viernes, 26 de agosto de 2011

UN CHACAL DE CHACALES: CARLOS ILICH RAMIREZ.


Amigos invisibles. La ambivalencia como el mimetismo de las personas pueden jugar a ganador y en casos a lo contrario, como un buen tahúr en la maestría de los naipes no marcados puede esgrimir argucias para sacar provecho, aunque cualquier comodín se interponga en el camino. Y aclaro estas situaciones en el juego de la vida porque se conoce dónde se nace pero el final de cada uno es algo insondable, y en este enigma permanecemos mientras el aliento nos mantenga respirando o sea, mientras el cuerpo aguante.
                                 De esta manera no tanto elegante pero sí sincera voy a referirme a un venezolano de esos que permanecerán incursos en la historia de este tiempo, porque con las vueltas de esa rueda de la fortuna que engrandece o cría enanos agitanados, el nombre de Carlos Ilich Ramírez Sánchez se mantendrá por siempre en las páginas agitadas de eso que llaman el terrorismo internacional, con sus agregados ideológicos de extremismo o vesania que se inyectan mediante manuales elucubrantes de querer componer el mundo con palabras, con mentiras o con proyectos irrealizables. Allá ellos quienes se dejan llevar por las olas de esos tsunamis repletos de complejas estructuras mentales. Pues bien y yendo hacia el fondo del asunto por ser un personaje digno de aparecer en letras de molde, diré que el muy conocido Ilich Ramírez Sánchez nació en Caracas, cuna del  libertador Bolívar, el l2 de octubre de 1949, día por cierto emblemático al ser aniversario del descubrimiento del Nuevo Mundo, que usted según criterios emocionales puede atisbar como un episodio histórico relevante, o si le pone alguno de los pecados capitales lo verá con un prisma de horror, de tragedia, de genocidio y de cuantos males le pueda reunir para su digestión y la de otros. El padre de la criatura era un abogado de pensamiento marxista, luchador en cenáculos ideológicos que soñaba buenamente con hacer un mundo mejor, igualitario, sin pobreza, algo así como un mar de felicidad, dentro de la utopía que a los jóvenes de los años veinte del siglo idem, se les metió en la cabeza con tanto culebrón  o panfleto reformado de Historia con lo que juraban que Marx, Lenín y el tierno Stalin iban a componer la sociedad en aquel mundo de clase media en que se había desempeñado. Su progenitor  era José Altagracia Ramírez, nativo de Michelena, pueblo pequeño pero productor de café situado entre estribaciones montañosas del Táchira, con mucho de pobreza, que estimula hasta los actos heroicos, y donde naciera también el general Marcos Pérez Jiménez, de otra mentalidad menos extrema, que tirando del lado derecho del cordón en diez años de ejercicio dictatorial prácticamente dejó los pasos abiertos para transformar de un  todo a Venezuela, lo que  no se ha llevado a efecto todavía.
         Como Michelena dista poco de la capital San Cristóbal el mozo José Altagracia anduvo vinculado con esa vida tachirense, donde debió conocer al muy pobre y luego rico Presidente Carlos Andrés Pérez, quien vendía periódicos en el Rubio natal para completar en cierta forma las necesidades primarias, y quien sabe cuántas cosas se dijeron con el tiempo en medio de la penuria, porque no es de esperar que ambos pensaban  a su modo y a la larga construir un mundo imposible, sobre la base de teóricos dicharacheros y engreídos de pensamiento infuso. El marxista leninista José Altagracia estudió Derecho y con ello arranca un proyecto inatacable, casi prusiano, que iniciará con la propia familia, de tres hijos para quienes contrata profesores marxistas, y una esposa obediente que le horroriza lo ateo de su marido, mientras la clientela le sirve de fortuna y habita en Caracas, frecuentando al barrio de San Juan donde visita a su amigo rojo Gustavo Machado, y para la educación de su progenie. Vivió en el centro citadino, por San José y El Silencio en construcción, al tiempo que el vástago Ilich estudia en el liceo Fermín Toro, donde le llaman “El Gordo”, y granero de militantes izquierdistas, ingresando a las filas del Partido Comunista en 1964, al tanto que viaja a Cuba para entrenarse en guerrillas marxistas siendo reclutado por el general Víctor Senenov, de la KGB, y entrena en Campo Matanzas, donde conoce  al agente Antonio Dugues Bouvier, y graduándose por fin de Bachiller en 1966, mientras tira piedras encapuchado pensando en los favores de Lenín. Pero como la situación económica les ha mejorado, porque lo comunista también produce dividendos, el enamoradizo padre decide enviar a los tres hijos, Ilich, Lenín y Vladimir, al cruce de caminos que es