sábado, 12 de noviembre de 2011

LA INDUSTRIA DEL PETRÓLEO EN VENEZUELA.

Amigos invisibles. Hoy voy a referirme de algo que es común en mi país, pero lo haré de una manera diáfana, sin términos técnicos para que este escrito pueda ser entendido por todos, de modo que así alcance un mayor conocimiento. Primeramente  debo mencionar que desde un inicio lo ahora llamado Venezuela fue un país agrícola y pecuario, donde a través del tiempo se producían elementos básicos como el trigo y el maíz, para después comerciar hacia el extranjero con un producto agrícola entre los mejores de todos que fue el cacao, luego el añil tintorero y desde el siglo XIX el café, de lo que llegó a ser el segundo exportador mundial a fines de la misma centuria, pero que decae enormemente cuando del campo se extrajo el elemento trabajador para fundar la industria del petróleo, en la segunda década del siglo XX. De otro lado la producción agropecuaria en los extensos llanos venezolanos fue un factor mercantil de alto rendimiento, llegando a tener algo cercano a los 15 millones de cabezas una década antes de comenzar el siglo XXI. Pero en lo que Venezuela es puntera y reconocida mundialmente corresponde al sector minero, que sea dicho despunta cuando se descubren las preciosas minas de oro y diamantes ubicadas en territorio guayanés, de lo cual el país fue un buen productor mundial y aún alcanza niveles de altura en los mercados que cotizan esos productos de lujo y ostentación..
Sin embargo bueno es ahora entrar en materia sobre la cuestión del petróleo y sus derivados, que desde antaño se envió un pequeño barril bituminoso extraído de un mene existente en la isla de Cubagua, al rey Carlos V de España, para el alivio de su molesta gota. Pero este mene existente en el país no se tomó en mayor cuenta por falta de un destino industrial,  y fue ya durante el siglo XIX cuando a raíz del uso del motor a explosión comenzó a tomarse en serio tal producto, de donde un emprendedor tachirense de apellido Pulido en su tierra nativa inició una pequeña producción artesanal con el nombre La Petrolia, antes de 1880. Pero como el mundo inventor comenzó a moverse investigando sobre la posible ubicación de este producto en diversos lugares del globo, algunos técnicos ingleses descubrieron que el lago de Maracaibo venezolano y su adyacencias, por la calidad de ciertos esquistos bituminosos encontrados, era un sitio de buen augurio para comenzar esta industria en el país, en lo que se unen los anglosajones con los holandeses y mediante la compañía transnacional llamada Shell. A ello debemos agregar que otra empresa americana y con fines distintos procedió a trabajar en la extracción de un mene asfáltico de calidad que encuentra muy comercial en el estado Sucre, al oriente territorial,  por lo que funda la “New York and Bermúdez Company”, de mucho éxito en ese sentido, al extremo que el primer asfalto que se extendió sobre las calles de Filadelfia, fue con ese producto venezolano.
Y como las cosas tienen que coincidir para llevarlas a mejor término, sucedió que para el tiempo de la Primera Guerra Mundial, donde la industria se da cuenta del gran valor o uso del petróleo, en esa Venezuela y por muchos años presidió el país a su manera rural un caudillo emanado de las últimas guerras intestinas, el general Juan Vicente Gómez, muy astuto por cierto, quien viendo en sus adentros aquello de importancia futura y aconsejado por conocedores del tema, no hizo objeción a que diversas compañías petroleras inglesas y americanas se establecieran en lugares adecuados, de donde en el correr de poco tiempo el lago de Maracaibo se hizo famoso en estos menesteres, por la buena exportación de petróleo que entonces existía y lo que cambió de un todo la estructura económica del país. Muchos extranjeros de lengua inglesa y origen antillano llegaron con ese fin e infinidad de los andinos cercanos también se establecieron para comenzar toda una industria productiva, que va acercándose a un siglo de diaria actividad. En los años que median entre 1918 y 1939, y cuando ya se inicia la Segunda Guerra Mundial, en que Venezuela llega a ser el segundo exportador mundial de petróleo, dicha industria se expande de una manera vertiginosa y no solo abarca toda la cuenca del lago de Maracaibo, que se llena de compañías de extracción, sino que se constituyen infinidad de compañías suplidoras de servicios, se cruza el fondo del lago de Maracaibo con gruesas tuberías, se construyen las primeras refinerías de petróleo ubicadas en el mismo lago, así como se establecen flotas de tanqueros petroleros que saliendo por la barra del mismo lago llevan el preciado líquido espeso,  llamado “estiércol del demonio” por algunos jóvenes políticos de izquierda que ya estiman la importancia de lo que se exporta, y que en fin ha sido la sustancia permanente que da vida al desarrollo de Venezuela desde que dicho aceite apareció en la escena como el eje fundamental.

