martes, 28 de junio de 2011

ALGUNOS DICTADORES DE AMÉRICA LATINA


Amigos invisibles. En verdad que, si a ver vamos, son muchos los empeñados que de una y otra forma han ejercido los poderes dictatoriales en nuestro subcontinente, como producto de una manera de ser machista heredada de viejos ancestros, lo que siempre se refleja en la conducta personal interna y social del individuo latinoamericano. Esta posición anómala es innegable y para estar más cerca de los ejemplos la hemos vivido no solo desde el tiempo colonial esclavista de patronos e iglesias en pugna, sino a través de personeros destacados de nuestra nacionalidad, valga la referencia, como lo fue el  propio Simón Bolívar, quien por encima de sus modales refinados a veces entraba en grandes rabietas que han hecho historia conocida, y porque a lo largo de su gestión política dentro del mundo que libera a medias, se dio el lujo de nada menos que cinco veces declararse dictador con todos los hierros, y como se dice, sin conmover sus ánimos, cosa que no lo hubiera podido hacer hoy por los frenos que existen pero que aún se alargan por ciertas circunstancias acaso de debilidad oportuna.
         Esta fauna que existe tan variada, llámense caudillos, líderes cleptómanos, jefes en campaña, conductores, salvadores de la patria, mesias y cuantos  epítetos puedan dárseles, infestaron la tranquilidad de nuestros países y aún la intoxican bajo juegos de palabras vacías, de esperanzas inalcanzables y otros trucos que con la bendita democracia amañada que ahora se utiliza para engañar a los menesterosos, que son la mayoría de votantes, con la suavidad de la vaselina se va introduciendo en el cuerpo social para terminar todo en algo así como una tiranía disfrazada, con acólitos haciendo el juego de payasos que reciben a cambio limosnas o buenos usufructos gubernamentales. Como patrón de estas malandanzas actuales, valga recordar que está de moda entre usurpadores que llegan al solio presidencial por carambola, el servirse del comodín de la reelección necesaria al cambiar este texto explícito de la constitución con el fin de perpetuarse en el poder, práctica ilegal que intentan  utilizar a las anchas algunos descastados cuanto mafiosos jefes de estado y sus acólitos en tal cargo y en otras latitudes de la geografía regional, pero como ya se conoce por demás las trampas de este juego procaz, las fuerzas vivas cuanto despiertas del entorno con antídotos constitucionales impiden el vulgar ejercicio de la tiranía a estos desagradecidos  sinvergüenzas.
         Después del período de la Independencia comienzan a aparecer esos señores todopoderosos, que no mediaron en ocultar sus apetencias totalitarias en juego de represiones y torturas, como las hubo en el Sur del continente y el caso específico del paraguayo doctor Francia, mientras algunos enfermos y mediocres en distintos países se quedaron esperando que la suerte fatal los defendiera, sin poder alcanzar la rueda de la fortuna. Valga el ejemplo casero de Venezuela con personajes rocambolescos como Páez, que sí mandó tras bambalinas por unas cuatro décadas, la década de los llaneros hermanos Monagas, el folclórico llanero Joaquín Crespo, el exótico señorito general Guzmán Blanco, de larga duración en el mando, y para cerrar con broche de oro, valga la metáfora corriente, aparece una figura caudillesca, guapetón y extravagante que se pelea y guerrea con todo el mundo, que a nadie quiere pagar y que en un vacilón permanente manda como le da la gana,  llamado por cierto Cipriano Castro, que es quien mediante espectáculos circenses pone llave al candado del siglo XIX en Venezuela. Mientras tanto en la vecina república colombiana los caudillos conservadores hacen de las suyas en un interminable juego desde la muerte de Bolívar y el poder que ejerce el hombre de las leyes Santander, para terminar a sangre y fuego, o entre discursos muy bien comedidos, en una guerra fratricida de los mil días, que deja miles de muertos, al lado de la sombra castrista que se eleva en Venezuela.
         Cosa parecida sucederá en las interminables escaramuzas que acaecen en Centroamérica, a la sombra del hondureño Francisco Morazán, de banderas y consignas escritas para entender analfabetos, claro está salvo excepciones, al tiempo que ese territorio vive envuelto en peleas fronterizas. integristas o federativas, con unos sustratos indígenas que no se entienden, al vaivén igualmente del gran poder y peligro mejicano. Pero donde más se aviva el problema de las dictaduras enfermizas es en el propio México que creciendo con el recuerdo permanente de la derrota sufrida con el Norte voraz, y las intentonas monárquicas francesas, cual autistas de pueblo se someten al suplicio de los generales de pacotilla, tal el caso de López de Santa Anna, que como moscas hambrientas menoscaban aquel territorio minusválido, hasta que aparece un personaje estelar del tiempo  de caudillos llamado por todos don Porfirio Díaz, figura de ejemplo en la historia de aquel país, que ejerce el poder en forma dura  por unas tres décadas bajo la figura final del porfiriato, pero hastiado de mandar y de los manitos exigentes en 1911 se fue a vivir a París, hasta el fin  de sus días, en 1915, con 85 años bien aprovechados. La aparición del controvertido petróleo, la creación de sindicatos y el advenimiento de ideas socialistas entre anárquicas y comunistoides, dio origen al nacimiento de un nuevo gobierno dictatorial ya doctrinario, bajo un sistema de mando vertical y autoritario que se establece en ese país luego de la llamada revolución mexicana, liberal, contestataria, llena de caudillos y en parte enemiga de la Iglesia, que entre bandazos con personas y personajes gobernó a las anchas ese  país por algunos 70 años, bajo la dictadura de partido, el famoso PRI, a pesar de las elecciones hechas bajo engaño y con resultados poco halagadores para el aguantador pueblo mexicano
         Dentro de la política del Buen Vecino que auspicia el Departamento de Estado para con la América Latina y siempre manteniendo la doctrina de Monroe, luego de la Primera Guerra Mundial vemos aparecer otras dictaduras en el semillero de este subcontinente, más tirantes hacia un autoritarismo militar que defienda los intereses gringos al sur del río Grande, que se dice llamar también el patio trasero. En este sentido si bien Puerto Rico tiene un sistema de protección  muy ligado al gobierno americano y por ello no convergen en él gobiernos dictadores como los que señalamos, en cambio sí los hay en el variado ejercicio político que se lleva en Cuba, con figuras autócratas como Gerardo Machado y el sargento Fulgencio Batista, quien ejerce un poder suficiente y bajo el amparo de los Estados Unidos hasta que se va del país  el 1º de enero de 1959, decepcionado por la batalla de Santa Clara, mientras se instaura un régimen dictatorial comunista al estilo soviético, por más de 50 años.
         En referencia con Haití y la vecina República Dominicana, diremos que en la primera señalada los dictadores han surgido por generación espontánea, en todo el país o en parte de él, desde los tiempos de Petión, Souluque, Boyer, Cristóbal y tantos más de esa comedia eterna, siendo de señalar como espécimen significativo la figura resaltante, opresiva y sanguinaria a través de su cuerpo “tonton macoutes”, del doctor François Duvalier, (Papá doc,) médico malariólogo que toma el poder hasta su muerte, ya en calidad de Presidente vitalicio, a quien sucede su hijo Jean Claude (Baby doc.), otra figura siniestra de la política antillana. Con igual barómetro dictatorial aunque más agresivo  también aconteció otro tanto en la República Dominicana, donde luego de regímenes de fuerza y al amparo siempre del  Tío Sam aparece un personaje sanguinario de amplia capacidad novelesca, opresor sin límites, que es el llamado general Rafael Leonidas Trujillo y su familia, en especial el hijo Ramfis, quien ordenó asesinar al presidente venezolano Rómulo Betancourt, pero frustrado este vil empeño, al año siguiente amigos del mismo Betancourt y a balazo limpio lo hicieron desaparecer en las afueras de Ciudad Trujillo. Lo que es igual no es trampa.

