de Caronte atravesar las más ineludibles circunstancias saliendo siempre a flote, que es mucho decir a estas alturas del calendario existencial y en la situación por la que atraviesa Venezuela, país de múltiples facetas atípicas y de lo que estoy seguro sobrevivirá proyectándose luego mejor instruida del temporal por el que se transita.
          Pues bien, utilizando este preámbulo explicativo quiero decir que mi existencia por el mundo intelectual que cobija la mente a lo largo de décadas, me ha permitido salvar tantas distancias e inconvenientes que algunos llaman piedras en el camino, lo que ennoblecido por un profundo deseo de conocer sacando experiencias de lo andado y del raciocinio en ello puesto, porque mis padres fueron diplomáticos, ese conjunto de prendas magistrales desde niño me concitó a sustraer del firmamento estelar una luz que conductora hacia el más allá de la sabiduría fue útil para llevar a cabo los ideales que siempre han estado presentes en el ideario cultural, lo que impulsara el espíritu a vivir períodos de tranquilidad o de impaciencia, cuando debí trasponer etapas necesarias para alcanzar los fines pretendidos. De aquí que desde la infancia y cuando tuve uso de razón fue naciendo un deseo de viajar expansivo para dentro del campo de la investigación in situ poder descubrir algún mundo vedado y atrayente que con los pasos andados nutriera el mismo interés que existió en Diógenes para así descubrir el mundo y su circunstancia. Con estos ideales sostenidos en las dendritas estudiadas por Leibniz un buen día de juventud temprana partí desde Caracas para con la imaginación racional y el buen sentido que me acompañaran instalarme en París, entonces la capital del mundo, así  cumpliendo la mayoría de edad, que para mí fue a los  21 años, tiempo de buen soñar como de mejor aprender. En ese escenario de la cultura mundial puse interés en darle vida a las bases de lo que siempre llevo por dentro, pues fuera de mis serios estudios universitarios comencé a fraternizar con diversos jóvenes del planeta que allí coexistían, de modo tal que ese primer encuentro de culturas lo considero trascendente para la formación desprovista de fronteras y muchos menos de gríngolas. Algo parecido a la filosofía sartreana, llenando entonces conceptos filosóficos del ser en el debate, que igualmente surcaban en aquel tiempo parisino (en verdad parisiense), bullía en mí desde cuando comienzo a conocer quién soy y qué represento a través de las noticias sorprendentes de la Segunda Guerra Mundial, hechos cartesianos que abrieron otro campo de acción en el pensamiento formativo, porque la palabra marxismo, suerte de religión mística y laica en boga por la época, tenía una connotación elaborada para admirar dentro de aquel mundo pragmático e idealista que se viviera en el París de los pasados años cincuenta. De aquí que con los motores imaginables encendidos desde entonces pensé diferenciar la realidad kantiana de la ficción novelística en cuanto a qué era el mundo comunista, representado entonces por la enorme Unión Soviética rodeada de satélites, con sus pros y mayores defectos, para así mantener en paz mi espíritu social sobre eso que algunos llaman sabiduría del entendimiento, porque desde luego siempre he sido tranquilo, adecuado a los tiempos, aunque la prevención la he llevado delante como coraza defensiva y cual espada de Damocles que acaso sostuviera el buen ser creyente del arcángel Miguel ante el malévolo enemigo y Satán tenebroso. En esos días europeos pude leer el libro lacerante “La noche quedó atrás”, de Jan Valtin, que impulsó más la vela para convertirla en otra suerte revelada  de Cristóbal Colón.  Por esta simple conclusión comienzo un  camino al mundo enigmático asistido de un razonamiento adecuado y contra el serio temor de algunos a quienes comentara mi primer tránsito por la cortina de hierro.   
2. Con la cabeza ilusionada  en diciembre de 1951 salí desde París, emprendiendo la ruta a través de Suiza e Italia para seguir a Trieste, puerto adriático donde aterido de frío debí pasar sentado una terrible noche en la vieja y sonámbula estación de tren, para luego continuar en cierto vagón yerto, con las puertas abiertas al viento invernal y casi colmado de soldados que esperaban la invasión estaliniana a su territorio, siguiendo en ese camino infernal hasta Zagreb, bella ciudad croata cubierta de abandono y temor, donde comienzo a entender la realidad  del mundo titoista en que la gente pobre apenas vivía, mientras el que esto escribe se hospedaba como rico y por cualquier escaso dinero sin circulación en el suntuoso y alfombrado mejor hotel de la ciudad, el Balkan, donde por cierto únicamente morábamos dos empresarios venidos de Milán, y yo.
 
