domingo, 8 de mayo de 2011

DE CÓMO VIVE Y MUERE EL IMPERIO SOVIETICO.

 Amigos invisibles: En el empeño de traer para ustedes las ocurrencias de un pasado que ahora parece tragicómico, voy a hacer un poco de historia en retrospectiva para que caigan en cuenta de cómo se crea un fantasma y quién llega a engullirlo. Todo comenzó con aquellas ideas liberaloides de algunos pensadores como Hegel desfasados del medio conservador en esencia viviente, que con la cortada de cabeza del rey francés y con  la manida frase  de “liberté, egalité, fraternité” mantenida desde 1789, y creo que ustedes lo pueden traducir, salieron disparados a desgañitarse con la intención de crear  nuevas ideas políticas poco aclaradas entre revolcones de sangre, de donde aparece por los belicosos años medianeros del siglo XIX un pensador alemán todo lleno de barba y de pelo en pecho, Carlos Marx, que entre cosas que escribe para los alemanes y lo que llaman proletarios, puso en la escena de los acontecimientos un  libro capital que por sus ideas exóticas algunos legionarios del cambio lo leyeron. Desde luego que indigestos de tanto razonar poco entendible, los más ateos de aquel tiempo comienzan a equipararlo con la Biblia, pero de los desposeídos, y que se llamó sencillamente “El Capital”.
El Capital viene a ser el inicio de cierto anticristo del mundo social allá contemporáneo, que en la rochela de sus tantos seguidores, muchos sacrificados en la intentona, vino a dar guerra discursiva y de peroratas entre grupos dispersos y sindicatos sin base, con nuevos términos  acuñados como los “proletarios”, que dieron pelea continua por décadas enteras de hambre y sin rumbo fijo, hasta que aparecen unos revoltosos contra los alejados zares romanov con estas ideas desfasadas, hechas no para los campesinos mujiks sino para los obreros alemanes, todo en el mundo feudal ruso, lo que ya de por sí  fue una contradicción.
Cuando la Primera Guerra Mundial llega a su fin y todo queda a medias, los vivos alemanes para llenar un vacío de poder imperial en la Rusia zarista se recuerdan que en Suiza anda escondido de estos percances belicosos  un calvo y bigotudo orador quien poniéndose de acuerdo con los alemanes, que derrotan a Rusia, vuelve a su patria escondido en un tren sin parar y bajo secreto, como para atenuar las iras antiprusianas del zarismo y su  mullida corte, pero agarrando el toro por los cuernos el vivazo de  Vladimir Lenin con la lengua suelta que tiene y en eso son expertos este tipo de oradores que algunos llaman encantadores de serpientes, de donde a poco trama la orquesta para derribar dando muerte la dinastía zarista, después a un  iluso grupo liberal republicano, con  Kerensky a la cabeza, y luego le corta la alba testa a los llamados rusos blancos, defensores del zar, adueñándose así de un  inmenso imperio y territorio de analfabetos miserables, casi vivientes en condiciones infrahumanas, para instaurar el comunismo, en medio de aquel vasto enigma donde con prontitud comienza la represión, el trabajo forzoso pero faraónico y la esperanza de un mundo mejor, lo que nunca cambió.
     Con Lenín aparecieron muchos dirigentes y sombríos personajes, que a la muerte del líder de la manera más atroz se cortaron entre sí los buenos modales, emergiendo por ello desaguisados esclavistas pero con atinados manejos de lo mediático contrario, que de un principio supieron utilizar a las anchas en un país el más extenso del mundo, sojuzgando pueblos coloniales de diversas razas y creencias, incluidas religiosas, que prohíben y persiguen desde luego, para instaurar el nuevo imperio bajo la cabeza de un georgiano borracho al que llaman Stalin y de un policía asesino sin piedad, que en medio del temor pavoroso nombraban  Laurenti Beria.
    Vino la Segunda Guerra Mundial y la muerte de 14 millones de rusos, y porque lo alemanes en la estrategia occidental fueron obligados a sostener cuatro frentes guerreros, aunado  a ello un invierno intensísimo que acaba con sus tropas, como bien lo declara el mariscal Zhukov, obligan a Hitler a pegarse un tiro y a que los rusos lleguen hasta el centro de Europa, por arte de suerte y represión pero sin saber porqué.
Así las cosas la Unión Soviética, con el rimbombante y pomposo nombre “socialista” creado con anticipación para engullir muchos países, al acabar con la disidencia y hasta los esclavos tomados en la guerra (del Gulag, de Siberia, de los 15.000 oficiales polacos ejecutados en Katyn, de los 300.000 italianos muertos atrás de los Urales, etc.,cosas de que no hay tiempo de escribir), con la fuerza amañada que tiene en el Este de Europa y sendas elecciones “democráticas” y perversas que desde luego con la trampa o el terror ganan a las anchas, sin  chistar, se hacen dueños de todo el Este europeo, o sea de una docena países, y más, subyugados bajo la bota de hierro, la miseria, la explotación y lo engañoso, durante 45 años, a lo que se suman todas las comunidades o países asiáticos, en mayoría de origen musulmán, desde tiempos del inescrupuloso reinado zarista.
Pero aquello era imposible de subsistir, aquella cortina de hierro como la tilda Churchill, con instituciones arcaicas, contradictorias, dictatoriales por esencia, con inmensos dispendios en su mantenimiento, con las ideas absurdas de una economía dirigida e igualitarista, pero no para los rusos dirigentes, que con seguridad iban a dar al traste con  aquel carnaval económico, donde el aparato externo y el sostén de títeres como Cuba y en cierto modo China, si es posible decirlo, dieron al traste con aquel sueño irrealizable, aunque todavía algún trasnochado ande bajo el encanto de “pajaritos preñados”, como se aclara en Venezuela. A cada cochino le llega su sábado, también alegan jocosamente los carniceros de Caracas.
Pues bien, el final triste de este cuento de hadas, o mejor, de Alí Babá y los 40 ladrones, que aguanta renqueando por 75 años con los guisos que se cocinaban, se vino abajo como cuando uno despierta de una pesadilla, pues luego de las bravuconadas de  Nikita Kruschew con sus misiles frente a Washington y el zapateo en  la tarima de la ONU, por fin aparece un alto jerarca que vio lo imposible y lo artificial de aquel sistema absurdo, rodeado de pobreza extrema, aunque con una casta gobernante tipo VIP,  que tratando de enderezar entuertos o de atar perros con longanizas, como se aduce en La Mancha, con unos tales Glasnost y Perestroika entreverados no pudo más sostener el adefesio y de las noche a la mañana  sin disparar un  solo tiro dentro de  una implosión inigualable se
vino a tierra aquel castillo de naipes que a las trancas despóticas subsistió y que nadie llorara en el abismo de su deceso.
Por allí aún andan plañideros con ganas de sacar provecho a estas cuitas, pero sobre ello es mejor contar una de vaqueros, porque en el fondo ni ellos mismos se lo creen, pero no renuncian  a la tarifa salarial que aún  mantienen. Cierro el blog manifestando que dos personas acabaron con ese vacilón de la Unión Soviética, y aunque ustedes pueden conocerlas las dejo aquí sentadas para la Historia: Mijail Gorbachov y el papa polaco Juan Pablo II, Pero esto es  harina de otro costal.   


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