         Volviendo a Venezuela, en el recuento del siglo XX un dictador rural salido de contiendas guerreras toma el poder en 1908 y se baja del mismo en 1935, cuando muere en su cama. Astuto, sereno, con visión de futuro en un país atrasado que para él es una gran hacienda particular, se rodea de grandes figuras al tanto que florece el petróleo y algunas cárceles se colman de enemigos, aunque deja un  país consolidado. Años después aparece otro dictador, Marcos Pérez Jiménez (su compadre el coronel Delgado Chalbaud fue asesinado), militar de escuela que si bien durante diez años  sostiene el poder con fuerza,  al tiempo es un  profesional serio que proyecta y construye un estado de futuro, mediante obras de importancia realizadas que fueron la base para el desarrollo posterior de la patria, la que de esta forma pudo entrar luego en cuarenta años de democracia y prosperidad. En los tiempos actuales otro tipo de gobierno militar y populista se mantiene en el poder, con casi doce años de mandato que ellos llaman socialista, al estilo de Cuba. En cuanto al caudillismo atemperado de Colombia con eje de políticos de lustre salidos de Popayán, Antioquia y los Santanderes, la democracia progresó de tiempo atrás, salvo el caso del general Gustavo Rojas Pinilla, militar de avance que quiso eternizarse en el poder, cuestión que le impidieran y con razón legal el “stablishment” que siempre ha gobernado en la patria de Santander.
     Centroamérica no se ha salvado tampoco de estas figuras dictatoriales que en cada país han existido, pero sí quiero dejar el recuerdo del coronel  guatemalteco Carlos Castillo Armas, que ayudado por Washington y la CIA arrasa con el intento de un país social, establecido allí luego de 1944 por el coronel Jacobo Arbenz, el profesor Juan José Arévalo y  el internacionalista Guillermo Toriello. Tres años más tarde Castillo Armas abandona el poder, asesinado. En cuanto a Nicaragua, sufrió la dictadura del clan familiar militarista de Anastasio Somoza por muchos años, ejercido de manera incruenta, siguiéndole en tal actividad su hijo Tachito. Como respuesta  a esa dictadura familiar el viejo Anastasio fue herido gravemente de cinco balazos en la ciudad de León, muriendo poco después, y su hijo Tachito también fue asesinado en La Asunción del Paraguay, por un  comando guerrillero argentino vinculado con el sandinismo. Otro país de esa región cubierto de dictadores militares (como Remón, asesinado en un hipódromo) fue Panamá, donde debe mencionarse de manera especial  al general Torrijos, de tendencia social izquierdista, quien murió (se dice que asesinado por el caso del canal panameño) al chocar su helicóptero con unos cables eléctricos. Y el general Manuel Noriega, otro loco dictador izquierdoso y narcotraficante quien armado de un machete en la demagogia barata quería acabar con los Estados Unidos y por lo cual purgó más de 20 años de cárcel, con  uniforme militar, en los Estados Unidos, en Francia y con seguridad  lo será en el propio Panamá.

         Otros países de la América del Sur han sido tierra abonada para el surgimiento de estos caudillos montaraces, que hasta guerras internacionales por mar y tierra han sostenido, con  ideas tan dispares y personajes pintorescos que juegan a la ruleta rusa de la suerte, como el general Manuel Odría (Sánchez Cerro también fue asesinado en un  hipódromo) en el Perú, dictador serio, de escuela, con alguna recordación, y el izquierdista general Juan Velasco Alvarado, entregado a estas ideas motrices mientras le amputaban una pierna y sentía rencor contra el Tío Sam, por lo que cambia todo el armamento militar del país por alguno vario traído desde la Unión Soviética, lo que causara un tremendo déficit fiscal  a su país, que en muchas décadas no se termina de pagar. Fuera de otros caudillos de colección existentes en países como Paraguay y Bolivia (Banzer, al presidente Gualberto Villarroel lo asesinan), sin olvidar jamás al gran Getulio Vargas, hombre de carisma y protector de los pobres, de origen familiar llanero en Venezuela, quien siendo presidente de Brasil se suicida en Río de Janeiro, dentro de este complejo conjunto de dictaduras latinoamericanas debemos asentar que en los estados del Sur o sea Uruguay, Argentina y Brasil se establecieron gobiernos y juntas militares dictatoriales que con el intento de combatir  grupos comunistas que proliferaban en dichos países y mediante el apoyo del Departamento de Estado americano, hicieron de las suyas, violaron lo derechos humanos bajo diversas formas, asesinaron, torturaron y por ende fueron y son reos de cárcel y presidio (Videla, Massera, Viola, Galtieri, Aramburu [asesinado], Onganía, etc.), lo que algunos han pagado y pagan hasta en la ancianidad, Quiero terminar estos comentarios en forma sintetizada con dos figuras de excepción, dictadores ambos, pero que han trascendido en el tiempo histórico por su carisma y ejemplo, para mal o para bien, según usted los aprecie. Me refiero  a los generales Juan Domingo Perón, de la Argentina, y al chileno Augusto Pinochet.

         Perón, de raigambre fascista es hombre de micrófono, de atildada presencia y junto con el ángel benéfico de su mujer, Eva Duarte o “Evita”, logra cambiar la faz de la política argentina y del país, en sus dos gobiernos tormentosos, para insuflar presencia de la gente de abajo y de los sindicaos, mientras la próspera economía enmarcada con leyes y tributos se viene abajo, al extremo que con sus sucesores, como Menem y los Kirchner, no han podido hacer de nuevo un gran país. Al otro lado de la cordillera pacífica aparece la figura golpista del general Augusto Pinochet, prusiano, sereno y zorro de vieja cepa, frío, calculador, que acaba con la pretensión comunista de adueñarse de Chile mientras se descerraja un tiro el Presidente Allende en la casa presidencial de La Moneda. Con sus represiones y muertes de enemigos, sin embargo sacó de abajo a aquel país austral, lleno de deudas y pobreza, preparando el ambiente con el duro camino que sembró, para el resurgir de un país laborioso, ahora de nuevo en vida democrática.
 Resta por señalar en este trabajo, como dije, la aparición de esos regímenes militares de carácter dictatorial perseguidores de ideas extremas en América Latina, que en Brasil (de 1964 a 1985, con Castelo Branco, Costa e  Silva, Geisel, etc.), Uruguay (entre 1973 y 1985, con una represión bárbara, para perseguir principalmente a los tupamaros) y Argentina (de 1955 a 1983, que ya he señalado), los que permanecieron cazando enemigos por décadas de odio, como también fue el caso específico del oprobioso y eterno general Alfredo Strossner, Yo Supremo, en Paraguay, internacional de las espadas que en definitiva mantuvieron a raya esas pretensiones extremas, en medio de una represión atroz, muchos de cuyos capitostes a buen resguardo viven tras las rejas para pagar sus deudas con la sociedad. He aquí, a grandes pasos, un capítulo trágico o de humor negro en América Latina.

lunes, 20 de junio de 2011

EL SEMENTAL PADRE DE SIMÓN BOLÍVAR.