Con la tristeza a medias de aquel primer contacto, incluso personal, por la vía ferroviaria continuo hasta Belgrado, capital serbia algo reconstruida del combate antinazi, donde también encontré miseria arrastrada por la guerra anterior, desventura y resignación para evitar nuevas matanzas, mientras todos los hombres vestían traje grueso de soldados, ante la hecatombe soviética que se veía venir y que por circunstancias políticas sobrevenidas no ocurrió. De aquí con estos ejemplos a la vista como realidades que me conmovieron, embargado de la pena vivida regreso a París, por vía de la señorial y paralítica Viena, donde por cierto me hospedo pocos días a una cuadra de la Kommandatura soviética, cuando esa capital timorata y callada permanecía dividida entre las cuatro potencias triunfantes de la guerra mundial recién concluida. Años después y ya como Presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela, de nuevo allí en Belgrado me detuve para asistir a un Simposio internacional de Escritores, cuando´ proveniente de Sofía, donde había asistido a un Congreso de Escritores que albergara algunos cuatrocientos invitados, almorcé en esa capital con el distinguido y amable embajador venezolano Moisés Moleiro, y cuando también pude vislumbrar cierta mejoría de aquel pueblo y país, todavía sumido en lo melancólico de la situación embargante que soterradamente los eslavos no aceptaban pero que entonces era como de imperioso respeto.         3. Otro recuerdo de estos años corrientes y referidos a mi estancia detrás de la Cortina de Hierro, como así la definiera Winston Churchill, se retrotrae al verano de 1953, cuando luego de los exámenes universitarios sostenidos en la alpina Universidad de Grenoble, durante esa canícula temporal decido viajar por Insbruck para luego alojarme en la imperial Viena, con la seria intención de entender el idioma alemán. Y sucedió que dentro de los pocos latinos que alguna vez nos reuníamos  en los cafés vieneses, o en el bello paisaje cervecero de Grinzig, al que luego dedicara un poema, en cierto momento un amigo de confianza me dijo que si yo no iba a participar en el Congreso Mundial de la Juventud que en los días siguientes se desarrollaría en Bucarest. Y como apuntó este amigo, sin mayor problema fui a la Embajada de Rumania para obtener la invitación con la fecha de la hora y el tren que en lento recorrido me llevaría hasta Bucarest. Por fin en aquel transporte ferroviario lleno de humo que duró rodando todo un día, la tropa de muchachos invitados y de distintas ideologías, como lo pude entender en algunas conversaciones, aunque desde luego muchos comunistas, llegamos al destino deseado, donde se nos hospedara en lugares previstos para tal congreso mundial. El primer día lo dediqué a comprender el objeto del Congreso, con las consignas de izquierda acostumbradas y otros temas mantenidos a nivel internacional, que es cuando comienzo a preparar lo que pudiera hacer al segundo día para conocer aquel país danubiano que había sido de mucha importancia antes que Anna Pauker y luego el consabido tirano Ceaucescu tuvieran las riendas del poder y de la destrucción. Mas como se entra en el período de lo imprevisible mi sorpresa fue mayor cuando en el Congreso encontré a dos amigos universitarios de Grenoble, ambos italianos (la mujer había visitado poco tiempo antes al Rey Humberto de Italia, en su exilio de Niza), y que por la confianza y el plan esbozado al día siguiente emprendimos un viaje hasta la costa, a la importante y portuaria Constanza, sobre el Mar Negro y su playa solitaria de Mamaia, en que fuimos bien atendidos al descubrirnos en el intento por una esbelta ayudante joven que desde luego pertenecía al régimen, llevándonos entonces a almorzar en cierto restaurante de la marina rusa allí establecida, donde se sentó casi al frente un grueso almirante de aquel país. Dos días después los tres repetimos la hazaña desplazándonos en igual forma a las montañas cercanas a Hungría, a Sinaia, lugar de caza de ciervos por el destronado rey Carol con la amante Lupescu y donde visitamos el bello Palacio Real, que se clausurara para todo público. Al retorno a Bucarest los mosqueteros atrevidos nos despedimos para regresar a Viena luego de la semana del Congreso, mientras en el tren lento donde viajaba conocí a dos profesoras chilenas que habían ido como yo para informarse de la situación, y de esta conversación amena partió mi idea de quedarnos en Budapest, porque allí paraba el tren, de donde cada uno por su cuenta decidió bajar y con el poco equipaje portado encerrarse en el cuarto de baño hasta que se oyera el pito de la partida de dicho transporte, que fue cuando luego nos reunimos y avisamos que el convoy estudiantil nos había dejado porque estábamos en el baño. Y créase o no por las autoridades, fuimos conducidos a un hospedaje para esperar el tren del día siguiente, por lo que los tres avispados pudimos andar y conocer muchos lugares de la bella capital húngara del Danubio, con lo que el trío unido coincidimos en la suerte de  miseria que se vivió en aquellos países y por cuyo motivo allí pronto aparecieron los nuevos líderes anticomunistas Imre Nagy y Pal Maléter y el cardenal de Hungría, József Mindszenty (a quien pude conocer en la Iglesia Chiquinquirá de La Florida, en Caracas, pocos días antes de morir), prelado que se salvó de la masacre desatada al exiliarse por largo período en el interior de la Embajada americana establecida en  Budapest.
4. Años pasados y dentro de la vida gremial que llevaba  como Presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela, la Sede Central de estos intelectuales por mi intención de puertas abiertas se colmaba de público y de miembros, de donde en esas reuniones acostumbradas tuve ocasión de dialogar con muchos diplomáticos de los países del Este, vinculados desde luego en sus teorías políticas con algunos socios de la institución que por obra de ese contacto intelectual fueron haciéndose amigos, como de confianza, y cito entre ellos a la Unión Soviética, con quienes como Presidente firmé un tratado de colaboración, que permitió el arribo a Caracas del jefe de la Unión de Escritores Lituanos y la visita gremial del reconocido poeta Eugenio Evtuchenko, a quien desde el hotel en que lo hospedáramos en Las Mercedes viajó conmigo hasta Valencia para embelesar con poesía a los presentes, mientras en la cordialidad hablábamos demostrándome su disidencia con respecto a ciertas posturas políticas emanadas del Kremlin, lo que le posibilitaba alguna independencia de trabajo y viajes al extranjero correspondientes a su figura mundial que, por ejemplo, le permitía reunir enormes concentraciones de oyentes de esa timbrada voz, por decir l5 mil o más, lo que le hizo una suerte de intocable dentro del régimen. Pero como voy narrando la amistad diplomática ello me dio pie para aprovechar las buenas relaciones mantenidas al extremo que en las vacaciones judiciales de 1982 solicité ante cada uno de los países comunistas y por separado, (salvo Albania, que no me interesó) la obtención de una visa para visitar oficialmente a los tovarich o camaradas de esos países soviéticos, lo que de inmediato se me concedió, de donde preparo equipaje y pronto inicié el largo viaje que por Holanda me llevó a Berlín Oriental. A esta ciudad la había conocido en la primavera de 1952, cuando viviendo en París hice una fugaz visita que me trasladó a los países nórdicos europeos, por lo que desde Hamburgo en avión de cuatro hélices viajo al aeropuerto Tempelhof, en la zona americana de Berlín, capital de ruinas históricas donde paso varios días intensos de conocimiento, y después regreso a Hamburgo por el mismo corredor aéreo donde días atrás ocasionado al desvío del avión de la Pan American de dicho corredor que sobrevolaba territorio en manos rusas, fue abatido por cazas soviéticos, muriendo todos los pasajeros y la tripulación.      
           5.   Provisto así de los respectivos visados, salvo el de la Unión Soviética que me sería entregado en Varsovia, aterricé esta vez en Berlín Oriental, donde estuve con los escritores alemanes muy de pasada, o sea en una sola entrevista, por ser tiempo de canícula, de donde muchos estaban fuera de la ciudad. Sin embargo, fue momento oportuno para estrechar alguna relación con la bailarina de ballet y embajadora (María Enriqueta) Nena Coronil, con quien junto a su marido Pagelson almorcé en algún restaurant del sector oriental. Luego de la visita lógica a grandes edificios históricos, como la Catedral, que muchos aún se encontraban en ruinas y como iba para aprender sobre diversos aspectos acuciantes y sus dirigentes, decidí bien pensado no utilizar el cupo del boleto que tenía para continuar  por aire, sino que resuelvo adquirír un ticket de transporte saliendo de Berlín rumbo a Varsovia, pues deseaba atravesar por tierra la franja fronteriza que siendo parte de la cuenca del Oder, en ese lugar se había iniciado la Segunda Guerra Mundial, sitio donde se divisaban aún ruinas militares, y así siguiendo llegué de tarde a la inmortal Varsovia, reconstruida totalmente como antes era y donde me esperaba en la vacía estación ferroviaria el excelente embajador de Venezuela, Antonio Casas Salvi, vinculado a mi persona por nexos regionales y quien estaba al tanto de mi arribo, porque prevenido había informado a nuestra Cancillería de Caracas, los puntos y señales a transitar por el largo viaje en las entrañas del mundo comunista. Al día siguiente de  mi llegada con Casas fui a la recepción de despedida del Embajador español Sangronis, quien años antes había prestado servicios en Caracas, y donde por cierto conocí la muerte de mi gran amigo universitario Julio López Oliván, quien luego de dirigir la agencia de la línea española Iberia en París, fue ascendido al máximo cargo de Gerente General en España, donde falleció por derrame cerebral. Como quiera que debía recibir allí la visa soviética solicitada en Caracas con la aceptación respectiva, en dos oportunidades fui a esa Embajada en Varsovia, mientras me informaron que nada había llegado, y por tanto como era fin de semana, el amigo embajador Casas me sugirió fuera a Cracovia, en avión Antonov,  donde me maravillé con el cuido que se tiene al detalle de una ciudad antigua y algunos aspectos del papa Juan Pablo II,  nacido en los alrededores de esa capital.
         De vuelta a Varsovia y porque aún no se recibía la visa aprobada en Caracas, el embajador Casas ante el problema que tenía para continuar dicho viaje aéreo, me afirmó en lenguaje coloquial “Mira, Urdaneta, si hoy no llega la visa de Caracas llamaré al embajador nuestro en Moscú, para que de inmediato obtengas una visa oficial por solicitud del gobierno de Caracas, pero para salvación del impasse muy de mañana visaron mi pasaporte los funcionarios rusos y así pude continuar hasta Moscú. Llegué en la medianoche a uno de los cuatro enormes aeropuertos que circunvalan la ciudad, para luego tomar un  taxi que en cuarenta kilómetros me acercó hasta el Hotel Russia, con cuatro mil habitaciones y sus radio escuchas respectivos, detrás de la Plaza Roja del Kremlin y la catedral de San Basilio. En los días subsiguientes sostuve una apretada agenda, en  cuyo caso me acompañó el amigo y traductor Yuri Greidig, a quien antes había conocido en Caracas junto al amigo y Agregado Cultural Andrés Braguin. Con este buen interlocutor visité la enorme Sociedad de Escritores, establecida en un palacio expropiado a la nobleza Romanov, donde almorcé en medio de tallas de madera impresionantes, y en ese mismo camino de conocimiento visité la tumba de Lenín, las bellas y ortodoxas iglesias existentes en el Kremlin, la famosa galería de pinturas Tetriakov y asistí a  la presentación de una ópera, “Ivan Gudinov”, en el teatro del Kremlin, que podía albergar 4.000 personas, como también fui huésped para una cena hogareña a la que me invitara el distinguido embajador nuestro Guido Bermúdez Briceño. En esos ocho días que transitara en el máximo país comunista, al que una década después con sus filisteos se encargan de derribar los personajes Gorbachov y Yeltsin, realicé dos rápidos trayectos de conocimiento, uno por ferrocarril hasta San Petersburgo, para conocer la bella ciudad del Neva, donde siempre acompañado de la bella funcionaria Larissa visité algunos sitios de pintura, por lo que adquirí un cuadro melancólico de la antigua Russia, alguna casa residencial de conocidos escritores, como la del afamado Alejandro Pushkin, el palacio de invierno de los zares, construido de diversos mármoles jaspeados, que hoy es el inmenso museo Le Hermitage (por cierto allí encontré un retrato del general Pablo Morillo, desconocido en Venezuela) y luego  viajé en ferry por el inmenso río citado, para conocer el palacio de verano de los zares rusos, lleno de ingenuas atracciones, y a fin de culminar este trayecto, frente al noble hotel que me hospedaba, en cercano sillón especial fui invitado para oír a la Sinfónica de San Petersburgo, concierto sublime que de verdad extasió mis oídos, como pocas veces me ha ocurrido.
 