la ciudad de Londres, acompañados por su madre divorciada del mujeriego, para una mejor educación cultural que abarcará también Francia y Alemania, con el proyecto exacto de la metodología comunista y porque allí vivió hasta su muerte el recordado Marx, y pronto con mediación de la Embajada Soviética en Caracas, en septiembre de 1968 se le busca una beca en rublos para que el recto camarada Ilich vaya a estudiar en la universidad internacional Patricio Lumumba, que con fines ideologizantes y en especial para África, funcionaba en el feudo político que es Moscú. En esa capital pronto Ilich entra en contacto con diversos estudiantes progresistas y discursivos,  en especial palestinos, pero al alborotarse el ambiente de tal grupo que hasta sin permiso marchan con simpatizantes proárabes y por diferencias con las autoridades soviéticas, es expulsado de ese centro de estudios, en julio de 1970, y días después viaja al Medio Oriente, a Jordania, donde ingresa en un campo de entrenamiento, para incorporarse de lleno en la lucha armada palestina, contra los imperialistas opresores israelíes y americanos, adoptando el nombre de batalla “Carlos”, que es el mismo del amigo de su padre, Carlos Andrés Pérez.
         Siete meses más tarde regresa a Londres, en acciones de inteligencia palestina, donde vive junto a su familia preparando proyectos (como el del secuestro de judíos importantes), se inscribe en la Universidad para estudiar Economía y el idioma ruso, y en ello actúa hasta octubre de 1974,  cuando se muda a París como miembro de la OLP (organización de liberación palestina), y en junio de 1975 en el Barrio Latino (casa de su novia venezolana, Nancy Sánchez Falcón, quien por suerte andaba viajando), ocurre una balacera entre la policía, un delator libanés y Carlos Ilich, muriendo dos agentes y el soplón, por lo que Carlos desaparece del país rumbo a Beirut, utilizando la vía de Bruselas. En el apartamento de marras, donde vivía esa amiga de Ilich, se encontró la última novela de suspenso del inglés Federico Forsyth, llamada en español “Chacal”, por lo que la prensa amarillista buscando otras patas al gato bautiza para siempre a Carlos Ilich, como el Chacal. De allí en adelante la aparición de Carlos El Chacal se hace presente como en otro diario suspenso, porque en 1975 se le acusa del intento para volar un avión israelí con el uso de una bazuca, y en diciembre de 1976 el caraqueño dirige  un asalto a la OPEP (organismo internacional petrolero) en Viena, donde toma 62 rehenes, entre ellos varios Ministros de Petróleo, para llamar la atención mundial en la causa palestina, y al día siguiente con los rehenes detenidos parte en avión hacia el destino final de Argelia, siendo liberados después mediante la entrega de varios millones de dólares, según se asienta, mientras Carlos regresa a sus tareas habituales de agitación palestina, bien en Hungría, en que monta hogar, o en Rumania. Desde 1977 El Chacal desarrollará un amplio trabajo  a favor de ciertos países llamados oprimidos, aunque a raíz de la desaparición de la Unión Soviética al mencionado Carlos se le restringe la actividad en el medio palestino, por la presión imperialista del lugar, de donde para resolver tantos problemas busca refugio en Sudán, al sur de Egipto, mientras por las fricciones internas que se acusan el gobierno islámico de ese país convulso llega a un acuerdo de su entrega física a París, a cambio de protección contra las sudanesas guerrillas cristianas del Sur, de donde el l5 de agosto de 1994 Carlos en un descuido enfermizo es apresado, se le narcotiza y encapucha  para entregarlo sano y salvo en el aeropuerto de Jartum a un equipo de agentes especiales de seguridad franceses, en cuyas cárceles (en especial La Santé y Clairvaux) a partir de entonces ha sufrido vejámenes y torturas variadas, según explica siempre su dispuesta defensa. En diciembre de 1997 Ilich, que por táctica guerrerista permanece dando declaraciones sorpresivas, fue condenado a cadena perpetua, mientras se le siguen causas penales diversas  por el atentado de un drugstore en París (1974), la explosión de bomba en un tren (1982), estallido de coche bomba  en París (igualmente en 1982), bomba en tren de Marsella a París (1983), y de París a Marsella el mismo día de 1983. Como terrorista de nota se le acusa también del fallido secuestro de un avión de Air France, llevado a Uganda en julio de 1976, que fue extensa noticia de amplia cobertura mundial. Por este tiempo el FPLP, palestino, secuestra un avión en Londres, ataca el aeropuerto de Tel Aviv y ejecuta la masacre de atletas judíos en las Olimpiadas que se premian en Munich.