Amigos invisibles. En Venezuela abordar el tema familiar de los Bolívar es algo que en el lenguaje popular se tilda de tabú, por las implicaciones míticas que conlleva y las furias jupiterianas que pueden desbocarse, pero como a partir de los últimos tiempos el crítico revisionismo histórico ha levantado la censura sobre dicha familia mantuana y con el aporte de valiosos historiadores que escudriñan sobre el tema, a flote salieron diversos aspectos necesarios de abordar con la precisión e imparcialidad requeridas, para descubrir tantas falsedades o equívocos que penden sobre estos personajes de la elite caraqueña y desde luego que vamos a tratar sobre ellos, como lo haremos en varias oportunidades del blog, lo que conduce a descubrir aventuras y malandanzas desde el pater familias Juan Vicente, o sea del empelucado Juan Vicente Bolívar y Ponte, porque de tal palo tal astilla, como reza el adagio, para después trabajar algo sobre la figura también controversial de su hijo el libertador Simón Bolívar.
De porte aristocrático y cara picarona, se casó ya maduro para la época con una  tierna joven a quien enriquece con su propio caudal, que era mucho dinero,  y con la que tuvo dos engendros varones y tres hijas que dieron quehacer en el entorno, salvo la menor, porque fallece de horas de nacida. Don Juan Vicente muere tuberculoso, su esposa le sigue pronto con la tisis y al hijo Simón  le consume lo hético, en su agitada y relativa corta vida existencial.
A este varón de buena cuna provinciana desde muy joven le gustó acrecentar el capital y los intereses dispersos, por lo que pronto entra en tratos con la monopolística Compañía Guipuzcoana, que desde tiempos del rey Carlos III y de antes con la excusa del tráfico ilegal maneja los negocios grandes de Venezuela como el cacao, tabaco, añil y los cueros de res, de donde sin dejar señales que lo acusen admite “regalos” en fraude al fisco de la Real Hacienda de provincia, de la cual este mantuano era Administrador, al tiempo que es también contrabandista de mulas y cacao por La Guaira, con lo que elude el pago de esos impuestos legales, a escondidas destila aguardiente de caña en su fundo aragüeño de San Mateo, además de ser comerciante inescrupuloso y mal visto por vil oficio de acuerdo a su condición social, con cuatro establecimientos propios pero no bajo su nombre, siendo uno de ellos la venta de telas finas en Caracas, y otro de variedades situado en el callejón Muchinga guaireño, sirviéndole en tales menesteres mercantiles el testaferro Francisco Carrasquel, según investigaciones entre otros del profesor Vivas Pineda. Es de recalcar que este progenitor Juan Vicente ejerció como Oficial Real del fisco de la provincia, tejiendo así una madeja de negocios nada santos con encargados en Caracas y La Guaira, a través también de sobornos y dádivas, llegando a atesorar la segunda fortuna de Venezuela, luego de la del marqués del Toro,  e incluso manteniendo mucho dinero en efectivo, según lo demuestra el profesor universitario Juan Morales Álvarez. En esa lista de propiedades que acumula, fuera de las numerosas que heredara de antaño se cuentan grandes  haciendas de cacao en los valles del Tuy, en Morón, Zuata (de añil), Caicara, valles de Aragua, el ingenio azucarero de San Mateo, el extenso hato guariqueño El Totumo, de Tiznados, cacao en Barlovento, cerca de Capaya, y otros fundos que sería aquí largo de enumerar.
Pero de lo que hasta ahora se comentaba poco fue en referencia a la ardiente vida sexual de este caballero de espuelas filosas, que emulando a la ranchera mexicana “sigo siendo el rey” hizo fama en los anales del poder y el donjuanismo, como del derecho de pernada en la provincia de Caracas o Venezuela, y que casi por fuerza mayor saca a la luz, pero en expediente secreto, el celoso y fanático obispo diocesano Diego Antonio Díez Madroñero, que llegado al país  en 1756 ya en 1765 no aguantaba más tal escándalo acumulado en el tiempo, por lo que ante el enojo vuelto chismes como dimes y diretes, resuelve abrir una investigación seria y al estilo eclesiástico, para tomar medidas al respecto. En el minucioso expediente que levanta a base de interrogatorios precisos y reiterados como manda la Santa Inquisición, se comprueba que este padrote de ojos azules y obsesivo sexual es un perseguidor empedernido de mulatas, blancas, indias y cuanto se interponga, pero lo que pone en jaque a La Victoria, el villorrio de San Mateo, Turmero, Cagua, La Villa y otros campos poblados, es su tozudez, porque en el don fálico que ostenta quiere acostarse con todas las mozas, de preferencia vírgenes que por allá le atraen, y mire que en buena parte lo hace a satisfacción dada su capacidad económica y persuasiva, como que nadie ve, oye ni entiende lo que este cazador de encantos  premedita y realiza.
           Además, para agregar a la historia del   viejo     empedernido, Don Simón hijo tiene entre otros, como es de consuno suponer, un medio hermano ilegítimo [“su madre -señora principal- era prima de su padre”, se escribe a estas resultas oscuras] de nombre Juan Agustín Bolívar, criado en la casa paterna de la tía Josefa, y conocido en tal enredo porque el taimado picaflor lo menciona en su testamento,al reclamar éste parte de la rica herencia bolivariana.                                                                      Pues bien, volviendo al tema del riguroso y nutrido expediente que reposa en el Tribunal Eclesiástico de Caracas,  se asienta con pelos y señales que debido al incontinente vicio de la carne el lujurioso y para entonces solterón en un serrallo extenso que posee fuera de tener alcahuetas pagas y adiestradas a su servicio, en el incesante escenario erótico mantenido a satisfacción se acostó con la india María Bernarda, con quien tiene varios hijos; la india María Juliana, la india María Rosalía, con otra Rosalía que se apoda La Chicota, la india Juana Antonia, a quien de seguidas embaraza, la india Catalina, la india María Simona junto con dos hermanas de ella; con la casada María Jacinta Fernández, en quien tuvo confesos “trece actos carnales”; con la adúltera consciente Josefa María Polanco y madre de una hija de este patriarca embrujador; con Paula Flores, que también le da un hijo ilegítimo; y la casada Isabel Requena, que en la desfachatez declara bien contadas “cinco relaciones sexuales” habidas con ese poblador. Y para colofón del Casanova insatisfecho, en el mismo expediente se asienta que en Cagua “pasan de dose (sic) las doncellas que ya se ha desflorado en solo este pueblo”. ¡Imagínense ustedes tal herencia cruzada y los descendientes cromáticos que el vivaracho semental tiene a escondidas en la ancha geografía de Venezuela¡
En resumidas cuentas y a objeto de precisar lo contenido en el expediente de marras, que suponemos fuera hecho bajo forma de juramento, se obtiene que 25 mujeres salieron  a flote en esa ocasión indagatoria, siendo 8 de origen indígena, en las que tuvo dos o más hijos. En cuanto a mujeres casadas e infieles por tanto y sujetas a castigos correspondientes por el adulterio, aparecen cuatro de ellas con dos hijos reputados de tal señor. Y para complemento de esta indagación sobre el tenorio allí consta por encima de 13 doncellas desfloradas en Cagua. Pero lo que más llama la atención de este sumario tan prolijo es el que zorruno Díez Madroñero entendió las principios inalterables religiosos a su manera, con aquello de que las leyes se acatan pero no se cumplen, al extremo que el “ingenuo” sacerdote acaso para no meterse en líos parroquiales comprende  todo aquel desbarajuste sexual a su inaudita manera y sin  pensar en el Código de Derecho Canónigo, al extremo  de llamar al botón a este “lobo” carnicero y dentro de lo alcahueta de su fallo, que denota sonrisa, a objeto de apenas “comedirse” ese caballero en el operativo colchón que bien practica, donde para sorpresa del vecindario, de todos y de la posteridad histórica, al final del abultado juicio la pena impuesta fue apenas moral, para salir del paso y sin otras explicaciones, puesto que ya inaugurando eso que se llama la inversión de la  carga probatoria don Juan Vicente resultó libre de culpas en el caso instruido, y al contrario, las agraviadas jóvenes para gracia divina del obispo fueron las “provocadoras” fálicas de tal personaje, siendo por tanto las responsables estas infelices agredidas, mediante la truculencia ocurrida en las pruebas palpables y no desestimadas, pues la sola estampa de este ramillete de féminas tentaban sin comedirse al pudiente señor de horca y cuchillo.
 Gracias a la temeridad y la paciencia del académico venezolano Ambrosio Perera y al estudio del conocido escritor bolivariano Salvador de Madariaga, pudo recuperarse al público este valioso documento por demás explícito, del que fuera padre de Simón Bolívar, quien siguiendo los pasos genéticos de su ancestro enamoradizo, tuvo mujeres e hijos a montón. Cosas veredes, Sancho amigo.