      Una vez ya de vuelta en Moscú Yuri Greidig me preparó para al día siguiente viajar hasta Alma Ata, entonces capital de Kazakhstan, a cuatro horas de vuelo en el avión Ilyushin, tierra de las mejores manzanas que he comido  y cerca de las grandes instalaciones militares de la era espacial rusa,  como de las montañas himalayas, para así retribuir y de acuerdo con el convenio firmado, la visita de mi amigo Kalthay Ulujamedzkanov, presidente de los escritores kazajos, quien nos visitara en Caracas con poca antelación. Kalthay por cierto junto a su distinguida esposa y médico, de origen chino, me ofreció un verdadero agasajo de alta categoría donde en una carpa beduina instalada en el jardín de su residencia me ofreció una fiesta íntima rodeada de carnes y múltiples postres, que no puedo olvidar, como también obséquiame una bata de lujo acaso mongol y preciosamente bordada sobre pana, que guardo con enorme cariño.
6.  Regreso a Moscú de este largo periplo para al día siguiente viajar a Sofía, en Bulgaria, donde me hicieron otro recibimiento inolvidable, tanto los escritores (un libro mío iba a ser editado allí, lo que se frustró ya en este trajín con la caída de la Unión Soviética) como nuestro embajador allá acreditado, Eduardo Morreo, quien como intelectual me atendió con fino agasajo en la embajada, mientras yo viajaba hasta la ciudad de Plovdiv, en la vía mahometana hacia Estambul, donde residiera el reconocido poeta galo Alfonso de Lamartine, en tanto que con el uso de otra oportunidad de las varias que tuve, acompañado de traductora por tierra y en tiempo de un otoño impactante, pude conocer el preciado y satánico Monasterio de Rila, sobre cuyo cenobio medieval escribí un trabajo alusivo. Valga aquí hacer memoria que desde Caracas asistí en tres oportunidades al Congreso Mundial de Escritores (en el Segundo encuentro, donde conocí a Jorge Amado y a Juan Rulfo, estuvo también el poeta venezolano Luis Pastori), que anualmente reunió en Sofía algunos cuatrocientos conocidos literatos, donde por cierto presidí una mesa de trabajo, bajo la conducción del excelente caballero y Presidente de los Escritores Búlgaros Liubomir Letchev, tiempo que en grupo, incluida mi amiga Lada Galina, fuimos recibidos en palacio por el presidente Todor Zhivkov, y al cuarto encuentro, suspendido, no pude asistir por el desmoronamiento de la Unión Soviética, que repercutió en aquellos festivales. Para cerrar mi permanencia allá almorcé con el amigo Ivan Satchev, a quien conocí en Caracas de Agregado Cultural y estaba ya jubilado, siendo oportuno también recordar a la excelente persona que es Kiril Kirilov, luego embajador búlgaro en Buenos Aires y con quien me reunía algunas veces para almorzar o a cenar, en Caracas. Otro búlgaro inteligente que ascendió a embajador de su país en Caracas, fue mi excelente amigo Slabomir Guerguiev, su esposa Mariam y su hija Cristina, con quienes nos reuníamos algunas veces al año. Slabomir, falleció inesperadamente en Caracas por infarto, en la avenida Francisco Fajardo.
         7.  En el vuelo de Balkan Air Lines seguí el viaje hasta Bucarest, donde me recibe la embajadora venezolana y gran amiga poetisa Lucila Velásquez, quien me acompañó en buen trecho de mi andar rumano, como fue la visita a la Unión de Escritores (por cierto me esperaban para incorporar algún  poema propio en la edición de la revista gremial), establecida en bello palacio expropiado anteriormente, e incluso en su residencia la diplomático ofreció un almuerzo para agasajarme, junto a distinguidos escritores invitados.
De ese país agradable seguí camino a Checoslovaquia, la primaveral y libertaria, donde en Praga, exquisita ciudad, fui hospedado en la suite de lujo de un hotel reservado para altas figuras comunistas (Praga era un centro de primera fila en el acontecer marxista mundial), con  jardín particular y una bella vista sobre Praga (por cierto cuatro canales de televisión, o sea de Praga, Moscú, Berlín y Varsovia tenía a mi mandar, como algo increíble en el mundo soviético), hotel escogido para las visitas de trabajo de jerarcas comunistas que visitaran el país, pues esta bella ciudad era un centro por demás importante de los destinos marxistas intelectuales de Occidente, que en ocasiones allí se congregaban en congreso, coordinado lo correspondiente a Venezuela por mi buen amigo y profesional hoy fallecido, Jerónimo Carrera Damas. En dicha ciudad cuna de Juan Hus fui atendido por una dama cincuentona que me acompañaba en todo momento de la visita, quien por cierto al final me comentó no era de pensar comunista. Luego de visitar esta urbe extraordinaria que es una verdadera joya del pasado, en unión de la señora que menciono me trasladé hasta la Mansión de los Escritores checoslovacos, fuera de la capital, donde podían vivir a su guisa, mientras prepararan escritos de vuelo intelectual e incluso para realizar algún trabajo encomendado a su sabio entendimiento. En este tour suburbano fui acompañado también del poeta caroreño Alí Lameda, bardo de altura quien fungía como Agregado Cultural de nuestra embajada, en la que por cierto era Embajador mi amigo de la caraqueña nocturnal Sabana Grande, y político como también periodista,  Orestes Di Giácomo. Para cerrar este capítulo checo debo indicar que fui invitado para tal visita principesca por el reconocido novelista Jan Kósak, Presidente entonces de los escritores checoslovacos,  al que encontré en el Congreso de Sofía y antes había estado en mi hogar caraqueño, con quien entonces departiera bajo un manto de cordialidad.
8. Desde Praga volé a Budapest en un segunda visita, donde la Unión de Escritores me recibió con vehículo y chofer a la puerta del hotel, para los desplazamientos que requiriera, mientras me reuní con escritores diferentes, como fueron los encargados de la Editorial Albatros, y no pude encontrarme con el embajador Juan Uslar Pietri porque andaba fuera de ese país, aunque recibiera muchas atenciones del personal de dicha embajada, y por otras causas descubrí que el gran comercio paralelo y prohibido con monedas del Comecon, allá tenía su asiento .
9. Finalmente en avión con destino de Zúrich por el aeropuerto de Praga y no de Budapest inicio otro vuelo para abordar un avión de Suissair, que desde Zúrich me trasladó de nuevo a Caracas en este largo periplo observador, el que creo que en la forma expuesta y tan llena de secuencias particulares nadie había podido realizar, porque además de que era difícil penetrar en la Cortina de Hierro, que por excepción admitía esta hazaña, yo pude viajar a las anchas por este entonces imperio ideológico que repito nadie y en mi condición de escritor, pudo hacerlo en un solo y largo viaje. Para dar término a esta amplia y explicativa crónica debo señalar, además y como lo señalara antes, que respeto las ideas personales para un buen entendimiento, pero que nunca fui comunista o cosa parecida, porque en el fondo esta idea por ellos expuesta y para conquistar el mundo, no me llamó la atención al ser caduca. Ah, y si desean algo más de lo explicado sobre este famoso viaje deberían consultar mi libro “50 veces yo”, editado en Caracas el año 2.005.
10. Se me olvidaba expresar que he visitado en tres oportunidades a La Habana, la primera vez cuando aquello no era comunista, el año 1958, a mi regreso de Europa, tiempo del general Baptista en que La Habana era centro internacional del turismo diurno y de la vida nocturna, y luego en el mundo social marxista del país fui invitado a celebrar los 25 años de la nueva literatura cubana, y después como miembro de la Unión Latinoamericana de Juristas, del Capítulo Venezuela, cuando almorzara
en el este de Caracas en compañía de mi paisano y buen amigo Arturo Cardozo, con  ocasión que el doctor Menelao Mora, alto directivo de la misma, visitó a Caracas con el fin de convocar  a una reunión internacional sobre temas jurídicos de actualidad a desarrollarse en 1987. Fuimos por Venezuela delegados como invitados especiales, o sea los jueces doctores Abreu Burelli, Pedro Elías Hernández, a quienes se uniera Fermín Toro Jiménez, y yo, además de otros 42 abogados acompañantes. En el agasajo que se nos ofreció en el Palacio de la Revolución pude bien estudiar la personalidad de Fidel Castro, como así lo expuse en el libro “50 veces yo”. Y fui además invitado a un simposio en La Habana sobre problemas monetarios en América Latina, al cual no pude asistir dado que en Caracas y la fecha coincidente había un Congreso Internacional de Escritores donde yo debía estar allí presidiendo tal evento, como Presidente de la invitante Asociación de Escritores. That´s  all.