                             De buena presencia, culto, políglota, conocedor de mundos y agradable en el trato de amistad pero astuto, ha manejado mucho dinero por el que vestía bien y siempre fumaba habanos, mas su debilidad por el genoma paterno fueron las mujeres, como su esposa Margarita Kopp, vinculada a guerrillas alemanas, con quien viviera en Siria y luego ésta se radica en Venezuela con su hija, y fue detenida por tráfico de armas. Pero liado allí con los planes políticos del gobierno sunita del iraqués Sadam Husséim, ya oloroso a muerto y cuyas relaciones con el largo mandato de Assad no eran muy buenas que se diga, y por aquello de las creencias tribales mahometanas, debe abandonar mediante expulsión a dicho país, radicándose en Sudán. Mientras tanto en Jordania  y para respetar las tradiciones islámicas de esa fe que le impulsa en muchos cometidos,  se desposa con una fiel practicante de aquel lugar, que es cuando la señora Kopp viene a Venezuela con su hija, y por último, de lo que entiendo, luego de conocer a otra abogado, que lo atiende sin compromisos ni honorarios profesionales, cuando ya había entrado en la nueva pobreza por los altos costos de esos juicios interminables, una jurista de buena familia y posición pero creyente en tales ideas decimonónicas, vino nuevamente a enternecerle el corazón, Isabelle Coutant-Peyre, quien a pesar de los años de casados o sea desde agosto del 2.001, y de antes también, no ha podido librarlo de la impuesta cadena perpetua, o sacarlo de prisión por inocente, ni menos de remitirlo a Venezuela para purgar sin mayor sufrimiento la condena, o las condenas, que supongo todo sea una piedra de tranca, mientras en ocasiones oportunas se renuevan sus culpas para brillo de esas causas políticas que el detenido defiende a ultranza, al tanto que el respaldo del gobierno de Venezuela, tan celador de los derechos humanos, se desvanece con el olvido, y va al canasto de los desperdicios o de la misma basura la célebre carta de inmenso apoyo que le escribiera el Presidente Hugo Chávez Frías, con frases tan cortantes que estremecieron el avión de regreso en que yo viajaba desde París rumbo a Maiquetía en aquella patética noche de mayo del 1999, en medio del desconcierto que se víviera puertas adentro de La Guaira, misiva de Godot publicada en el diario Le Figaro y que por el tono terrorista y demagógico es un hito en la historia de la locura en Venezuela.
         ¿Terrorista, mercenario, héroe, San Francisco de Assis?. El tiempo y la sin pasión histórica lo dirán. Mientras tanto, para despedirme por un mes, debido a que salgo de Caracas, anoto dos sabios preceptos que más o menos también se oirán desde mezquitas en los predios de Alá. “Siéntate en la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”. O mejor este, como emergente del drama shakespearino de la vida: “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.     