A la muerte de ese patriarca rural y duro zorro visionario que fue el general Gómez, en los diez años siguientes que corren en el destino del país se consolida la industria que no ha tenido mayores reparos en cuanto a su actuación en el campo de la competencia regional, lo que ahora sí discuten jóvenes políticos que incursionan y machacan el tema como Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Gustavo Machado, Juan Pablo Pérez Alfonso, Salvador de la Plaza y otros más que perciben el futuro promisorio sobre la base de un buen rendimiento fiscal de este producto de extracción, que por cierto fue fundamental para el triunfo de los aliados en la guerra, pues su industria bélica aérea, naval y terrestre se movió en gran parte con el petróleo venezolano. Además en estos diez años de interregno se abren otras refinerías para procesar el petróleo venezolano, como en Curazao, Aruba y aún en los Estados Unidos, fuera de instalarse toda la maquinaria concerniente a su venta en el nivel mundial, y además expandido el trabajo se comienza a producir petróleo en nuevos campos ubicados en los llanos y el oriente de Venezuela. Es en el período presidencial del general Isaías Medina Angarita cuando el asunto petrolero dará un vuelco radical, tiempo en que este  funcionario asesorado por su ministro Arturo Uslar Pietri, autor de un famoso escrito intitulado “Sembrar el petróleo”, y otros especialistas, aumenta el rendimiento fiscal aplicando nuevos precios impositivos a las regalías y concesiones petroleras, como también para eliminar posibles violencias de nueva factura en la materia que alejen a los inversionistas, establece el sistema del fifty-fifty impositivo, con lo que tranquiliza a quienes aspiran sacrificar a la gallina de los huevos de oro y sin querer entonces recordar lo que pasó con el caso violento de México y su petróleo.
Cuando el gobierno medinista es derribado el 18 de octubre de 1945 y llegan al poder las izquierdas moderadas, aunque vociferantes, el petróleo sigue una curva de ascenso en producción y ya se prevé en la posibilidad no solo de ampliar su aumento de extracción, que años después subirá por encima de los 4 millones de barriles con miras de llegar a los 6 millones diarios, sino de continuar diversificando la industria, en las buenas y respetuosas relaciones que se mantienen con las compañías petroleras, que por cierto han descubierto inmensos campos en otras latitudes (Medio Oriente, Unión Soviética, Libia, Canadá, etc.), pero que confían en las leyes venezolanas para su inversión, de donde los grupos Shell y Standard Oil proceden a construir dos inmensas refinerías en la península de Paraguaná, entre las mayores del mundo. En este tiempo es cuando derribado a su vez el gobierno de Rómulo Gallegos se instaura una férrea dictadura militar por diez años, que entre lo positivo que deja hacia el futuro fue consolidar la industria del petróleo pero con un sentido más racional, o viendo la perspectiva de los derivados que antes no se explotaban, de donde el gobierno de Pérez Jiménez crea una compañía a este respecto,  llamada luego Petroquímica de Venezuela, que diversifica en parte tal industria, instalada en un eje industrial del estado Carabobo, por Morón (el mandatario Rafael Caldera abrirá otra petroquímica en El Tablazo, de Maracaibo), para producir diversos insumos como fertilizantes (úrea, etc) y otros productos de carácter militar, proyectando así mismo la futura utilización del gas que hasta ahora no se utilizara en la extracción del petróleo y que se quemaba a la salida de los pozos, en las propias áreas petroleras, sacrificándose así un elemento vital que hoy en día es de un inmenso valor comercial.
Con los años que ruedan el asunto del petróleo y dentro del período llamado democrático de la Cuarta República fue transformándose en un eje de la política venezolana, con sus pros y sus contras según las ideas sustentadas por cada Presidente en ese nefasto ejercicio todopoderoso y complaciente que ha llevado casi a la ruina al país, comenzando con aquello llamado de la “Venezuela saudita”, en que sin medir consecuencias presupuestarias se emprendían obras que castigaban el erario nacional, y la otra consigna del desperdicio estúpido que se reflejó en la frase del nuevo riquismo “Ta barato, dame dos”, con que se despilfarraba la riqueza ostentosa, cuando no dieron abasto los aviones para transportar a los venezolanos hacia Miami y Orlando lo fines de semana, y se traía de allá hasta el papel toilet. Dentro de ese desbarajuste absurdo, pocos fueron quienes apostando al rey Midas y sin prever con que la ruleta de la suerte podía cambiar, se pusieron a pensar que en el fondo Venezuela tiene una economía frágil, porque es monodependiente del petróleo, cuyo precio puede variar por muchas causas, y que la agricultura del país es débil, porque buena parte de la población vive en zonas pobladas que sí consumen pero no producen, todo lo cual aunado comienza a formar una espiral de inflación que a diario va increscendo, por lo que el sólido bolívar, que desde 1930 hasta 1983 era punto de referencia mundial en cuanto a su fortaleza, comienza a no tomarse en cuenta en los mercados de valores.