domingo, 9 de marzo de 2014

EL PROMINENTE REINO DE LOS CUICAS (IV).

Al cronista, historiador e investigador Alí Medina  Machado,
Profesor de la Universidad de  Los Andes (Trujillo). Dedico.

Alfredo Jahn

             Amigos invisibles.  Como continuación de este trabajo que trata de los indios cuicas trujillanos y ya para darle un final feliz hemos tratado diversos tópicos que les son entrañables con lo que podemos darnos una idea de su conformación social, como el desarrollo adquirido por estos aborígenes y donde existen relaciones sustanciales con la cultura muisca, entre otros planteamientos aquí hechos sobre la geografía, genética, el impacto acaecido por la penetración española, aspectos poblacionales y de familia, la vida en sociedad, la temática  agrícola, su indumentaria y el trabajo manual, la medicina, el campo de su visión guerrera, la importancia de los caciques en las tribus, relaciones mercantiles de su comunidad, una mirada  antropológica, la importancia legendaria del mohán y la religión en sí, mientras que a partir de ahora abarcaremos otra visión de conjunto para llevar a cabo la propuesta emprendida.
                         
                           EL MINTOY.
             Este nombre genérico cuicas  abarcaba una serie de sitios escogidos que podían servir  de silo, granero, osario, cueva sepulcral (misá) y santuario, emplazamiento este reverencial que establecían en lo alto o prominencia de los cerros, y hasta de habitación para algunos indígenas, considerando que en investigaciones arqueológicas se han descubierto más de 32 cavernas identificadas, y de grutas también. Como cementerio de uso comunal, salvo en casos parameros cuando estaban dedicados dichos lugares de ofrenda al culto de los ídolos heréticos y no de sepulcros, estos sitios sirvieron para dar sepultura a los naturales junto con algunas pertenencias y comestibles, en el viaje sin retorno hacia la eternidad. En homenaje y profundo respeto a los antepasados y a la muerte, “primogénita de la noche y hermana del sueño”, a los recién fallecidos (knach) como hecho normal se les enterraba en forma sedente o en cuclillas, dentro de grandes botijas alfareras o urnas de barro, y en el caso de los prisioneros mediante la condena a sufrir se los sepultaba vivos.