viernes, 17 de junio de 2011

¿QUÉ HACER CON CUBA Y PUERTO RICO?: POLOS OPUESTOS.

Amigos invisibles: En el contexto político que nos interesa tres naciones de habla española predominante hacen un juego de equilibrio entre los múltiples países y dependencias coloniales que existen en el abigarrado mundo del mar Caribe, o sea Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico. El primero, Santo Domingo, a pesar de una agitada vida independiente hoy luce despejado su porvenir, fuera de otro coronel Caamaño Deñó y de los riesgos que conlleva esta aseveración, por estar situado dentro de un triángulo efervescente que ojalá consiga asentar la democracia emanada de un tiempo atrás, y parece mentira, después de Joaquín Balaguer que con el ejemplo de su ocaso la sostiene.
Pero en lo referente a las islas de Cuba y Puerto Rico otro gallo canta en esa larga noche de su solución. Y veamos porqué. Lo primero a tomar en cuenta en este estudio es el origen de ambas sociedades insulares, que como todos conocen fueron dependencias importantes del mundo colonial europeo desde su creación, hasta comienzos del siglo XX, cuando por obra de la forzada guerra de fin de siglo anterior, el Tío Sam con la potencia hegemónica que ya ostenta saca del juego de la escena mundial al muy debilitado imperio español, adueñándose manu militari y con firma de papeles aprobatorios, de las posesiones hispanas en Asia y de estas dos islas en el mar Caribe que mantenían una guerra de bajo perfil pero pendiente con fuerzas adversas que del interior mismo las confrontaban, siendo el líder de esos ideales el patricio Eugenio María de Hostos, en lo que se refiere a Puerto Rico. Esta isla por cierto el general Simón Bolívar al comienzo de su carrera política expresó en correspondencia alusiva que podía formar parte de Venezuela (y junto a Cuba proyectó liberarlas), e incluso al final de la guerra de Independencia muchos de tendencia monárquica emigraron desde el país suramericano para establecerse en esa isla del encanto. Al comienzo del siglo XX ya había sido ocupada por la cultura estadounidense, que de entonces acá no ha podido penetrar en forma definitiva, con su lengua y costumbres, pues un grupo independentista siempre se ha mantenido con dichas ideas, y hasta por ello una célula libertaria atentó contra el Congreso americano en Washington, el año 1954, y también contra el presidente Truman. 