viernes, 19 de agosto de 2011

NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA.


Amigos invisibles. En verdad que este viejo proverbio castellano tiene vigencia en cuanto  a las personalidades de los generales Francisco de Miranda y Rafael de Nogales Méndez, porque ellos pudieron sufrir en carne propia lo que significa el desinterés de quienes han obtenido lauros en la vida terrena y hasta porque el olvido y hasta eso que llaman envidia puede haberlos tratado de incomodar en cuanto a la estela de su nombre histórico.
Dos generales, repito, que le hicieron honor dentro y fuera del país a Venezuela y que por una u otra razón aún se les margina, aunque sus vidas sobresalgan por encima de arcos de triunfo y otras distinciones internacionales. Tomando en cuenta este prólogo de justicia vamos a referirnos hoy al tachirense Nogales Méndez, hombre de mundo aventurero que viajero por cinco continentes y políglota en más de diez idiomas, no se contentó con conocer a su patria chica ni a la grande, sino que envuelto en aureolas de más sabiduría se hizo mundial para dejar sentada su característica personal de guerrero, de hombre de bien defensor de las causas justas según el criterio del tiempo en que vivió y que siempre quiso para la patria lo mejor aunque falleciera en ese intento y apenas en el comienzo de una democracia débil, que saliera de los pañales de otra fuerte dictadura. Por tanto, Rafael de Nogales Méndez vino al mundo en la andina San Cristóbal de Venezuela el 14 de octubre de 1877, como hijo desterrado de un llanero  luchador en tiempos de la Guerra Magna venido por el terror familiar hacia una tierra envuelta en el aroma productor del café, cuya producción y comercio yacía en mano de cinco familias alemanas, y donde se educa en las primeras letras, porque a los nueve años de edad el padre lo destina a Europa, en Alemania, a casa de unos parientes allá establecidos, para una mejor educación del párvulo. Prusia y por ende Alemania se encontraban en el pináculo de la gloria guerrera por haber triunfado en la guerra arrebatada a los franceses, y la juventud de entonces veía aquello como algo a seguir, dentro del concepto pangermano de este pueblo trabajador. Esos años juveniles que pasa en Hamburgo le son fundamentales para el conocimiento de la vida, en que despierta con los cinco sentidos y en un mundo de desarrollo colonial de múltiples visiones adelante bajo la tranquila figura del monarca Guillermo Iº, que arropa la familia alemana dentro de los noventa años que detenta. Pasado este período de estudio y con el fragor de más conocimiento su padre lo destina para que siga a Bélgica, país bilingüe igualmente de buena tradición  guerrera que ya lo hace Leopoldo IIº por el africano Congo, donde se inscribe, para continuar estudios más precisos en su afamada Academia Militar, conocida por la buena instrucción militar imprime, de donde es elevado a Subteniente, y a la salida de estos menesteres académicos por orden paternal le destinan a la emérita y privada Universidad Católica de Lovaina (Flandes), de vieja y plurisecular fama académica. Una vez obtenido el lauro de licenciatura en letras e Historia el andino Nogales y con veinte años encima decide instalarse en Barcelona de España, donde mantiene vinculaciones familiares, y  con la efervescencia de la juventud en ese período mozo decide enrolarse para participar en la guerra de Cuba, que llevan a cabo los españoles para pacificar a los mambises insurgentes y a las pretensiones norteamericanas sobre el destino de esta isla. De esa forma el oficial Nogales se embarca en dicho puerto catalán como Segúndo Teniente en las tropas comandadas por los generales  Weyler y Blanco, y cuyo destino era Santiago de Cuba, donde por cierto se libran batallas características contra los insubordinados en las afueras santiaguinas y con el nuevo intruso americano que declara otra guerra calculada y al comando de los generales gringos Shafter y Wheeler. Obtenida la Cruz del Mérito Militar española y porque la contienda se termina pronto, ya a fines de 1898, el ilusionado Nogales que aspira el mariscalato o algo correspondiente y lleno los pulmones de ansiedad, angostándole el mundo porque las aventuras guerreras o literarias estaban a la moda,  para el inicio de 1899 de su peculio viaja al África del Norte, como Marruecos y Egipto, luego a India e Indonesia y por el Congo ahora belga regresa en la vía del Sur a Buenos Aires, Brasil, Inglaterra, Irlanda y hasta el norteño Boston, en un periplo increíble y zigzagueante de conocimientos, y de allí, algo tranquilo vuelve a Venezuela, donde habrá de permanecer por tres años de intranquilidad.
Meses después de andar en el país, el tachirense Cipriano Castro se levanta en la frontera colombovenezolana y en un abrir y cerrar de ojos emulando a la Campaña  Admirable bolivariana se instala como Presidente en Caracas para cometer desatinos, arbitrariedades de mando, guerras hasta con potencias extranjeras y un sentido mujeriego y etílico que le da a su ejercicio de mando, por lo que opuesto a los desaguisados Nogales abandona el país viajando a Santo Domingo, Guatemala, Nicaragua y con los presidentes Zelaya y Porfirio Díaz sostiene entrevistas en materia revolucionaria. De Méjico sigue a El Paso y de allí a San Francisco, donde con el encanto que da el mar se embarca rumbo a China para mediante contactos previos prestar servicios en una guerra que ese país milenario sostiene contra Japón, y en el combate de Pitsewo es herido, pero dentro de la mentalidad del combatiente y en eso que llaman contrainteligencia pasa a prestar servicios en la filas castrenses japonesas, durante 18 meses y esta vez en la guerra contra el avance rusozarista. Finalizado ese trabajo riesgoso Nogales vuelve a la América por la vía original y aventurera de Alaska durante otro año y medio más, y en 1905  lo encontramos en Fairbanks, que entonces es capital del oro, y luego en 1907 anda en funciones ganaderas del Oeste americano.