             Osarios indígenas se han encontrado  en las alturas de Miquinoco, Esdorá, Siquisay, partes bajas de Niquitao (montaña venerada  por ser la más alta de la región), Durí, Visún, Chejendé y otras. De igual forma recordaremos algunos santuarios o adoratorios cuicas de importancia: Mocoy, Siquisay, Mitán, Visnajacito, Castil de Reina, parte alta de Niquitao, Cordoncizal (cuya cueva adoratorio tiene cuatro departamentos y en una de esas habitaciones altas caben hasta cincuenta personas), Escorandí, y la profunda cueva carachera de Kaneva. Como otras cavernas o grutas descubiertas, donde se han encontrado algunos objetos utilitarios cuicas y de importancia, señalaremos las de La Chapa, páramo de Los Linares, Teta de Niquitao, La Peña (Agua de Obispos), Los Muñecos (Escuque), Tuñame, Cuchillo (Santa Ana), La Candelaria, La Quebrada, Peña Colorada, La Pilaria, Gendé (con varias grutas), y la Cueva de Santo Domingo, donde se encontrara un porta ofrenda con figura de cocodrilo, cripta que en algunas partes interiores tiene seis metros de altura y la que alberga  varias galerías, con paredes pintadas. Dentro de las numerosas excavaciones hechas por especialistas, otra zona arqueológica en estudio es el sitio betijoqueño Los Tiestos.


                       Es necesario traer ahora al recuerdo que en muchos lugares del territorio cuicas se han encontrado numerosos
Rafael Maria Urrecheaga
ídolos, muñecos, vasijas, adornos, tiestos y otros utensilios cuicas, que luego de pasar por manos particulares de preferencia hoy se hallan integrados en colecciones privadas y en museos nacionales y extranjeros. Por ejemplo en este andar aborigen el año 2.013 la conocida londinense galería Sotherbys sacó a subasta varios objetos provenientes de la cultura cuicas, a lo que el gobierno nacional y entidades particulares se opusieron razonadamente.


EL ELEMENTO POPULAR.

             Así como los cuicas eran trabajadores y sumisos a las órdenes de la tribu, en el aspecto espiritual fueron también dados a las festividades, reuniones, mercados, ferias, a los juegos como la ruleta humana cucurumbamba, y a la música que acompañaban de tamborcillos, alguna flauta a manera de quena, maracas, fotutos (caracolas), chirimías, o guaruras (cochas de caracol o “muséu”, con hendiduras) y cantos monótonos rituales, mientras danzaban en redondo, comían bollos picantes de maíz, carabinas (bollos con caraotas negras) o atoles, masatos y mazamorras mielosas (tsatsá) sacados de ollas (nayú) e ingiriendo al tiempo chichas (tsambay o kombeuch) enfuertadas, guarapos y licores de alta gradación alcohólica, como el llamado y popular aguardiente catalán competitivo, licor de apio fermentado, arifuque ((licor hervido de maíz tierno y tostado) y aguardiente criollo de panela o miche, que llegaban a embriagarlos. Las mujeres por su lado, cuya virginidad o doncellez no era de respeto, jugando un segundo papel debían trabajar más que los indios, y usaban para estas ocasiones solemnes además de collares, como también los hombres, láminas o placas pectorales de dos alas (gem kikache), en forma de ave estilizada, gargantillas, otros adornos, colgantes, mantas, esteras, etc. Tanto en la guerra como en reuniones tribales estos indios acostumbraron a tatuarse los cuerpos, para lo cual usaban pintar de negro la cara con el fruto del árbol jagua, parecido a la manzana, y en otras partes corporales se untaban por franjas con la hoja de bijao (que da una secreción encarnada), o el rojo extraído de la frutilla onoto (en muisca llamado achiote), y luego podían danzar entonando cantos guerreros que los incitaban a la rebelión, como ocurrió en época de los invasores españoles, en que por largo tiempo se mantuvieron indomables muchos indios, valga asentar los cabiscús, cumbes y carambúes, al mando de sus bravos caciques. Además se engalanan la cabeza con plumajes, taladrándose los lóbulos de las orejas (kusmen) y otros lugares faciales para colocar signos de adorno.

                                     LA ESTRUCTURA LINGÜÍSTICA.

             Dentro de esta nación desarrollada en sus límites naturales podemos abordar el tema de la estructura linguística, semiológica, que en parte fue penetrada por lenguajes vecinos,
Tulio Febres Cordero
en especial de origen mucus, como era lógico pensar por el provenir de un mismo tronco fonético, palabras y frases sueltas, que pudieron ser recogidas dentro de la aislada población de los altos parameros hace ya más de un siglo y gracias a los apuntes del maestro Rafael María Urrecheaga, cuando estaba a punto de extinguirse este hablar característico, ya deformado por cierto con los viejos modismos y neologismos hispanos.

             Debemos observar que el avance de los conquistadores hispanos para preservar la unidad de ese imperio prohibió tajantemente el uso de las lenguas indígenas (1.770), como de los cultos religiosos heréticos ancestrales, que así sufrieron un serio revés en su normal desarrollo. Sin embargo, podemos decir que la lengua cuicas utiliza frases cortas, es sencilla, de pocas palabras y mejor entender, con tendencia formativa onomatopéyica en aquello de la ley del menor esfuerzo, simbólica e ideográfica, que proviene del tronco mayor muisca y su uso fue generalmente oral y nunca escrito, como aconteció con las otras lenguas de los naturales, salvo los empleos criptográficos, glifos e ideogramas, de donde hubo necesidad  de aplicar la escritura española en la versión americana, para un mayor entendimiento. Algunas pictografías expresivas pueden encontrase olvidadas a lo largo de las sierras trujillanas, entre piedras y grutas, pero no existe ninguna escritura formal, ni siquiera del tiempo de los españoles. Vale decir, pues, que esta es una lengua simple, monótona y sin dificultad alguna, aunque en parte carece de varios sonidos correspondientes a las letras castellanas. Hay fuerte pronunciación hacia una “ch” suave (sh), y es común también el uso fuerte de la “k” (de origen semítico, de poco empleo real y extraño al castellano). En la intercomunicación lexicográfica abundan muchas partículas del lenguaje mucus, como existen cambios en la acentuación fonética en referencia con el castellano, lo que es importante indicar porque ello distorsiona el sentido de las palabras o ideas, y no existe el acento esdrújulo, e igualmente señalamos que el sustantivo de la oración permanece indeclinable.

             Entre otras características orales en el lenguaje cuicas se encuentra abundancia de topónimos parecidos, y así también sinónimos y homónimos, utilizándose además muchas palabras compuestas que cambian de significado, como en igual forma ocurre con los prefijos, lo que podría ser importante en el nuevo estudio semiológico. Dentro de la traslación subjetiva al castellano, en sonido y escritura posterior a sus raíces se usa indistintamente y como asiento una letra extraña, que es la señalada “K”, y existen sonidos acomodados al lenguaje que tienden a confundirse, como la trasliteración de la “I” por la “Y”, encontrándose afinidades de esta lengua con la hablada por los chibchas colombianos y alguna relación con lenguajes indígenas de Costa Rica y Honduras, que en el curso de los siglos prehispánicos mediante migraciones costeras pudieron penetrar en la hoya del lago de Maracaibo. Finalmente esta lengua por obra del mestizaje cultural y traslados poblacionales que se realizan durante el período colonial, fue perdiendo su independencia homogénea para terminar en una suerte de jerga de dialecto regional que perduró débilmente hasta entrado el siglo XX, allá, en lo más alto y alejado  de las montañas trujillanas.