Inspirados, pues con estos proyectos propios y bajo el empuje de figuras como el humanista doctor Pedro Albizu Campos, que sufriera larga prisión por ese empeño, así también de los patriotas Carrera Benítez  y la digna heroína Lolita Lebrón, mantuvieron la llama independiente que no muere en sus pensares, por encima de subterfugios y ofrecimientos de prebendas, mientras la isla juega un papel militar en la región y hasta de conflictos, como en Vieques, mientras un político por los años cincuenta, Luis Muñoz Marín,  diseña una novedad del derecho internacional, o sea pasar de territorio dependiente a Estado Libre Asociado, en las condiciones pautadas, lo que para bien de ambas partes se ha mantenido y gana elecciones por los beneficios especiales que reporta a la sociedad insular, aunque siempre pende la contraria espada de Damocles, porque así como Hawai fue absorbido en calidad de estado penúltimo de ese imperio, los radicales siempre aspiran a que por medio de un referendo, y lo han propuesto varias veces sin éxito, en la bajadita del cansancio el pueblo puertorriqueño ingrese como estado último de los Estados Unidos, aunque la mayoría lo deseara por las ofertas pecuniarias que se ofrecen, pero en la  igualación impositiva que ello acarreara, los mantienen alertas, porque caso de conseguirlo le pegan dura sacudida a los bolsillos de cada jíbaro borincano. Tierra agrícola, musical, monoproductiva, cañicultora, algo industrial y turística, se mantiene en este tres y dos, deshojando margaritas, con buena parte de su población viviendo en Estados Unidos a la espera de que su patrona La Virgen de la Providencia les aclare el panorama futuro, para entrar con pie firme en el concierto de las naciones, si no se van por un  atajo menor lleno de atractivos y mundos subrealistas al estilo de Walt Disney.  
En cuanto al caso de Cuba, la isla mayor y joya de la corona que tanto apreciaba España de los restos de su poder colonial, la cosa es diferente porque si bien en un principio ambos territorios fueron cedidos a los Estados Unidos, por su proximidad, extensión (algunos 1200 kilómetros de uno a otro extremo insular) y por su cercanía fue considerada estratégica para el tratamiento a darle, de donde con prontitud el imperio americano y bajo ciertas condiciones expresas, como la enmienda Platt y la base naval de Guantánamo, en mayo de 1902 otorga la independencia a  Cuba, manera escogida para seguir gobernando la isla con mandatarios impuestos y dirigidos desde el propio Washington, valga el caso muy conocido del dictador Fulgencio Batista y los partidos en juego, pudiéndose decir que este país siempre ha vivido bajo una tutela extranjera, desde la española hasta la estadounidense, hecho que fenece cuando en forma cruenta la llamada revolución socialista toma el mando, iniciándose en el amanecer del año 1959, por vacío de poder al abandonar Batista con su familia a la isla, hasta el presente año de 2011, vetusta por cierto y bajo un manto comunista de rigor, manteniendo aislada a dicha isla  por más de 50 años bajo el control patriarcal autócrata de los hermanos Castro Ruz.
El gobierno inicial de Fidel Castro, de origen jesuita, egresado universitario, político y guerrillero con carisma engañoso, que supo manejar las masas cual otro dictador, al verse descubierto en sus ideas no le queda más remedio sino entregarse en los brazos del comunismo soviético, declarándose marxista manifiesto, luego de haber masacrado a más de 500 cubanos opositores en los primeros días de la revolución, mediante tribunales populares y fusilamiento inmediato ante el paredón de La Cabaña, para después caer el país en la ley del silencio, del terror, del espionaje y de las temibles comités políticos, mientras buena parte de su inteligencia emigraba en masa hacia la próxima Florida para instalar allí una dinámica colonia cubana, llena de riqueza y de poder, mientras el país antillano alcanzaba extremos graves de pobreza y todo en busca de una vana e insensata ilusión regresa a ser un país depauperado, en quiebra, ruinoso, cuando para al momento de la revolución era el segundo estado más rico per cápita en América Latina.  En La Habana, que volvía a la carreta de burros o de bueyes, entre otras menudencias, eso sí se concentraba la crema de la izquierda mundial, que pronto entra en desacuerdo con la visión fidelista de los hechos hacia el encuentro del poder, como fue la desatada guerra de guerrillas que alimenta, con dinero soviético, la anarquía de muchos grupos con ópticas diferentes y el fracaso de tantos espíritus inmolados en el empeño de cazar mariposas.
Hasta de trucos se valieron para sostener lo indefendible, como el caso de playa Girón o bahía de Cochinos, que tanto le doliera a la traición del primer Kennedy, y el asunto de los misiles continentales rusos, compromiso de potencias que aún se vive en la América Latina y en el mayor secreto, mientras decaen figuras estelares de relumbrón, de comiquitas, de blusas y grafittis como el Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Huber Matos, y se marginan infinidad de intelectuales de dicha revolución coja. En resumidas cuentas, de este paréntesis de cincuenta años lo que queda, repito y luego del prolongado embargo americano, es ruina, con una revuelta fracasada y sanguinaria, que entregó a un país rico en los brazos de la miseria, claro está a la excepción de los potentados camaradas, y que ahora tratan de coser remendando la vela principal de la nave a base de parches y recortes sueltos, e intentando en el intervalo  mantener el estatus con sortilegios y vulgares copias de la cambiante neocapitalista China y otros ejemplos más pobres como Vietnam. Al morir Fidel y pronto desaparecer Raúl, por fuerza del destino al país inmenso productor de azúcar, de tabacos  habanos, de industria de la distracción y la molicie, que antes lo fue porque de otro escenario impuesto La Habana sería hoy el Miami cubano, de haber ocurrido otras circunstancias como todo regresa  a su cauce los cubanos que se quedaron vegetando en la espera de mejorar la libreta de racionamiento, tendrán que vérselas con el trabajo y hasta utilizar capital de Florida, olvidando las mulatas jineteras, el nuevo vicio que vendrá a un país reprimido, y a entendérselas con los Estados Unidos calvinistas, a juro, porque las fronteras no se pueden cambiar y siempre Cuba estará frente a los Estados Unidos, como se dice, hasta la consumación de los siglos. Que se olviden del cuento de Jonás y la ballena, porque eso ya no se utiliza. Ni cabeza de ratón ni cola de león, pues ambos países se entienden, siempre han buscado una unidad y no un alejamiento, con la bandera fraterna que sembrara el procer José Martí y el respeto de uno hacia el otro, porque sé, con toda seguridad, que en el futuro y sin trapacerías sabrán comprenderse de lo mejor, pasando la página de las disputas urdidas en medio siglo bárbaro. 

miércoles, 15 de junio de 2011

LA MEMORIA HISTÓRICA HECHA CISCO.