Pronto  el inquieto Nogales entra en relación con el revolucionario mejicano Francisco Flores Magón, en San Francisco de California, por lo que convencido decide actuar contra la vieja dictadura porfirista en Chihuahua, El Bocal, enfrentándose con las tropas de Victoriano Huerta y se entrevista con el famoso guerrillero Pancho Villa, de donde el presidente Francisco Madero exclamará que Nogales "es la última llama de la revolución". Después,  en 1909 decide regresar a Venezuela cuando el compadre general Gómez depone a su íntimo el general Castro, pero a poco se distancia del astuto presidente Gómez y con audacia sale de sus garras por la frontera tachirense. Desde allí y en varias oportunidades incompletas incursiona en territorio llanero del país, lo que estaba de moda con Arévalo Cedeño y otros antigomecistas, y así decide viajar en plan conspirativo a las islas de Curazao y Trinidad.
Por estos tiempos en que se inicia la Primera Guerra Mundial donde Alemania interviene desde luego, bulle en su corazón de condotiero el oponerse en la primera línea de fuego de tal contienda, de donde a través de contactos se pone a  las órdenes del ejército imperial alemán, que conoce, yendo por tanto hasta Bulgaria, cuyo hueste magnífica es protegida por Alemania, y en septiembre de 1914 de Sofía se incorpora al ejército  que va en defensa del imperio otomano, aliado del Emperador germano, y ya en enero siguiente permanece en Estambul, como Oficial de Estado Mayor, donde entra en relación con Enver Pasha, yerno del Sultán Mehmet  V, que es líder de los jóvenes militares turcos. Destacado al frente Oriental en el bando de las Potencias Centrales, realiza una carrera militar de excepción, y a la cabeza de 12.000 soldados combate en Armenia, donde por 21 días  y ya al mando de 22.000 fieles soldados sitia al estratégico Van, para seguir al Cáucaso, llanuras de Irak, Bagdad, se destaca en Bash Kale,  Mamurieh, Transjordania, lucha en Es Salt, Siria, Alepo, con los kurdos, palestinos, en Gaza y la defensa del Sinaí, cuando frisaba en los 38 años de edad. Esta distinguida hoja militar a poco le permitirá recibir el titulo imperial de "Bey" y la Cruz de Hierro germana, en su Primera Clase. 
Durante esa guerra establecida, en la Campaña de Mesopotamia Nogales derrota al inglés sir Charles Townsend, deteniendo así y por mucho tiempo el avance británico, y al final de tal campaña militar asiática  a Nogales se le recompensa nombrándose Jefe de la Casa Militar del Sultán, de donde le disciernen tres condecoraciones, que se suman a otras siete obtenidas a lo largo de su actuación militar. Y no solo ello, sino que el gobierno alemán en grado honorífico por su bravura destacada y por los tres años y medio que combate, lo asciende a General de División, con las prerrogativas correspondientes. A partir de los años 20 Nogales vuelve a ser civil, dedicándose esta vez y con los conocimientos que tiene  a escribir una numerosa correspondencia en parte extraviada o desaparecida, a colaborar en la prensa extranjera y a concebir diferentes libros que relatan sus hazañas con los hechos históricos respectivos y que son fuente apreciable de consulta, porque, por ejemplo. muchos archivos como los alemanes y los de la Sublime Puerta turca permanecen aún bajo censura para terceras personas. Entre los libros que pueden visitar los investigadores exista uno fundamental, o sea "Cuatro años bajo la media luna", que ha sido impreso en cuatro ediciones y en tres idiomas diferentes, que yo conozca. En su eterno viandar sigue por los países anglosajones, como Alemania, donde tiene dos hermanas casadas, por Inglaterra, en cuya casa visita a su amigo, prologuista y contendor el conocido mariscal de campo Henry Allemby, y por el demócrata Estados Unidos, mientras prosigue su antigomecismo consumado. Anda igualmente por la frontera colombiana y por América Central, donde los americanos establecen  un poder tras el trono de dichos países y se hace amigo del guerrillero Augusto César Sandino, a quien asesora montañas adentro de Nicaragua en 1927. 
A la muerte del sátrapa Presidente Gómez  regresa finalmente a Venezuela, y como dicen por ahí que nadie es profeta en su tierra, al héroe de varias contiendas internacionales y porque algunos lo creían revolucionario con peligrosas ideas de izquierda, según asegura el general López Contreras, como vejación, presumo yo, le nombran Jefe de la minúscula Aduana de Las Piedras, en Falcón, a héroe de tal tamaño, de lo que resignado se encarga, pero vista esta triste situación y con su mentalidad abierta el Ministro de Guerra general Isaías Medina Angarita le encarga vaya en comisión a Europa, porque se pensaba entonces crear en Venezuela el cuerpo  militar de Guardia Nacional, ya existente en algunos países europeos. Y mientras permanecía a la espera del barco viajero, en la ciudad de Panamá acaso de pulmonía falleció en poco tiempo, el 10 de julio de 1937, en forma callada y sin que muchos llegaran a saberlo. Eso sí, sobre su tumba  en el Cementerio de Caracas al momento de enterrarlo se colocó una corona enviada por el Kaiser Guillermo II, quien vivía en Holanda, en cuyo lazo mortuorio tenía escrito "De Guillermo II al general Nogales Méndez". Poco antes había declarado sobre su deceso este verdadero amigo, que Nogales "es uno de los soldados más brillantes que he conocido".
Fuera de existir una fundación que junto a otros conocidos historiadores indagan sobre las vida y misterios de este venezolano general sin fronteras y por el hecho de que salvo sus escritos y otros documentos recabados existe poca información exacta sobre su persona, porque no llevó archivo detallado como Miranda, dado lo activo y excitante de sus continuos desplazamientos en diversas partes del orbe, personas como el profesor y diplomático Kaldone G. Nweihed y la historiadora Mirela Quero de Trinca, a través de una constante divulgación de su obra mantienen encendida la llama que resplandece a diario para iluminar tan valioso personaje, que decidió un buen día cabalgar como el Quijote por los caminos de la Mancha, aunque con éxito demostrado.