    EL  CAMBIO VITAL.

             Los indios cuicas para el comienzo del siglo XVI se hallaban bien identificados como una sola nación manejada por caciques, dentro de un contorno de pueblos unidos por el tronco común y bajo ciertas vinculaciones que los ataban a los muiscas y las más recientes a través de los vecinos chamas, y hasta con ciertos jirajaras y betoyes pacíficos y sedentarios.

Dr. Ramon Urdaneta con Amigos.
      Pero a raíz del ingreso de los españoles a su territorio se fue produciendo un cambio lento y total en cuanto a la lengua de uso, el espacio vital y la transculturación, de donde el blanco arrogante y barbudo (karachu), opresor encomendero, pronto trae población negra (kue) africana (1592), de carácter esclava, adquirida por compra para el trabajo comunal de los propietarios, quienes debían rendir tributo de gestión a sus dueños mediante faenas del campo (mitayo) y a pagar otras cargas que les eran obligantes.  En 1621 el Gobernador de la provincia de Venezuela, Francisco de la Hoz Berrío, redujo a diez pueblos los indígenas habitantes del territorio cuicas, desapareciendo la estructura anterior, y para 1687, en tiempos del gobernante Diego de Melo Maldonado, dentro de la decadencia y el mestizaje general habido esta provincia de los cuicas, como anterior se le llamara, albergaba 12 doctrinas territoriales, 17 pueblos españoles fundados y 49 encomiendas indígenas.

              Así, por imperativo obligatorio del tiempo fue diversificándose el singular cuanto saudoso reino de los cuicas, a través del silencio y la montaña, del trabajo y la muerte, para de este modo acceder en otro reino, el de los inmortales y el recuerdo, que aquí es detallado como parte de su propia historia.

CONCLUSION.

             Amigos invisibles. He tratado de ser cauto dentro de este estudio para intentar reconstruir la vida y tiempo de los cuicas,  que sea fácil de entender a pesar de los tropiezos existentes por la escasez de materiales necesarios que permitan profundizar su conocimiento y las desviaciones ocasionales que se tienen fijando ciertos análisis debido a cualquier desproporción de esta vida indígena por obra de escasos y ligeros rastreos, como el insuficiente indagar de las fuentes seguras, donde la fantasía e inventiva como es de suponer vibran con múltiples leyendas que acaso desfiguran su realidad histórica, lo que en el fondo desvirtúa el estudio orgánico de esta cultura regional desviando la seria misión de cuanto en una y otra forma, según el ángulo del interés deseado, tratan y consiguen corregir distorsiones y sentar cátedra de conceptos para el estudio de su verdadero aporte en el contexto étnico indigenista del país. Estoy entendido que muchos de un tiempo para acá y sobre todo a nivel universitario han estudiado de manera metodológica algunas fases de la valiosa historia y el climax en que se desarrolló esta cultura superior, ya que he podido indagar en ciertos trabajos publicados mediante experticias y manejos de campo que se especializaron en diferentes áreas del conocimiento. Pero aún hay mucho por conocer y como buenos pacientes con la lupa de la instrucción se debe continuar resolviendo enigmas en el empeño para conseguir los méritos y lauros atribuibles a su estudio, aunque a objeto de llegar a esas etapas últimas de satisfacción es necesario alimentarse del tiempo. Por mi parte he querido rendir un nuevo tributo de su pre e historia indígena, ya que en los entresijos de mi ser absoluto conllevo gotas de aquella sangre por decir milenaria, y eso me enorgullece.



             Finalmente debo recordar en esta materia específica a ilustres sabios, científicos, maestros y pensadores que de una forma personal y con diversos campos de visión ayudaron a mantener encendida la llama de ese pueblo orgulloso, tranquilo, tenaz, que forma parte esencial de nuestra nacionalidad. Entre tales maestros del ayer y de hoy que a manera de colofón apenas recuerdo, porque profundizar en sus trabajos sería materia de otro largo ensayo, menciono a Rafael María Urrecheaga, Julio Cesar Salas, Alfredo Jahn, Tulio Febres
Dr. Numa Quevedo
Cordero, Amílcar Fonseca, Mario Briceño Iragorry, Numa Quevedo, Emigdio Cañizáles Guédez, Mario Briceño Perozo, Arturo Cardozo, Manuel Andara Olívar,  Américo Briceño Valero, Hermano Nectario María Pralon, Miguel Muñoz de San Pedro conde de Canilleros, J. Segundo Salas, Lisandro Alvarado, Gilberto Durán y otros estudiosos perspicuos con cuyo conocimiento y exposición para siempre vive el verdadero reino de los cuicas.  Gracias a todos por seguirme en este empeño laborioso al que así he dado término.

sábado, 1 de marzo de 2014

EL PROMINENTE REINO DE LOS CUICAS (III).

               Al doctor Kaldone G. Nweihed, embajador,
profesor titular de la Universidad Simón Bolívar de Caracas,
experto  en derechos del mar y fronterizo. 
Dedico. 

Amigos invisibles. En esta tercera parte del trabajo referido a los indios cuicas que en Venezuela ocupaban inicialmente el territorio del Estado Trujillo y algo más de sus fronteras, abordaré nuevos temas importantes para en su conjunto con el agregado que ahora se integra referido a otros estudios interesantes, valga decir la vida mercantil, social, cultural, religiosa, animista, jerárquica, lingüística, a lo que se suman algunas estimaciones referidas al desarrollo popular como las constantes necesarias para hacer alusión a la nación cuicas, todo ello sea suficiente a fin de darse uno cuenta detallada de esa nación con sus atributos específicos de independencia y trabajo sostenido desde el arribo de los españoles a su territorio y el lento mestizaje que se inicia, hasta cuando a fines del siglo XIX ya en los estertores de su desaparición racial apenas quedaban algunos ejemplos de sus características mantenidas por la población acaso senecta que en las altas cimas cordilleranas con valiente desafío temporal se mantenía y cuyos restos culturales de identificación se salvaron gracias al paciente trabajo del polígrafo trujillano Rafael María Urrecheaga, quien mediante el uso de la paciencia se dio a rescatar en cuadernos que enseñan los  vestigios de esa cultura a través de la madre nutricia del lenguaje por ellos utilizado, así como de otras aportaciones requeridas para que aún sepamos sobre la vida y misterios de esta importante nación cuicas.   Seguiremos pues en este empeño.
LA VIDA MERCANTIL.  OPERACIONES ARITMÉTICAS.
         Los cuicas se autoabastecían de las necesidades primarias, pero con los caribes (jirajaras) tuvieron relaciones de trueque en la compra de sal y el veneno curare. Producían además buenos tejidos de algodón, que comerciaban con las tribus chamas y hasta con los españoles establecidos en El Tocuyo, fuera de intercambiar por ese camino mayor andinas papas, cacao y  maíz seco (puratí).
En cuanto a las transacciones comerciales intertribus y más allá de ellas, usaban la permuta  de manera principal, pero además con los vecinos a ellos sacaban cuentas  (saysay) con el valor  de bolas de hilo, semillas de cacao, papas o maíz, y en general sabían contar en montos pequeños, pero hasta la decena (tabis), con el uso de las dos manos, y de allí seguían en múltiplos, por lo que para expresar once, doce, etc., sumaban diez mas uno, mas dos, etc.; y para veinte (gem), dos tabis,  treinta  tres tabis. El ciento era contado tabis, tabis o diez dieces, el doscientos, gem tabis, tabis, y así de continuo, en lo que también usaban múltiplos, como mavishuent, o nueve veces (tres en tres veces) y mapivita (ocho suma dos cuatros, o gem piti). Para realizar estas simples operaciones  de cálculo aritmético los indios utilizaban cuerdas anudadas de a cinco lazos, y el “cay” o sartal de cuentas blancas y verdes (“quitero” en las realizaciones monetarias), hecho principalmente de huesos, piedras y conchas perforadas. Con relación al mes (cumben) de seis porciones, y a la semana cuicas (toshita), diremos que este era seguido al paso de la luna y sus fases, de donde fue apenas de cinco días, contados con la mano, pues al sexto movimiento lunar venía el cambio del astronómico satélite acorde con el ciclo en función de esta luna y también de la semana.
ASPECTOS ANTROPOLÓGICOS.
   