Amigos invisibles. Si, hecha cisco, como razonan los buenos españoles, o vuelta un tremedal. Pero aquí en Venezuela la tal memoria goza aún de peor fama, pues con aquella inventiva de que los habitantes debemos absorber una revolución imaginaria, porque no ha existido sino en papeles y mentes fuera de foco real, como aturdida con mensajes prefabricados, se ha armado tal jaleo de opinión, que lo que algunos creen a medias es porque les interesa así demostrarlo. Y nada más.
Valga el momento para recordar desde esta América tan comprometida el reciente lanzamiento en Madrid y por la Real Academia de la Historia, del monumental libro en 50 tomos intitulado “Diccionario Biográfico de España”, donde desde luego de las 43.000 biografías que allí se contienen algunos y determinados cientos  de ellos al menos tendrán referencia  con esta tierra americana que entonces se conocía de Costa Firme, en los trescientos años de andadura hispánica conjunta para descubrir en el tiempo así llamado y asimilarse en parte con bastantes  desconocidos allá en tierras europeas, diccionario que aflora llagas pasionarias, sobre todo en cuestiones temáticas de reciente actualidad, porque sus redactores piensen de una u otra forma, en un nuevo engendro de inquisición del pensamiento, a la moderna.
       Pero es bueno que no nos apartemos del cariz nemotécnico, porque si bien allá se ha formado un jaleo, y lo repito, con eso del buen o mal pensar de aquellos redactores, aquí, al contrario y peor aún, la mentada revolución ha engendrado una serie inverosímil de leyendas e interpretaciones equívocas de la historia nacional, que en verdad mueven a risa, puesto que tratan de absorber viejas consignas hasta de tiempos estalinistas para interpretar cosas absurdas a su manera, y hasta con más desparpajo y sin ningún rubor creando personajes ficticios (como, por ejemplo, generalas post mortem) y toda una legión de mujeres inexistentes en calidad de heroínas, para tenerlas cual antorchas vivas hacia el futuro comprometedor, porque en más de una década de ejercicio de mando en verdad no han tenido un solo mártir que sirva de estandarte de su estela “revolucionaria”. Sorpresivo pero cierto. 
                                      Con  el bagaje o para construir engaños y desaciertos manipulables algunos empeñosos tarifados, en la manía persecutoria cambiante han dado a entender que los conquistadores de este territorio casi vacío y dominado en buena parte por contingentes de indios antropófagos caribes, los españoles se empecinaron  en las matanzas colectivas, deformando así la Historia porque la hambruna de estas  huestes nómadas y las diversas enfermedades que los acosaban, como la temible viruela que por miles los abaten, hicieron disminuir una población poco numerosa, que vivía además en terrenos inhóspitos y faltos de recursos. Otra falsedad más fue, pues, aquello de que los españoles se cebaron en los indios para liquidarlos, cuando la propia reina Isabel mediante real cédula ordenó su defensa, por ser los oriundos de estos territorios, e incluso en ello se destaca la figura del cacique indígena, a quien se atribuye poder en su comunidad y mando ceremonial a través de un bastón litúrgico de preeminencia, como podía ocurrir en las comunidades de Castilla. Y para mejor, por medio de las congregaciones evangelizadoras en Cristo que desde luego vienen a objeto de apaciguar los ventisqueros humanos, se busca eliminar la errabundia y emprender la colonización de los asentados en el territorio definido que ya se construye. Otra suerte corrió con los llamados esclavos, en buena parte africanos y sus descendientes, pues en aquellos siglos y mucho antes con los eslavos y otras tribus llamadas bárbaras, para no remontarnos más atrás, la vida económica dependía en buena forma del arduo trabajo de estos sometidos a fuerte explotación, dentro de una sociedad que se mantenía con excepciones resaltantes, en una etapa tranquila y colonial, no solo aquí sino en cualquier parte del planeta. Muchos ejemplos de esas excepciones resaltantes, como los casos de los jirajaras, el cacique Guaicaipuro, el llamado Tiuna, Tamanaco, Paramacomi, Sorocaima y otros, en medio de los desastres habidos relato con  detalles su heroicidad en mi libro “Historia oculta de Venezuela”.     
                         Pero en los trescientos largos años formativos de esta rueda que da la Historia, llena de personas y personajes como de instituciones, valga decir alzamientos, tal el caso del canario Juan Francisco de León, algunos capitanes generales como Solano y Bote, obispos y preeminencias ergo Alonso Briceño y Mariano Martí, que algunos testarudos parecen olvidar, y la famosa Compañía Guipuzcoana que da el primer cambio a la Venezuela colonial, luego de los iniciales escarceos preindependentistas como los de Gual y España, que mentes confusas por el rencor escriben a su manera preconcebida. Ahí sí viene la ofensiva revisionista  con lo que de allí en adelante se desprende, y en lo que hincan sus garras los nuevos historiadores de la revolución por píldoras. Valga el ejemplo de Simón Bolívar, un señorito mantuano y millonario de Caracas, conservador por esencia y familia que ahora, luego de haber denigrado tanto de él, como en el caso de Marx, para estos tiempos actuales es un santo “revolucionario”  a quien se admira y adora, como  al propio mito de María Lionza, sin encontrarle defectos sino heroicidades. Y así aparecen en este santoral de ejemplos, personajes que transformó la guerra fratricida en bestias genocidas de la parte patriota, como Antonio Nicolás Briceño, José Félix Ribas, tío político del libertador Bolívar que quiso matarlo, o el sanguinario Juan Bautista Arismendi, a quienes los pensadores de la actual “revolución” no les ven defectos a estos sediciosos del estatus legal existente, pero sí y con buena razón a cuantos sin escrúpulos defendían también en medio de atrocidades, a los gobiernos existentes.
De esta época guerrera emerge un caudillo rural e iletrado que termina con su educación en ciudadano, vasto de luces, que al  final de cuentas es quien libera a Venezuela. Me refiero al general José Antonio Páez, héroe de batallas, estratega sin igual,  emanado desde bajos estratos sociales y al que el pensamiento revolucionario no lo contempla en sus altares, por simple egoísmo y porque anduvo cerca o en el poder durante algunos cuarenta años de esclarecida fama. Páez, quién sabe a qué resentimiento oculto de esta gente que reescribe la historia a su manera, es un luzbel al que se quiere desaparecer, cosa desde luego imposible de realizar porque tiene pedestal y fama históricas. Pero donde más se centra la diatriba de estos tarifados seudohistoriadores es en la época terrible gatopardiana que se nombra como Guerra Federal, carnicería sin límites que en resumidas cuentas no sirvió para nada  (una verdadera “estafa” la llamó Salcedo Bastardo) y sí trajo cientos de miles de muertos, muchos de ellos por el temible paludismo desatado en epidemia, de donde emanaron personas deslastradas como pirómanos consumados, asesinos natos, ladrones vulgares, cuatreros impunes, brujos iluminados y santeros de nota que en una sarta de leyendas de pavor llenan esos cinco años de desmemoria para mal o peor ejemplo del futuro de la patria venezolana. Valga mencionar aquí a José de Jesús González (a) “El Agachado”, que para el desconcierto de todos reposa en el ilustre Panteón Nacional caraqueño, González “Mataguaro”, Pedro Vicente Aguado, el hechicero embaucador Tiburcio Pérez, alias “El Adivino”, el feroz Martín Espinoza, con trece lugartenientes y despiadados asesinos a su entera disposición, el salvaje indio Rangel y otros no menos connotados asesinos que se solazaban viendo morir a los contrarios.
Mas en lo alto de esta carnicería es cuando un  pulpero de los valles del Tuy y pretendiendo en algo emular al temido asturiano José Tomás Boves emerge de la nada para convertirse en caudillo a su manera de esta mesnada de bandoleros y “revolucionarios”, palabra tan desgastada desde entonces. Me refiero al general Ezequiel Zamora, narizón y de bigote en cepillo, con frases rebuscadas contundentes como “!oligarcas temblad¡” fanático, vengativo, de ideas primarias, violento, inclemente, quien a pesar de tener arrestos de bravura en el fondo y sin  frenos de lo que acontece se vuelve otro más aturdido por la sangre que derrama, por ejemplo cuando le pone fuego por los cuatro costados a los enemigos en la batalla de Santa Inés y donde mediante ese bárbaro proceder mueren achicharrados, calcinados en tan horrible quema mas de mil contendientes opositores. Eso le costará caro, porque pronto y con disparo certero a la cabeza caerá muerto frente a la iglesia llanera de San Carlos, y en los brazos nada menos que de Antonio Guzmán Blanco, otro personaje de cuenta venezolano.
Dentro del reformismo histórico emprendido luego aparece la figura teatral de Cipriano Castro, interpretado con el lenguaje en uso del izquierdismo decimonónico y por el hecho de en la locura emular una campaña tipo Admirable a la de 1813, en 1899, y que el no pagarles deudas atrasadas indirectamente le declaró la guerra a los aliados europeos a principios de siglo, que lo invaden con veinte naves de guerra alemanas, inglesas e italianas, venciéndolo y obligándole a fijar condiciones draconianas para tan pobre país y así saldar los débitos.
En la jerga o jeringonza histórica con que persiguen su temeridad, ya imbuidos con chispazos de la corriente socialcomunista del siglo XX arremeten contra los santuarios del capitalismo, que por ahora y con tales teorías obsoletas nunca podrán vencer y menos convencer, como se demostró en  el derrumbamiento impresionante de la Unión Soviética. Y en la algazara manifiesta para sonar siempre y como técnica de no desaparición, por el tiempo requerido de la Historia veremos a estos espantajos que en contendiente lid no asustan ni al diablo, dando tumbos pero de buen alimento elemental para el llamado público de galería. Seguirá en hojarasca el palabreo inútil, las consignas no emanadas de pensadores de izquierda sino de vulgares usurpadores oportunistas, y con el tiempo sabio todo ha de volver a su lugar, con otra Guerra Federal perdida, porque como se dice en Derecho la justicia es lenta, pero finalmente llega. 

viernes, 10 de junio de 2011

EL FRACASADO CONGRESO ANFICTIONICO PANAMEÑO.