viernes, 12 de agosto de 2011

LA VIVARACHA HERMANA DE SIMÓN BOLÍVAR.

Amigos invisibles. Hoy vamos a traer al tapete de esta crónica histórica plena de ebullición, sobre el ir y venir de un personaje con faldas tobilleras y de armas tomar, irreducible y dominante, terca para mejor decirlo, que tuvo mucho que ver con la figura de su hermano Simón Bolívar y a quien desde la infancia le ocultó muchos pecados para evitar consecuencias, pero siempre estuvo cerca de él, en las malas y en las regulares, y aún permaneciendo distantes el uno de la otra, por circunstancias que son de presumir y que esa interacción se sostuvo durante su permanencia vital, separada apenas por la muerte de Don Simón, como sabemos en lo finales de 1830.
Me refiero con ello a la vida y figura de María Antonia Bolívar, hermana de padre y madre de Simón Bolívar Palacios, con quien creciera junto a sus otros hermanos legítimos, mientras el progenitor don Juan Vicente  a solapo de todos mantenía una vida disipada, hecha para ganar dinero y refocilarse con mujeres de diversa condición social y estado, al tiempo que su madre, doña María de la Concepción Palacios y Blanco, era una mujer liviana, hecha para el hogar y casada con un viejo verde cincuentón que vivía ella cerca de la peinadora y el aderezo de su indumentaria, siempre con el perfume que no le había de faltar. María Antonia tenía una buena estructura corporal, robusta, de ojos vivos y atractivos, que por ser la mayor de los hermanos cuidaba mucho de Simón, con seis años menor que ella, pues había nacido en 1777, año crucial para Venezuela en que se creara la Capitanía General con amplitud de territorios y que a la postre sería independiente a partir de 1811, cuando ya el terrible Simón, “el loco” como lo llamara María Antonia y en verdad que algo tenía de herencia por el lado familiar de los Palacios, ya siendo mayor empujaba su verbo efervescente desde la misma Sociedad Patriótica para crear un país libre y soberano.
Pero como la felicidad en aquella Caracas que apenas juntaba unos 40.000 habitantes bien contados, tiene sus altibajos, sucedió que doña María de la Concepción pronto fallece, dejando en la indigencia espiritual a sus cuatro hijos, y a pesar de los lloros y tristezas concebidos, el jefe de tal familia acomodada, don Juan Vicente muere también pocos años más tarde, lo que crea interrogantes  y hasta zozobra para estos párvulos en época de aprendizaje de las buenas costumbres y del “savoir faire” a la española, como núcleo de relevancia en el mantuanaje o clase superior caraqueña. De aquí que el alboroto fue mayúsculo en cuanto al qué dirán y sobretodo al peligro que corrían las niñas huérfanas con aquel cuento diabólico de los “fantasmas” y aparecidos que en tiempos coloniales sobrevolando tapias y cercados se introducían por ventanas para cometer el pecado de la fornicación, de donde las violadas del acto tenían que refugiarse en cualquier convento abandonando así la vida familiar. Y como el peligro era mucho referente a las tentadoras María Antonia y Juana, entrando entonces en la flor de la edad, los tíos, los abuelos y hasta los muchachos hermanos para evitar cualquier grave desliz aprobaron el casamiento de ambas, siendo la primera y mayor en tal ofrenda aquella hermosa y coquetona María Antonia, y como el tiempo de espera y el peligro acechaba a la tierna edad de quince años, aún sin cumplirlos, deciden desposarla para siempre con el pariente y tranquilo Pablo de Clemente y Palacios, quien pronto acaso deviene en vejuco y bejuco a la vez por epiléptico  y paralítico, de donde creyéndose otra María Luisa de Parma, pero bonita, le incorpora asaz cuernos al marido discapacitado, acaso por ser hija de don Juan Vicente, quien vivió como una batería de alta potencia, o sea pleno de testosterona y tentaciones mundanas.