      En  el sentido antropológico el cuicas era de vocación gregaria, familiar, viviendo en chozas redondas de bahareque y palma, con preferencia en villajes al mando del cacique respectivo, además con gran estimación comunitaria, sin ser en especial monógamo, con tendencia matriarcal y donde el tío y el sobrino (cubakchó) además tenían importancia en la continuación de la familia, por herencia ancestral muisca cundiboyacense. Fueron de carácter callado, introvertido y melancólico, como su música de siempre. No eran tampoco antropófagos o belicosos, esto salvo en los casos  de salvaguarda de sus territorios y familias.
         De mediana estatura, tenían la cabeza redonda, la tez morena, en las mujeres el busto y la cadera desarrollados, los ojos oblicuos y negros, con los cabellos lacios y largos. Prácticamente  no existían calvos, pero sí muchos barbilampiños.
LA JERARQUÍA TRIBAL.
         Dentro del ordenamiento igualitario primitivo de los cuicas, no por ello existió una jerarquía  que permitiera la convivencia pacífica, en la que destaca el tabiskey (“el de las diez plumas”, que las usaba en la cabeza como símbolo de alto rango), indígena principal (su mujer o pareja concubina es la kushunduk) en el que prevalecían elementos especiales de fortaleza corporal, probada en circunstancias  oportunas, como igualmente de descendencia, rasgos característicos que incluso se  transmitían a través de tíos y sobrinos a raíz de cualquier fallecimiento, lo que venía a ser otra de las costumbres de origen ancestral muisca.   Por debajo del tabiskey en un gobierno masculino existían el hijo mayor (kushik) o sus hermanos, los jefes subalternos ayudantes y los chacoy o caciques temporales de cada tribu, que tenían preponderancia en el mundo cuicas de acuerdo a lo importante de la parcialidad autónoma que dirigían, y por algunos aspectos personales. El consejo de los ancianos de la tribu también era tomado en cuenta, debido a su larga experiencia y memoria de los hechos, a veces heredados.
EL MOHAN.
         En aquel mundo indígena que aquí se determina también era de destacar la figura del “mohán”, voz de origen chibcha, que hacía las veces de hechicero, brujo, piache, sacerdote (toy) y curandero o médico tribal, quienes se acompañaban a través de ceremonias de carácter religioso, el uso de ingredientes ocultos en una suerte de esoterismo entre las tribus, y el empleo además de medicinas naturales y alternativas. Herramienta fundamental de su escenario creyente fueron los “chorotes” o ídolos de barro con diversas formas humanas, que hacían sonar, correr, andar y bailar, por obra de la superstición y el movimiento. A ellos debían “pasar” o ingresar la enfermedad del paciente, por medios  taumatúrgicos de soplos e invocaciones.  Su trabajo lo realizaban indistintamente en adoratorios, casas y cuevas (por ejemplo la Teta de Niquitao), donde se servían de plumas, maracas o sonajeros de calabazos (totumos) y fetiches de barro para las ceremonias hechiceras, en medio de un ambiente propicio. En aquel mundo de la magia y lo desconocido esta valiosa figura sacerdotal tenía una importancia destacada, pudiendo ellos ser polígamos y andar con vestimentas de rito especiales, incluidas las placas pectorales en forma de murciélago. Contra algunos influyentes mohanes, que detentaban el poder ancestral de la raza, fueron muy duras las autoridades españolas, persiguiéndoles a fondo y destruyendo toda su magia cautiva y los conocimientos aplicables, en una transculturización enfermiza y secular.
Entre otros notables hechiceros, que se resistieron hasta última hora en defensa de la memoria de sus pueblos y creencias, podemos contar a las siguientes figuras perseguidas: 1) La curandera de origen tostós y apellido Biafara (sic); 2) La mohana boconesa Mauricia Bolsones; 3) El boconés Pablos, santero de fama e idólatra consumado, recibiendo por ello numerosos azotes, “atado al poste (de ignominia) de pies y manos”; 4) El mohán siquisayero Mateo Frontino, castigado duramente por ser hereje conocido; 5) Salvador Pérez, a quien se le siguió severo juicio punitivo inquisitorial, también por causa de idolatría; 6) El principal indígena Santiago de Esnujaque, por hacer “diabólicas ceremonias” de culto; 7) Lorenzo de Urbina, famoso cacique hecho sacerdote mohán, quien reverenciaba a un muñeco de oro junto a muchos de su comunidad, y que por brujo y supersticioso en la tortura característica debió cargar una pesada cruz a cuestas y siendo arrastrado con una soga al cuello, mientras que por orden de la condena impuesta en el cumplimiento exigido recibía sobre su cuerpo cincuenta duros azotes, siendo por ende excomulgado, a lo que se sumara diez años de presidio y otras sentencias adicionales; 8) El mohán boconés Juan Bautista Vásquez, a quien se le enjuicia severamente porque mediante fórmulas mañosas cuanto prohibidas “hacía llover sobre los conucos”; 9) El curandero indio Juan Benito Vásquez, quien en una mezcla sincrética de santerismo indígena y religión cristiana, se autotitula obispo y por ende ordena sacerdotes, realizando el hereje actos no permitidos y misas condenables ante un emplumado “muñeco de monstruosas formas”, rito que ejecuta este curandero en horas avanzadas de la noche, al son de la música, chichas embriagantes y solicitado aguardiente catalán; 10) Don Agustín, cacique tirandae, a quien igualmente por sus desmanes religiosos condenables se le azota y hace abjurar de la mohanería, so pena de mayores castigos; 11) Los caracheros Don Cristóbal y Don Domingo (éste en septiembre de 1713 (recuérdese que la reina católica Isabel había otorgado a los caciques el título de Don), a quienes en conjunto por ser parte interesada la autoridad tribunalicia les sigue juicio inquisitorial al considerárseles idólatras consumados, por  “tener “74 ídolos y 24 casas de adoración y ofrenda”, que se les confisca y destruye, para después de ser presos y enjuiciados mediante rituales cristianos hacerles duros exorcismos a objeto de sacarles a estos posesos el demonio que tienen integrado en su ser, como también se les encadena y azota  innúmeras veces, en forma ignominiosa cuanto cruel.  
Todos estos mohanes actuaban “por obra del espíritu malo o del demonio”, según la versión frailuna inquisitorial que manejaba con rigor en el mundo católico romano la Orden de Predicadores, la que por cierto para estos juicios especiales tenía establecido un Tribunal en la ciudad de Trujillo y sufragáneo por ende del radicado en Cartagena de Indias. Sea oportunidad a fin de recordar que el pirómano obispo franciscano fray Antonio de Alcega, horrorizado por el predominio idólatra de los cuicas, solo en 1.608 quemó personalmente “3.000 ídolos de los que adoraban los indios”, destruyendo a su vez 1.114 fervientes santuarios de  veneración pagana, por considerarlos casas y sitios indígenas para sostener esos diseminados cultos prohibidos, a lo que se agrega otros 400 ídolos que por orden e instrucción del duro Alcega se quemaron también, todo según rezan documentos de la época.  
ASPECTOS RELIGIOSOS INDÍGENAS.
         Una demostración del ambiente cultural de esta nación cuicas identificada, sin lugar a dudas la de más desarrollo social en la Venezuela prehispánica, fue lo tocante a la religión que profesan, aspecto importante para aglutinarlos como un conjunto orgánico social. De aquí que con sus experiencias y recursos  ancestrales dentro de un sincretismo religioso pudieron sobrellevar la carga de lo ignoto hacia el mundo mágico de lo sobrenatural, que es uno de los rasgos difíciles de toda sociedad primitiva en cuanto al ser  y el más allá de sí mismo. Por ello  dentro de la herencia muisca cundiboyacense y dialectal muisskkbun adquirida  y en contacto con las realidades fácticas dentro del entorno animista en que vivían, los cuicas eran respetuosos de su ambiente, del medio que los rodeaba, y temían la carga de los excesos del mundo que  también los cercaba. Por ello el sol y el agua, es decir la sequía o las inundaciones, fueron elementos a recelar siendo fundamentales en la vida cotidiana de aquel pueblo importante. Además, en el ambiente de lo esotérico los cuicas transmitían mensajes recordatorios  por medio de cuerdas anudadas.
        