Amigos invisibles. Como la razón de ser de todo historiador es decir la verdad, aunque esto cueste caro, por encima de pesadillas voy ahora a escribir  sobre un suceso valioso por conocer y de lo que como todo se edulcora y tergiversa a su manera, más cuando ahora por arte de birlibirloque se enrumba una nueva historia nacional enredada, que nada tiene de real. 
      Pues bien, me refiero con ello al bicentenario del llamado “Congreso anfictiónico de Panamá” (junio de 1826), suceso aquel que planea la cabeza calenturienta del caraqueño Simón Bolívar desde cuando se firmaran los Tratados de Trujillo, en Venezuela, en noviembre de 1820, que dieron vida independiente a estos pueblos y naciones hispanoamericanas, por obra de un deseo escondido del  Libertador Simón Bolívar para así eternizar su gloria. Pero he aquí que tal aspiración fue contraria a sus pretensiones, que se despiertan con más auge de entenderse entre sí estos países nacientes, a raíz del triunfo de la batalla de Ayacucho, ganada con sumo éxito por el general Antonio José de Sucre, de donde antes de partir de Lima para Colombia Bolívar ordena realizar la convocatoria a este Congreso a realizarse en el ciudad istmeña de Panamá, contra viento y marea, lo que desde un inicio choca contra la realidad de los nuevos estados, debido a la apatía de sus gobernantes, que no querían esta suerte de reuniones, o por el deseo expansionista de algunos, como el imperio de Brasil, amigo del grupo monárquico de la Santa Alianza, de la que se pensaba podían venir sus tropas hasta América y a favor de los derechos e intereses del rey Fernando VII, e igualmente se oponen otros sureños que no podían aceptar a Bolívar como cabeza central de este subcontinente, tal el caso del argentino Bernardino Rivadavia. A ello debe agregarse la situación contraria que halla Don Simón cuando pisa de regreso a Bogotá, por la apatía que se denota en la sociedad colombiana y principalmente en sus clases dirigentes, ello aunado a la incógnita que representa la posición independiente y enigmática asumida por el general José Antonio Páez, al declarar independiente a Venezuela de Colombia, lo que da al traste con la pretensión bolivariana de a la larga construir un gran país, pudiendo ser federativo, que vaya desde las riberas del Orinoco hasta las alturas de Potosí.
En cuanto al espectacular, aparente y frustrado Congreso, que se instala y sesiona en la Sala Capitular del convento de San Francisco de ese puerto  del Pacífico, aquello fue un descalabro trunco, “una fanfarronada”, “el parto de los montes”, un revés de esa hojarasca documental, dentro de una “representación teatral” para que el mundo hablara de Colombia, como el propio Don Simón la tildó en 1826 a su confidente el edecán francés Peru de Lacroix, una “imitación ridícula” del Congreso de Viena que partea la monárquica Santa Alianza, ya que luego de algunas convocatorias sugestivas con intereses dispares y alegando excusas de salón nadie se presentó, ni el mismo Bolívar, y piense usted porqué, en la cita istmeña. El caso de Argentina, según  aclara el historiador americano Aarón Truman, es patético, al no querer alianzas hispanoamericanas, bajo la presión de Bernardino Rivadavia, e igualmente el Brasil expansionista que no deseaba comprometerse en los afanes bolivarianos y al que solapadamente se opone, y así también Chile, para respaldar la política contraria al caraqueño sustentada por Argentina, por lo que todos ellos no acreditan elección alguna. Para mayor minusvalía de tal reunión muchos arriesgados al viaje enfermaron con fiebres mortales, miasmas, infecciones tropicales y otras desgracias en lugar tan inhóspito, escogido a la fuerza por el caraqueño, como también las grandes potencias regionales, por ejemplo, los Estados Unidos, con un Congreso adverso colonial y esclavista a quien el anglófilo Bolívar por ello no invita, sin embargo Santander contradiciendo tal orden sí lo hizo, con el disgusto consabido, y apenas aparecen algunos espías o informantes de ocasión, porque las otras naciones fueron incapaces  de nombrar siquiera observadores al evento. Descalificada Haití, la querida y lenta Bolivia no porta por ese capricho anfictiónico, y menos el Paraguay, mantenido bajo la temida férula del doctor Rodríguez de Francia.

                                                                   En este intento congresal fallido, con apenas ocho voces deliberantes, en la esterilidad de diez reuniones pequeñas y retóricas se firma un  acuerdo, un débil tratado y el convenio consiguiente, que queda en letra muerta, pues solo apenas lo ratifica Colombia, y el que nunca alcanzó ejecución. Cuatro invitados con delegaciones mínimas asistieron a tal convite, o sea el Perú, que va con recelo y desconfianza a esta epopeya bolivariana,  Colombia, Centroamérica y Méjico,  y siete en total, incluyendo dos débiles observadores, no significa nada para la representación de un continente.
Como acierta el académico Truman y el jurista colombiano Posada Gutiérrez, ello demuestra que Bolívar en el fondo y ante tantos desengaños obtenidos, no era admirador de la integración tiempo atrás por él emprendida, y al revés, cambiando los espacios geográficos se pretende satelizar al Perú, desplazándose la cuna del poder a Bogotá,  con el conocido rechazo bolivariano apropiado en el Río de La Plata y los estados colindantes, de aquí que el propio Libertador Bolívar exprese, en forma quimérica: “Su poder será una sombra y sus decretos, consejos, nada más”. Al final de estas minisesiones el Presidente de la Asamblea, peruano Manuel Lorenzo Vidaurre, adulador y luego enemigo acérrimo de Bolívar, defecciona de ese congresillo vago, sin vigilia ni norte, , mientras en la zozobra del disparate  se decide proseguir los galanteos retóricos  en el burgo de Tacubaya, cerca de la ciudad de México y bien lejos de cualquier atracción bolivariana como árbol marchito, el desinterés consiguiente y las gestiones adversas a tal fin del ministro americano  en esa capital, Joel Roberts Poinssett, no se volvió a tocar el tema, habiendo fracasado tal proyecto.
Esta es la verdad de los hechos en cruda expresión, aunque es de esperar que valientes panegiristas de rimbombante presteza intelectual salgan a defender la causa, porque para eso deben estar bien pagos. La conmemoración oficial es otra cosa.

miércoles, 8 de junio de 2011

LAS GUERRILLAS LATINOAMERICANAS.