De su parte y de acuerdo con lo dicho sobre el cónyuge
 incapaz en toda forma de sus obligaciones, pronto hace que doña María Antonia se ponga al mando de los bienes conyugales, en lo que destaca por lo acuciosa, dura, perseverante y hasta cruel, de donde le viene apelativos de avara, egoísta, negociante, rodeada de “nubes de acreedores” en espera, siendo a la vez por sádica en cuanto a la tortura de los siervos, al decir del diplomático inglés Ker Porter, y que además dicha señora en su finca de Macarao [cerca de Caracas], guardaba diversos instrumentos de suplicio para aplicar a los esclavos rebeldes, como lo afirma  el haitiano Paúl Verna. Y dentro de este singular personaje femenino, bien tratado además por su biógrafa la académico Inés Quintero, se afirma que por codicia siempre deseó especular  con los bienes de su hermana Juana, y hasta incluso llega a difamarla públicamente de ladrona, mientras por otro lado de la cuerda en componendas y tentaciones aspira a quedarse con toda la herencia de su hermano Simón [incluidas las minas cúpricas de Aroa], según él mismo lo escribe, como el caso del pagaré obligatorio firmado por él, sin ella entregar cuentas, o sea de siete capitales acumulados, según resalta el historiador Guillermo Morón. Fuera de este historial que la acredita, como buena entrometida que opinaba sobre cualquier materia, de otra parte excelsa de su vida siendo casada de velo y corona en Venezuela sostuvo muchos enredos sexuales con atrevidos hombres de aquel tiempo, y para la muestra el botón, es decir, como el magistrado Oidor peninsular y de buena experiencia en sus funciones Felipe Martínez, con quien en la coyunda secreta aunque a voces dispersas tuvo una hija escondida a quien para guardar apariencias sociales se le puso el nombre de Trinidad Soto, nacida por los contornos caraqueños en 1806 y acercándose esta aún casada a las tres décadas de edad.
Pero la cosa no pasó de allí, porque acordándose de lo genético y testicular de su difunto padre siguió en la parranda de los hombres vistosos de donde por encima del incapaz marido, ahora con otros bríos premenopáusicos cae en la trampa poderosa del amor fugaz y así engendra un nuevo retoño también adulterino con nombre y apellido para llamarla Josefa Cabrera, mediante el patronímico supuesto acaso de una criada, con lo que se consuma la tenencia de una pareja habida fuera del matrimonio, pero esta vez siendo su padre oculto, porque de otra manera no puede ser, nada menos que el pariente y marino de puertos  Lino de Clemente y Palacios, diez años mayor que ella, hijo de la también pariente Mercedes Palacios Jerez y por suerte uno de los firmantes del Acta de Independencia de Venezuela. Lo de Soto y Cabrera, repito, son apellidos impuestos de acomodo, de acuerdo con los convencionalismos imperantes, como aquello del lío de los expósitos y tantos segundones que abundaron, pero siempre de bajo perfil. Por otra fuente de su inquieta personalidad amatoria diremos que la dama en cuestión superando ya los sesenta años bien vividos y mejor saboreados, se enamora eufórica de un galán menor que ella, a quien nombran José Ignacio Padrón, artesano trabajador en carey apasionado al tiempo de la pizpireta joven Irene Aponte, quien en la chulería impuesta  a fin de adquirir una jaca de prestancia y otros halagos externos aparentes para el embeleso de Irene, a doña María Antonia birla una buena suma de dinero y ciertos bienes materiales aparte [en descargo a su favor, el caradura Padrón alega durante el pleito perdidoso que fueron simplemente “regalos”], y quien por lo Bolívar en los celos locos que desata tal conducta, con el letrado trujillano Ricardo Labastidas lleva a juicio sonado de campanillas en aquella Caracas de aspecto colonial. Como dice el refrán, pueblo pequeño, infierno grande. Y porque para la muestra basta el botón, añadiremos lo de un carpintero ebanista que por los tiempos desiguales vividos le soltó los perros eróticos en el fundo de Macarao, ya señalado, en cierta edad de la sin razón  y luego de volver de La Habana, donde por ser goda a más no poder y exiliada durante una tanda de años -lo que Simón siempre le reprochó-, y en cuyo sitio goza de una holgada pensión real de hasta 2.000 pesos como monárquica confesa, doña María por el descaro con que ataca el intruso ebanista siendo de armas tomar de seguidas le dio una tunda de palos y varios bofetones que marcan y hasta paralizantes, “le abrí la cabeza” confiesa a Simón escribiendo con todo desparpajo, quizás porque en lo interior al momento para la muy ladina no era de su gusto, y en la seducción “me dijo cuantas picardías le sugirió su torpeza”. Yo entiendo sinceramente que aquí, como perro que late echao”, al colega del padre de Jesucristo apenas le faltó constancia y oportunidad, para parecer aquello el drama simplista de Romeo y Julieta. Valga recordar aquí al irónico antioqueño Fernando González, quien excediéndose en el trato dijo de ella que “pelaba más plátanos que un capitán de buque margariteño”.
Por cuenta de su estilo violento otra azotaina la dama enfurecida mandó  propinar al estafador  y tuerto panfletario Rafael Diego Mérida, hombre sinuoso lleno de remilgos y herético, para cobrarle cuentas personales, entre ellas la de ser enemigo acérrimo de su hermano Simón, a quien en la diatriba éste tilda de satánico y colmado de venenos. Otro pleito de ese talante tuvo María Antonia con el oficial brasileño José Ignacio Abreu e Lima, pretendiente acaso de la sobrina Benigna, que era hija de su finado hermano Juan Vicente, donde a vox  populi se habló de “una estrecha amistad”, “algo más que aquella relación” del “famoso calavera” y “despreciable” oficial, quien por cierto era hijo de un clérigo disoluto, el Padre Roma. Por lo que en la comidilla callejera desatada por todos conocida aquella situación que tenía el juicio trastornado a la tía María Antonia por lo del “affaire íntimo”, termina en puñetazos limpios con que la emprende Abreu e Lima contra el autor de un escrito abusivo redactado por el panfletista Antonio Leocadio Guzmán, mientras María Antonia hecha un basilisco cuenta a su manera el odio que le tiene al brasileño. Poco después Benigna casó con Pedro Briceño Méndez, y para no quedarse viuda siendo amante de la cama doble volvió a encontrar marido en la persona de Pedro Amestoy. Así son las cosas.  
Bolívar siempre aconsejó a su hermana que se sirviera de la prudencia, para atemperar su ánimo levantisco, que le produjo problemas al Libertador, y hasta animadversiones. Intrigante, monárquica, de dominio e insoportable, por el carácter y los negocios raros metía en líos al hermano Simón, y vaya a ejemplo lo que dijeron de su hijo legítimo Anacleto, en cuanto a la conducta disoluta, pero lo que más le dolió a  Don Simón fue no solo la avaricia de esa hermana mayor sino que quiso involucrarlo en graves problemas por aprovechadora, cuando le exige a su hermano que en un intento de soborno interceda ante jueces para la solución de cierto litigio que le favorezca. Sin embargo para compensar su angustia María Antonia le prestó un gran favor a Simón, de esos que no tienen con qué pagarse, cuando a la callada encubriendo el desliz recibió para su elevación y crianza a un hijo ilegítimo de Bolívar, que había tenido en Ana Rosa Mantilla cerca de Bucaramanga, llamado Miguel Simón Camacho, al que eleva como a otro hijo, y el que aparenta como un nieto, porque su hija Valentina casó con Gabriel Camacho Travieso, y luego por orden de Bolívar para su educación fue enviado a Lima, con el asistente hijo de Pedro Camejo, quien después se estableció en Quito como comerciante, donde casó y tuvo hijos, cuyos descendientes hoy moran en Europa y de quien su tataranieta Marta Ordóñez Benalcázar aún vivía para el año 2.008. Ojo con el ADN esclarecedor. Todo esto que les he mostrado, bastante inédito y original, es para coger palco o con el fin de poner los pelos de punta. ¿Verdad?