Dentro de una teogonía fundamental, en la creencia del Ser Supremo, de Dios (Wo), o Gran Espíritu creador (kachuta narambeuch), dichos indígenas rendían culto al Sol como divinidad especial (naurepa) y al tiempo para adorarlo por ser dios superior (reupa), igual a como lo hacían los chibchas colombianos en el Templo del Sol, éste construido en forma circular y horcones de madera y techo  situado en Sogamoso (Boyacá), o el homenaje al dios Xue (por cierto Sue  es apellido familiar existente en Trujillo), de forma cónica angular. En otro contexto la luna (chaseugn) era divinidad  o madre que ampara. Y luego venían algunos cultos menores cuanto nocturnos, como el del mortuorio murciélago (tontsú), de otros animales y en especial la rana cantora (figura intermedia, símbolo chibcha de la lluvia y espíritu de las aguas, ambos reflejados en prendas ceremoniales. Igualmente aparecen del entorno sideral la luz (shep), el día (tshabú), el calor (sbúts), las siembras (suruk), la tierra (tapó), las estrellas (tscheuch) y los cuerpos radiales del universo, el peligroso viento (heurkuch), que arrasaba con las cosechas (taspa), la temerosa lluvia (sok, srendeu), que destruía o anegaba los plantíos, el agua (shombuch), elemento primario y parte fundamental de la vida, y la centella (wasré), entendida como ira desatada del cielo.
         Los cuicas creían de antiguo en el culto a los muertos (quizás por el origen muisca y este de los mayas y otros pueblos centroamericanos, de donde provienen), la imagen dolorosa de la muerte y la inmortalidad del alma. Profesaban igualmente la veneración a los cuerpos celestes y temían (cuiqui) a la noche (chfeui), los temblores terráqueos (añeu) (Trujillo es zona sísmica), también a los seres maléficos, es decir a Keuña, ente perverso o diablo elevado en esa potestad. En cuanto a Quiaque, diabólico también, es un ser sobrenatural de uñas grandes  y cabellos largos, de ronca voz y barba patriarcal, que azotaba a los indígenas cuando sin causa dormían fuera del bohío, siendo así un símbolo recordatorio y atemorizante del extraño barbudo por venir (pues de antes, en las viejas creencias ancestrales se esperaba el arribo invasor de un ser blanco y barbado) y de la cohesión familiar tan necesaria. En un nuevo contexto el temido Quirachú era otro ser dañino que se hallaba presente en las sesiones del templo sacramental, esta vez expuesto como signo de negación.
  
       El mundo iconoclasta o de la imagen de sus dioses se le representaba mediante ídolos huecos cocidos de barro, los que produjeron por millares y en diferentes formas de presentación, parecidos a los “tunjos” de la cultura muisca que desprendían sonidos, como insuflados de un alma profunda, por tener para ello guijarros sueltos o cuentas en su interior hechos en formas de jefe sentado, viril, sosteniendo recipientes en las manos y el totémico órgano genital o el reproductor femenino, etc. Dentro de aquel ambiente mágico y religioso debemos hacer mención especial  del templo (kchuta) que se dedicó a la diosa Ikaque, hecho con horcones y palmas, situado en Quibao, altiplanicie cercana de Escuque, donde por cierto debido a causas naturales en ciertas épocas del año allí se concentraban algunos sorprendentes arcoíris (tisteu), los truenos o relámpagos (wasré) y las aguas celestiales (mimbok). Ikaque era la diosa protectora de las cosechas, ella de espíritu bondadoso y fertilizante, a quien se dedicara el gran santuario de tres naves en forma de caney revestido de palmas y en cuyo interior central entre porta ofrendas decoradas, tripoidales, candelabros y lámparas o braseros realizados con cabezas de animales y encendidos tales signos religiosos con manteca de cacao, en dicho lugar los indios adoraban a un ídolo de oro de buena dimensión, esférico, sedente, en postura ritual, con el sexo femenino visible, como recuerdo a la continuidad de la especie. Ikaque representaba el agua, el emerger de la vida y la cosecha, a la que reverencial hacían ofrendas de ovillos de hilo, quiteros, sal, piedras labradas, mantas, plantas medicinales, etc., y hasta sacrificios de seres vivientes, como venados (kumbay), con cuyas numerosas astas adornaban el caney de los ritos. Este templo de ceremonias y obsequios tribales, fue saqueado en su totalidad por los españoles intrusos al mando del criollo coriano Diego Ruiz de Vallejo a fines de 1548 y en su viaje descubridor  rumbo a Boconó, quien para esta operación destructora se acompañó del renegado cacique Combute, indio perverso (ualipó), vengativo y principal carachero, que mantenía enemistad con los naturales escuqueyes.
         En próxima emisión de este trabajo abordaré como final  algunos nuevos temas necesarios para el conocimiento de ese importante pueblo indoamericano, a quien hoy los especialistas en la materia tanto aspiran conocer.