         Amigos invisibles: El término “guerrilla” o de  la guerra pequeña, es de buena data española y muchas veces da origen a una confrontación posterior o, al contrario, es el sedimento que resta aún latente luego de una pendencia que puede ser corta o de longa data. En América latina esa forma de conducir la política que se enfrenta en estos términos bélicos, es en apariencia silenciosa o a veces activa, con estructuras asimétricas a la guerra convencional y es manifestada de diferentes formas, según la oportunidad histórica y la vehemencia de sus dictados, el carácter ideológico de la misma, que puede ser extremo, o de la llamada izquierda ligh contemplativa, sin que dicha palabra tenga una razón de ser, provenga del centro o que puede integrarse con otra, de derechas revisionistas, que muchas veces es contraria a las ideas opuestas que persisten en dicho país, como la contra nicaragüense,  y hasta sin rumbo definido, que lo escogen ciertos grupos anárquicos penetrados por el personalismo con tinte caudillesco de sus dirigentes, sin seguir programas previamente trazados.
         En América latina el problema es de vieja data, pues aparece como realidad desde los tiempos de la Independencia de los españoles, cuando proliferan grupos semiarmados vagando por los campos para hacer desastres y se consolidan luego con la esencia del botín bajo el mando de bárbaros asaltantes sujetos al patíbulo que continúan pululando en caseríos y despoblados durante los tiempos azarosos posteriores, como plaga mortal, valga el recuerdo de la llamada Guerra Federal en Venezuela, lo que desemboca en una legión de caudillos la mayoría analfabetos y sedientos de sangre  como de poder, si eso se puede llamar así, que pulularon haciendo y deshaciendo por más de un siglo cruento, sin razón alguna aunque esgrimieran banderas con calaveras y huesos entrecruzados, para el horror de todos.
         Pero donde puede mejor demostrarse este efecto polilla dentro de la sociedad de su tiempo  es en México, porque allí entre una continua carrera guerrera, que es de guerrillas desde luego, unos van y otros vienen en ese juego atroz, del quítate tú para ponerme yo, a objeto de sacar de la primera magistratura al atornillado don Porfirio Díaz, mientras Adelita la tropera se va con cualquiera, según reza la canción, y aparecen figuras tan disímiles entre poetas medio ripiosos, juristas de pueblo o de cantina, engañados de nacimiento y generalotes como Huerta, Calles, Carranza, el pendejo Madero, y los muy nombrados Pancho Villa y Zapata, que hasta con una aureola de santidad se sientan en el trono de México para luego ser consumidos a balazos entre la malandanza gringa que los persigue, y porque cada quien labra su propia desgracia terminan su labor en las fauces del lobo.
         A partir de esos años calientes de la Primera Guerra Mundial como tufo ideológico de la misma aparecen por doquier diversas ideas que casi siendo de maletín con algunos campesinos, cualquier maestro rural o empleado sindical en paro forzoso, para subsistir no les queda más camino que liar bártulos y coger para el monte, como leer sin digerir cualquier libro o folleto de los que llaman bagazo de la historia, en la espera de mejores tiempos, porque muchos de estos países cargan sobre sus lomos férreas dictaduras. Así aparecen un Augusto César Sandino en Nicaragua, otro cualquiera en Cuba que en la manigua recuerda las luchas contra España y los Estados Unidos, y ya corriendo la América del Sur están a la palestra de los hechos guapos de barrio o de caserío que corren por el  llano en tiempos de la tiranía del general Gómez, de la tiranía conservadora en Colombia, del Sánchez Cerro peruano, del Villarroel colgado en La Paz, de algún Velasco en Ecuador, tan mal visto por los militares  castrenses, y de otras especies de esta junta que van desapareciendo y renaciendo luego de la Segunda Guerra Mundial.
          Pero es a raíz de esos episodios más cercanos cuando en el conflictivo mundo de la política invaden la primera plana de los hechos y contra este estado de cosas rígidas, conservadoras del status según el deseo del triunfador guerrero cuya cabeza está en Washington, despierta, digo, una colección de jóvenes principalmente, de diverso origen ya ideológico con tintes izquierdosos, sobretodo mantenidos en sus obras por lo que se ha llamado “el oro de Moscú”, y hasta por corrientes de caudillos pasados de moda que piensan reinventarse, para de norte a sur y a todo lo ancho de este subcontinente, montar algazaras con la firme intención de tomar el poder, como es lógico, mediante la invención de una serie de subterfugios que ponen siempre en celo a las fuerzas reinantes. Muchos se quedaron en el camino, bien desaparecidos  o en las ergástulas del olvido, otros se alinearon en cambios de bandera porque los tocó la tentación de la buena vida y escogiendo el camino de la paz comprada para ser ministros con buenas cuentas de dólares en el extranjero, y algunos más se quedaron en la mitad del medio, como bien se dice, o sea en el limbo, sin plumas y cacareando, en la espera del bote salvador, y así envejecen mientras muchos sonríen de la mala suerte que les ha jugado el destino.
         Los puntos de confrontación azuzados por quienes manejan al antojo estas guerrillas se dividen en rurales y urbanos, pues mientras los primeros siguen el viejo método de luchar escondidos entre matorrales cenagosos, picachos ateridos de frío, enfermedades varias que los acosan, hambre a veces, bandadas de mosquitos y animales dañinos, la ausencia de placeres sexuales que aturdidos no les deja dormir, y otras especificidades de esa selva mental en que conviven con cualquier libro principalmente comunista de aprendizaje obligatorio entre teóricos y prácticos, por otro lado las guerrillas urbanas parece que han  tenido más éxito en el mantenimiento del “bochinche” de que hablaba Francisco de Miranda, de donde como táctica guerrillera experimentada mantienen el azote permanente de las masas con penetración psicológica de sueños, en escuelas, universidades, empresas, organismos del Estado, y en cuanto lugar consideran oportuno introducir la mano para ganar prebendas en este sentido, todo dirigido desde luego por salas situacionales que manejan esas maniobras al margen de la ley, como los métodos  tira piedras y prende fuegos estilo molotov de sorprendentes encapuchados y de los infiltrados, cuerdas floja, contrainteligencia, compra directa de conciencias, y otras tácticas vulgares que dan valor en la lucha sostenida sin cese a como dé lugar contra los posibles y los propios adversarios, en lo cual existen leyes y poderes de arriba que los protegen, sin ninguna duda.
         Las guerrillas por estos campos de confrontación tienen desde luego sus banderas que se muestran en miles de banderines, calcomanías, grafittis, camisas,  gorras, frases esteriotipadas que se repiten sin cesar, concentraciones multitudinarias pero pagas o bajo el peligro de perder el cargo, para así ensalzar a los mártires de tal o cual revolución, que ya son mitos, como los casos específicos del Fidel Castro, Che Guevara, Camilo Cienfuegos (se especula que fue asesinado), el general Ochoa (fue muerto bajo el pelotón de fusilamiento), Tiro Fijo, el cura Camilo Torres, Raúl Reyes, Mono Jojoy, Allende, el maoísta Abimael Guzmán, el mestizo Gaitán, y tantos otros que han desaparecido pero que se les recuerda con consignas necesarias, cuando eso es de necesario cumplimiento. En los tiempos actuales y en el gobierno revolucionario dicho socialista que ejerce el mando en Venezuela, muchos exguerrilleros forman parte de los poderes importantes como el ejecutivo, legislativo, judicial, militar, electoral, sindical, profesoral y pare uno de contar, recordando en ellos al presidente de la Asamblea Nacional, donde se hacen las leyes, el Vicepresidente de la república y el ministro de Finanzas, por donde se manejan algunos presupuestos del Estado.
         Valga recordar algunas de las principales guerrillas que existieron o no han muerto del todo en América Latina, que se han sostenido sin que nadie dude con aportaciones estatales, extorsiones (vacunas), confiscaciones, hurtos agravados, secuestros, arreglos con narcotraficantes, lavados de dinero, ventas de armas, robos de ganado, impuestos de guerra, y otros delitos que sería complejo enumerar. Aunque anden de capa caída porque ahora existen otros métodos de lucha y más sofisticados, entre tantos grupos guerrilleros de variada pinta y sustancia los principales movimientos que recuerde son los Montoneros de Uruguay, el M19 de Colombia, FARC y ELN colombianos, el MIR chileno y el venezolano, Sendero Luminoso del Perú, Tupamaros de Uruguay, los Bandera Roja de Venezuela, el 26 de julio cubano, el Farabundo Martí salvadoreño, el MSLN sandinista nicaragüense, los Contras de Nicaragua (auspiciados por los Estados Unidos), los Macheteros de Puerto Rico y los Zapatistas de México. En cuanto a líderes que se escaparon del altar mitológico guerrillero en Venezuela vale destacar desde el tiempo del general Gómez, a Emilio Arévalo Cedeño, al magnicida Rafael Simón Urbina, a su paisano Douglas Bravo, al bravo Santos Yorme o Pompeyo Márquez, al recio Alfredo Maneiro y a Teodoro Petkoff, hoy periodista de fuste y opositor al gobierno. Puedo decir que todos estos últimos que pongo en la balanza, merecen biografías, porque representan una vía aparte que sin claudicar en sus ideas comprendieron que la vida no es andar siempre equivocado.