viernes, 5 de agosto de 2011

REDESCUBRIENDO AL CABALLERO GRANMONT.

Amigos invisibles. El año 1997 el Instituto de Altos Estudios de América Latina, de la Universidad caraqueña Simón Bolívar, publicó un trabajo mío intitulado “Marco y retrato de Granmont (Francia y el Caribe en el siglo XVII)”, donde a través de un exhaustivo estudio de este personaje desconocido para muchos, se recrea rescatando con abundante investigación realizada en archivos europeos y americanos, las andanzas de ese luchador francés cuya presencia cambia el concepto mal  llevado de la piratería para transformarlo en guerrilla sostenida atrás del océano por dicho Caballero del Rey (Chevalier du Roy), nacido en 1625 en el París de Mazarino, Colbert, Richelieu, de los tres mosqueteros y el Cyrano de Bergerac, que en medio de una gran aventura vino a defender su causa al servicio del monarca imperial Luis XIV, que lo era, contra la casa real austriaca que gobernaba en España y sus posesiones americanas, para así impedir el flujo marítimo de oro y plata tan necesario en Madrid a fin de sostener las guerras en Europa y principalmente contra lo borbones franceses.
        

                     De buena presencia, el ancestro gascón, fornido y educado en esa capital del Sena, Francisco Granmont de la Mothe por parte de su padre tiene buenas vinculaciones a tenor del señorío de Versalles, pues el progenitor trabajaba para el gobierno, mientras el hijo luego de batirse en duelo mortal en la calle de los Osos, escoge el camino del mar y se hace oficial de la marina francesa en el Regimiento Real y en la Compañía que dirige el señor de La Lauretière, especializándose en táctica, geografía y cosmografía,  con lo que recorre los puertos mediterráneos y atlánticos en beneficio de su monarca. Pero como el ardor defensivo de este joven marino no se circunscribía al mar territorial de su patria francesa y como fue costumbre de muchos, decide cruzar lo que se llama el charco para aparecer  más libre o sea sin ataduras legales, de donde se apersona en el mar Caribe en defensa de sus principios liberales, en 1673, para actuar en calidad de corsario, o sea con permiso legal para el ejercicio del corso, que era una forma de hacer la guerra en el mar, en la pequeña y bien defendida isla La Tortuga, bastión del filibusterismo caribeño, el noroeste de Haití, donde de seguidas entra en contacto con autoridades francesas y personajes conocidos en la Historia, que la habitan. Pronto, con la habilidad y los conocimientos náuticos de que disfruta arma una flotilla bajo su mando para enfrentarse cerca de Curazao, en 1677, al convoy holandés Las Bolsas de Ámsterdam, logrando aprehender con rico botín de 400.000 libras a su mejor bajel, cerca de la isla de Martinica. Con el nombre aguerrido que adquiere pronto entra a dirigir la cofradía de los Hermanos de la Costa, organización de mar con leyes propias, lo que le promueve a la categoría de los sires Hawkins, Raleigh, Drake y Morgan, dominando así el panorama guerrero del mar Caribe.
            Para mejor conocer de su trabajo, desde 1674 elabora un mapa detallado de la Tierra Firme y algunas posesiones costeras españolas, trabajo del que hablará por carta al almirante conde Jean De Estreés, avezado marino que piensa incursionar por el Caribe americano, y lo hace por mandato del Rey tomando a Cayena y Tobago, mientras ordena al gobernador de La Tortuga, Jacques De Pouançay, traer varios cientos de filibusteros, bajo el mando de Granmont, en 12 naves ágiles llamadas filibotes, con el fin de unírseles en la isla San Cristóbal para el asalto a la holandesa Curazao, mientras una veintena de pesados barcos de la época acompañan al alto oficial galo en tal intento y con tan de mala suerte, que al confundir el práctico la carta marina del archipiélago de Los Roques con el de Las Aves, en la noche surge un desastre de consideración porque encalla y se hunde buena parte de la flota militar, mientras que los filibotes como barcos ligeros de poca quilla quedan libres de tal desastre. El almirante ordena el fin de la operación y permite a De Pouançay que otorgue permisos de corso a los barcos filibusteros dirigidos por Granmont, con lo que así al mando de 700 hombres se dirige a la rica zona del lago de Maracaibo, donde toma el fuerte de Zaparas a su entrada, y ya libres los franceses permanecerán dueños y señores de aquel inmenso lago por seis meses del 1678, recogiendo el botín necesario en Maracaibo, en el importante pueblo de Gibraltar y en la alejada hacia la sierra ciudad de Trujillo, distante a muchas leguas de la costa, en una epopeya inusitada que termina con el incendio de la heroica urbe, para regresar finalmente el 24 de diciembre de 1678 y con grueso botín, a sus bastiones haitianos.
            Lleno de prestigio y de fortuna el próximo paso de Granmont contra las posesiones españolas es la toma de Puerto del Príncipe o Camagüey, en tierra adentro de la isla de Cuba, razzia que efectúa desde el 23 al 25 de febrero de 1679, episodio realizado con todo éxito económico y al mando de 600 marinos y el saldo de 130 muertos de ambas partes, lleno de episodios y peripecias dignos de contar en cualquier serie mediática de fortuna. Luego, auspiciado por el éxito que lo entorna y el apoyo indiscutido de los hermanos marinos que lo siguen, frente al puerto de La Habana resuelve ir a la toma de La Guaira y Caracas,  por la vía de La Tortuga y Martinica, donde se halla fondeado en marzo de 1680. Y provisto de permiso o comisión oficial del gobernador De Pouançay, a bordo de La Trompeuse y con otros barcos acompañantes se dirige rumbo el cometido en Tierra Firme, hace la aguada en la isla La Blanquilla, en Los Roques aguarda información para el ataque, y el 25 de junio antes de amanecer con 180 hombres pone pie en tierra de La Guaira para reunir jugoso botín, hasta el día 27, en que los galos son repelidos por fuerzas españolas, mientras desmantelan fortalezas, hunden cañones y recogen más botín, como también a 150 prisioneros llevados para el canje y luego retirarse al archipiélago de las Aves el 29 de junio y regresar triunfante a Petit Goave,  el 13 de agosto de 1680.

            El próximo paso de Granmont lo llevará a la opulenta ciudad de Panamá con un flota anglofrancesa y en tiempo del gobernador De Cussy, partiendo de La Tortuga el 16 de diciembre de 1680 al mando de 1.100 hombres para tomar la isla Providencia y de allí luego rendir el  fuerte de Chagres, en la desembocadura de ese río panameño, siguiendo después su cauce por varios días y llegar a Panamá el 28 de enero siguiente, donde luego de arduo combate militar al estilo de Morgan toma la rica ciudad y se adueña de una fortuna para regresar a La Tortuga, donde descansa por un tiempo, mientras su flota apresa navíos que aparecen en la distancia. En este intermedio temporal traba amistad con los capitanes holandeses Nicolás Van Horn y Lorenzo de Graaf, y así parten a la cabeza de 1.200 hombres rumbo a Roatán, en México, para atacar el bastión militar de Veracruz, comenzando el asedio el 17 de mayo de 1683 hasta que en varios días de lucha y asedio se rinde la ciudad, con un rescate de riqueza y 1500 esclavos a vender. Regresado a su cuartel general de La Tortuga, De Cussy le encarga algunas comisiones marítimas por sí y el conde de Blenac, mientras prepara el importante asalto al fortificado Campeche, en Yucatán, lo que lleva a cabo el 6 de julio de 1685 al mando de 900 hombres. Por este nuevo éxito es cuando el monarca Luís XIV le otorga el título de “Caballero del Rey” y Gobernador del Cul de Sac haitiano, dulce y rica por demás posesión francesa. Mas como Granmont no desperdiciaba la ocasión decidió previamente incursionar hacia La Florida española, al mando de  180 hombres y a bordo del barco “Vent Debout”, pero el mal tiempo y los huracanes de esa temporada acabaron con esa expedición tragada por el mar, al noroeste de Jamaica, quedando sin embargo el nombre y la leyenda de este parisino registrado en los anales de la posteridad caribeña, y sobretodo en Venezuela, donde anduvo de incursiones exitosas por muchas islas, poblados marítimos, puertos importantes, por el lago zuliano tan lleno de aventuras, y para rematar recorriendo unas montañas llenas de color imborrable y lejos de la costa, en una larga experiencia inusitada donde parecía descollar la flor de lys.
Como colofón sobre este valeroso personaje francés en una segunda lectura reúna usted  todos los datos escritos en negrita para darse entera cuenta de quién era, de su origen, sus estudios, trabajos realizados en honor de su patria, personajes con quienes trató en vida y altas distinciones que obtuvo, de donde podrá entender sin premura cómo con paciencia y estudio ha podido sacarse del olvido alguien que se coloca primerizo en estos mundos nuevos, entre los grandes del mar Caribe, porque la verdadera historia por más que permanezca latente y hasta oculta, no se puede olvidar.