Así las cosas para más “soberanía” y otras monsergas que utilizan políticos populistas, en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez se decide nada menos que nacionalizar las empresas del petróleo (así de socios privilegiados pasamos a simples vendedores) y del hierro, fuentes básicas del desarrollo en marcha, lo que fuera de dejar buenas comisiones por detrás, a la larga ha traído la ruina de ambos centros productivos, y desde luego que todo ese juego deudor debió pagarse con buenos dólares depositados en las arcas del Estado y que por este rumbo absurdo colector de votos, fueron debilitándose paulatinamente las reservas nacionales. Sin embargo, las compañías petroleras, que aún manejaban cierto poder tras bambalinas no solo habían descubierto el inmenso lago de petróleo pesado que existe en la margen norte del río Orinoco (de 300 kilómetros de largo  por 40 de ancho, o sean las mayores reservas del mundo), y que comenzaba a producir, aunque con limitaciones, sino que mediante la tecnología adquirida a base de conocimientos, así como en el lago de Maracaibo desarrollaron por primera vez en el mundo la técnica  de extraer petróleo debajo del agua y que hoy se ejecuta con tanto empeño (mar del Norte. Brasil, etc.), ahora en este lago bitumuinoso lograron crear un producto típicamente venezolano llamado “orimulsión”, con el que se rebajan los costos productivos de este petróleo pesado para hacerlo competidor en los mercados mundiales y a cuyo fin se ha construido un enorme complejo industrial de hidrocarburos llamado Jose (sin acento), cerca de la ciudad de Puerto La Cruz, que con la antigua refinería de Mene Grande, de Caripito y la de Anaco, en su conjunto forman un conglomerado industrial importante.
Como dijimos la época de las vacas gordas se fue acabando entre delirios de grandeza, lo que de costumbre utilizan los políticos electoreros,  y pronto el país  comienza a llenarse de deudas, mientras suben y mejor bajan los precios del petróleo, por lo que ya no aguantando más tal descalabro el presidente Herrera Campins en el famoso “viernes negro”, luego del carnaval de 1983 y en contra de muchas opiniones, decide devaluar el bolívar, que en una semana se deprecia en un 100% de su valor y donde comienza la caída paulatina de una moneda tan inestable como es hoy la venezolana. Entonces los 53 años de bonanza monetaria, sin deberle a nadie, se fueron por el tubo de las aguas negras, y el sube y baja del petróleo, y las constantes devaluaciones directas e indirectas, préstamos, bonos, etc., a pesar de correcciones que no han tenido ningún éxito, han llevado al país, que nada produce de verdad sino un poco de petróleo (ahora menos de 3 millones de barriles diarios), buena parte de él entregado a bajos precios (como a socios del ALBA y ventas a futuro) y con largas condiciones de pago, por causas meramente políticas que no es el caso señalar.
Ya en las postrimerías del buen tiempo y pensando en lo que se aproximaba el gobierno decidió conformar una alianza con las empresas Exxon, Shell, y una japonesa, que junto a la venezolana creada al efecto comenzaron a impulsar el enorme proyecto denominado Cristóbal Colón (nombre por cierto borrado del mapa histórico venezolano), el que tuvo visos de ser poderoso en el campo de la explotación del gas, cuando ya existían los buques gasíferos especializados en ese transporte y dado que se había descubierto otro inmenso campo sumergido de gas al este de la isla de Margarita y que se extendía hacia el sur por los islotes de Los Frailes, hasta llegar a la frontera marítima demarcada con Trinidad y Tobago. Que yo sepa iba a ser uno de los proyectos más grandes del mundo en producción, acaso seguidor del existente en Indonesia, que cubre el consumo de gas en buena parte del sureste asiático. Ah, pero la mano peluda mafiosa de los negocios y del “cuánto hay para eso” se interpusieron desde la segunda presidencia de Rafael Caldera hasta el presente, de donde el proyecto pasó a mejor vida porque, y hasta en el delirio se habló de un mastodóntico gasoducto de 8.000  kilómetros, que en la locura iba a llegar hasta el Sur de Argentina (¡oh, los tiempos millonarios del corruptor presidente Kirchner¡), todo lo que se quedó en Babia. Pero lo cierto del caso es que Trinidad y Tobago a la callada en el dicho lugar montó su instalación para explotar el gas y en la actualidad es un buen exportador.
Ahora estamos con un petróleo que en sus campos nadie quiere del extranjero explotar, por lo volátil del mercado, el riesgo que se corre  y que el gobierno da apenas concesiones con ese fin, sin invertir desde luego, porque carece de esa capacidad. Veremos qué habrá de pasar en el futuro y más cuando la industria automovilística, fuerte consumidora, está por terminar su relación con el “estiércol del demonio”.              


ramonurdaneta30@hotmail.com

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